Aunque con algo de resignación, la mayoría de los fanáticos han aceptado una realidad: los Clásicos de Industriales y Santiago de Cuba en las Series Nacionales no son ya los mismos que hace 30 o 40 años; ni siquiera se parecen a los de principios de siglo, cuando dos estrategas como Rey Vicente Anglada y Antonio Pacheco volvieron a llevar la rivalidad beisbolera entre Avispas y Leones a su máxima expresión.
Sin embargo, estos duelos conservan la mística, el sonido peculiar desde las gradas, los colores vivos, la intensidad y las expresiones desmesuradas en el diamante, donde dos equipos se baten con algo más en juego que con el mero hecho de ganar o perder. El Clásico hoy, a pesar de los pesares de la pelota cubana, sigue siendo una cuestión de honor, un duelo de novenas que fueron gigantes en el pasado y añoran rescatar sus épocas de gloria.
Quizás no exista mejor evidencia que el más reciente choque entre indómitos y capitalinos en los cuartos de final de la 63 Nacional, aunque, es válido decirlo, el enfrentamiento no había generado grandes expectativas entre los aficionados. Este año, la postemporada de la pelota cubana llegó en medio de la fiebre futbolera mundial por la Eurocopa y la Copa América, dos torneos transmitidos en directo y a todo color por la televisión cubana para reafirmar el reinado del más universal de los deportes.
Captar audiencia y motivar a la gente para llenar los estadios en medio de este escenario parecía utópico, y de hecho lo fue en algunos trances de la primera fase de los playoffs, pero casi siempre hay una luz al final del túnel.
Este sábado, justo a la hora en que Brasil —una selección que moviliza fanáticos en la isla— se jugaba su continuidad en la Copa América en un clásico contra Uruguay, las gradas del Guillermón Moncada se llenaron casi a reventar y miles de personas en Cuba se engancharon al séptimo y decisivo encuentro de Industriales y Santiago.
Quince mil personas repletaron las tribunas del feudo indómito, donde no se jugó la mejor pelota, pero sí retumbó la inconfundible corneta china y la conga santiaguera, la banda sonora por excelencia de la novena oriental. Sin embargo, el ritmo musical no tuvo coro, casi no se escuchó el típico “¡Ruge leona!” que tanto atormenta a la fanaticada azul, esta vez inspirada y envalentonada por la remontada más legendaria que se recuerde en las Series Nacionales. Pero antes de llegar al último out de José Ernesto Pérez sobre Luis Veranes que concretó el histórico resurgir de Industriales, recordemos como llegamos a este desenlace de película.
Santiago comenzó el playoff con tres victorias en línea que hacían presagiar una barrida desmoralizante, aunque, en honor a la verdad, en esos tres encuentros dio la sensación de que los azules hicieron más méritos para perder que los indómitos para ganar.
Horribles corridos de bases, errores por montones que costaron carreras y la siempre inestable labor de los lanzadores se conjugaron para sentenciar al plantel capitalino, que quedó contra las cuerdas y sin esperanzas. Ni en los principales circuitos beisboleros del mundo ni en las Series Nacionales habían precedentes de recuperación en ese punto, salvo por la remontada de los Medias Rojas de Boston contra los Yankees en 2004, cuando terminaron ganando la Serie Mundial tras 86 años de sequía. Pero en esta postemporada todo estaba a punto de cambiar…
Cuando ya nadie confiaba en ver a Industriales en semifinales, el equipo se conjuró y comenzó a ganar, pese a seguir cometiendo errores, algunos burdos, infantiles e impropios para un evento de máxima categoría. Primero asestaron dos golpes en un Latinoamericano semivacío, que no reunió ni a diez mil personas entre el quinto y sexto partido del match, y así marcharon a la tierra caliente para darle definitivamente la vuelta a la tortilla, contra todo pronóstico.
Ganar cuatro duelos de pelota seguidos es hoy una tarea complicada en el béisbol cubano, no ya por lo veleidoso del juego, sino por la paridad entre los equipos y su inestable desempeño. Cualquier novena puede dar la mejor de sus versiones y mañana hundirse en el lodo. Con Industriales, esta situación se magnifica, porque sufrieron demasiadas bajas a lo largo de la contienda y se vieron obligados a remendar sobre la marcha.
Pero la pelota es impredecible. Los Leones se agarraron precisamente de esos “remiendos”, de esos jugadores que no figuraban entre los más notables al inicio de la campaña, y lograron par de victorias en los duelos decisivos del Guillermón Moncada, con el público y la historia en contra. Como ya decíamos, nadie había remontado un 0-3 en postemporada, hasta este 6 de julio de 2024…
Maykel Taylor, que regresó del extranjero para lanzar en los playoffs, se erigió como héroe con una fantástica actuación monticular, mientras Dayron Miranda, un chico al que muchos parciales industrialistas no conocían al inicio de la temporada, conectó un triple de dos carreras que fue definitorio en el séptimo duelo de la serie. La noche anterior, el zurdo Yordan Williams Bustamante sacó los últimos outs con temple impropio de un serpentinero al que le batearon .361 durante 13 salidas en la campaña regular.
Con estos episodios inesperados cerró el Clásico de la pelota cubana, uno de los más vibrantes y pasionales que se recuerden, y también uno de los menos técnicos (por la cantidad de errores cometidos). En contraste a lo ocurrido en Santiago, provocó algo de escalofríos ver el Latino medio vacío en varios partidos de postemporada entre Leones y Avispas, y más asustó que entre los dos equipos cometieran 30 errores en siete encuentros.
Sin embargo, esto no trascenderá demasiado en el relato histórico. Lo que todo el mundo recordará es que Industriales vino de atrás y que Santiago desperdició una mayúscula ventaja. Esa huella quedará para siempre en el orgullo de los indómitos, mientras los Leones recordarán estos cuatro rugidos y la remontada casi como un título.