Contrario a lo que muchos pueden pensar, las mujeres juegan béisbol en Cuba hace más de un siglo. Cuenta el historiador Félix Julio Alfonso que, según los hallazgos del profesor e investigador Lesby Domínguez Fonseca, en el año 1900 existía en Cienfuegos un equipo completo “integrado por señoritas del aristocrático barrio de Punta Gorda”.
Esta referencia rompe totalmente con el molde que por aquella época ubicaba a las mujeres como “madrinas de los equipos, directoras de honor, socias honorarias y damas de compañía de los peloteros” en los diamantes de la isla, de acuerdo con el artículo “Mujeres pioneras del béisbol en Cuba”, publicado por el propio Dr. Félix Julio Alfonso en La Jiribilla.
El estudio expone casos históricos que vinculan a las mujeres con el deporte de las bolas y los strikes desde una perspectiva competitiva. Por ejemplo, habla de la creación en 1947 de la Organización Deportiva de Béisbol Femenino de la República de Cuba, “al calor de la cual alcanzaron notoriedad deportiva y gran visibilidad en los medios de prensa los nombres de mujeres que practicaban beisbol”.
En ese grupo destacan Isora del Castillo, Eulalia González (“Viyaya”), Mirta Marrero, Gloria Ruiz, Migdalia Pérez, Isabel Álvarez, Luisa Gallegos o Brígida Beiro, algunas de las cuales fueron invitadas a realizar entrenamientos en los campos de beisbol de Estados Unidos, donde sí estaba instaurada la práctica del béisbol entre mujeres desde el siglo XIX.
“Mirta, por ejemplo, dueña de un temperamento alegre y festivo, se convirtió en una chica muy popular en una liga donde tuvo su temporada más productiva en 1951, cuando compiló un récord de 17-8 con 2.24 de promedio de carreras limpias, en 29 encuentros con el Fort Wayne Daisies”, relata el estudio del Dr. Félix Julio.
De cualquier manera, a las mujeres les han sido negados espacios para desarrollarse en un deporte que la sociedad relaciona con los hombres. A nivel global, por ejemplo, tendríamos que esperar hasta 2004 para ver una primera Copa del Mundo de béisbol femenino, que se jugó con apenas cinco equipos.
Esto habla a las claras de cuánto demoramos en fundar las bases para la expansión e internacionalización de la práctica de la pelota entre mujeres, cuya inclusión definitiva tiene que ver no solo con el espíritu conciliador y emancipador que promueve el deporte, sino además con los reclamos y demandas sociales de igualdad que las mujeres han llevado adelante durante décadas.
Cuba, a pesar de las referencias históricas que ubican a las mujeres en los diamantes desde principios del siglo pasado, no ha estado exenta del fenómeno. En una sociedad machista, la mujer pelotera no encajaba, apenas si se concebía, hasta que poco a poco han ido derribándose mitos y surgiendo espacios para la práctica del béisbol femenino de manera organizada.
Hoy se cuenta con un sistema competitivo estructurado que ofrece a las niñas y adolescentes la posibilidad de practicar béisbol desde la base. Como en todo el movimiento deportivo nacional, todavía son latentes las carencias y los problemas para la captación de talentos y su posterior desarrollo hasta llegar al alto rendimiento, pero al menos ahora está medianamente iluminado el camino para que una pelotera pueda, por ejemplo, cumplir el sueño de integrar un equipo Cuba o, simplemente, representar a su provincia jugando pelota.
La figura de Margarita Mayeta ha sido crucial en el auge y desarrollo del béisbol femenino en Cuba. Desde su puesto de metodóloga nacional ha fungido como líder, impulsora y defensora de una disciplina que aún no ha logrado dar el salto cualitativo para pelear cara a cara con las grandes potencias en la arena internacional, aunque sí se ha vuelto recurrente la participación cubana en eventos regionales, continentales y mundiales.
Queda, claro está, mucho camino por delante para el pleno desarrollo del béisbol femenino en la isla, pero el hecho de topar con otras naciones y competir en lides foráneas tiene que verse, sin complacencias, como un paso de avance impensado a finales del siglo pasado. Durante décadas ni siquiera se consideró a las mujeres para la práctica del béisbol en igualdad de condiciones, ahora ellas luchan por brillar con sus propios ponches y jonrones. ¡Pelotera a la bola!