Roberto Hernández se recuerda corriendo como un loco y dando patadas cuando practicaba atletismo y kárate en Batey Colorao, un lejano poblado espirituano. Por su mente no pasaba ser pelotero, pero un buen día se vio con la bola en la mano y supo que ese era el camino que iba a tomar.
“Aquello sí era lo mío”, confiesa el joven de 19 años, quien evidentemente no se equivocó, pues hoy es el hombre de moda en el béisbol cubano.
Roberto, enfundado en la franela de los Gallos, liquidó al 33.9 % de los bateadores rivales por la vía del ponche en la VI Serie Nacional Sub-23, cuya ronda clasificatoria terminó con efectividad de 1.51 y siete victorias, fundamental en la clasificación de su equipo a la postemporada.
La base de su historia ya todos la conocen. Se fue de Cuba a probar suerte en otras fronteras, firmó con los Indios de Cleveland, renunció a ese contrato y regresó a Cuba, donde se ha robado las miradas por su descomunal rendimiento, válido para ser llamado a las filas de la preselección nacional.
Pero cuáles son los detalles que se esconden detrás de cada decisión de Roberto Hernández. El propio chico accedió a conversar con OnCuba sobre todos estos particulares.
¿Por qué salir de Cuba tan joven?
Salí con la intención de probarme, de explorar mis límites, es algo normal en el ser humano, perseguir los sueños, que en el caso de muchos peloteros cubanos es jugar profesional. Yo me fui con mi papá, estuve un tiempo con él, pero después regresó y me quedé solo, lo cual fue complicando las cosas poco a poco.
Ya cuando estaba más cerca de meterme de lleno en las Ligas Menores, en el corazón del béisbol de Estados Unidos, sentí que eso no era verdaderamente lo que quería. Me di cuenta que estando solo no me iba a sentir bien, al estar mi familia en Cuba nada iba a ser lo mismo. Ahora los tengo al lado y me siento el rey del mundo.
¿Te resultó muy difícil estar solo?
Solo como tal no estaba, porque tenía muchos cubanos cerca y en el béisbol, en sentido general, siempre se hacen buenos amigos. Por ejemplo, allá coincidí con Darién González, otro pelotero que salió de Cuba y no había podido cumplir su sueño de jugar en Grandes Ligas. El me enseñó muchas cosas de cómo es la vida fuera del país y de cómo es la vida de un pelotero fuera del país.
¿Cuál es el momento exacto en que decides regresar?
Creo que no hay un momento en particular, fue una acumulación de cosas, de deseos. Estaba a punto de ser padre… Pero lo más importante, me sentía tan convencido de regresar como en un momento anterior lo estuve de irme.
¿Qué te aportó la aventura?
El béisbol profesional, en particular el de Estados Unidos, tiene un nivel bien alto y siempre te aporta cosas nuevas, se aprende un montón. Allá me hice mejor lanzador y mejor persona, eso debo agradecérselo al beisbol profesional.
¿Sentiste muchas diferencias técnicas en el entrenamiento?
Realmente no creo que haya tantas diferencias, las técnicas no varían demasiado, pero sí resalta bastante el tema de los recursos. Ellos tienen de todo en función de conseguir los más diversos objetivos. En el caso de los lanzadores, por ejemplo, lo que más atienden es la velocidad, qué hacer para ganar millas, y disponen de varios tipos de implementos para lograrlo.
Has arrasado en el Sub-23 y muchos fanáticos y especialistas comentan que el torneo tiene un nivel muy inferior al tuyo.
Independientemente de los hechos, no pienso que estoy por encima del nivel del torneo, me parece que eso sería faltarle el respeto a los contrarios. Además, en la Serie Sub-23 hay muchos talentos, jóvenes que tienen calidad y solo necesitan jugar y jugar para crecer.
En lo particular, no me acomodo a la situación, trato siempre de esforzarme al máximo y mantener la concentración en mi trabajo, sea quien sea el rival. Creo que eso me va a servir para cuando tenga que lanzar en otro escalón superior.
¿Te preocupa acumular trabajo excesivo y que eso dañe tu brazo?
Este tema en Sancti Spíritus ha causado mucha polémica, tal vez porque la provincia ha visto como grandes talentos del pitcheo han tenido problemas en su brazo luego de una carga intensa de trabajo. Están los casos de Maels Rodríguez, de Ifreidi Coss y más recientemente de Ismel Jiménez, pero creo que ha sido un cuestión de mala suerte, porque el lanzador se hace lanzando.
Si te fijas, en las Ligas Menores de Estados Unidos hay una gran cantidad de pitchers muy jóvenes que tiran más de 140 innings por año, algo que en Cuba, por regla general, se consigue en dos o tres temporadas. Esos mismos muchachos después ascienden a las Mayores listos para afrontar una carga más dura contra un nivel superior; eso nos falta aquí.
Como es lógico, este trabajo no se hace a lo loco. Uno debe ir subiendo progresivamente. Por ejemplo, el tiempo que estuve en República Dominicana, primero me pusieron a trabajar una o dos entradas, después subí a cinco, y cuando estaba preparado para soportar el volumen fue que tiré seis o más innings.
Se debe trabajar como en una escalera, atendiendo siempre a la salud del hombre. Yo ahora mismo me siento en perfectas condiciones, estoy manejando bien la carga de trabajo, no siento fatiga y mantengo una preparación enfocada en caminar los juegos de pelota, eso es lo que me gusta.
Entonces nadie te mueve de abridor…
Es lo que me ha gustado siempre y estoy enfocado en mejorar en ese rol. Ahora quiero profundizar mi repertorio perfeccionando un cambio de velocidad, y más adelante podría añadir la sinker, que se sumaría a la recta de cuatro costuras, la curva, la slider por encima del brazo con buena velocidad y el splitt, pitcheos que ya domino.
¿Cómo va el tema del control?
Muchos ponchadores se exceden en las bases por bolas, lo vemos con frecuencia. Ese no es mi caso, yo dominio bastante bien la zona de strike y me enfoco día a día en mejorar el comando. Ahora tal vez no se note porque estoy adaptándome nuevamente a las zonas de los árbitros en Cuba, que es muy distinta a la que se ve en el béisbol profesional.
Esto realmente no me ha afectado tanto, porque ya yo conocía cómo trabajaban los árbitros aquí después de lanzar en las categorías más pequeñas y en los juveniles. No obstante, es algo que hay que perfeccionar, la zona de strike es una sola y no deben existir tantas diferencias en las maneras de interpretarla de aquí y de cualquier otro lugar.
Por tu rendimiento, Rey Vicente Anglada y los directivos del béisbol cubano no han dudado en llamarte a la preselección nacional…
Es un honor, no lo esperaba tan pronto, como tampoco esperaba los resultados que he tenido hasta el momento. Me siento bien para asumir el reto, quiero llegar allí a tratar de aprender y aportar algo. Muchas personas me han dicho que podría integrar el equipo Cuba sin debutar en la Serie Nacional, algo que no debe haber pasado mucho, pero eso no me quita el sueño, mis objetivos son los mismos.
Hay un bebé en tu vida desde hace diez meses. ¿Qué tan complicado es compaginar tan joven la paternidad y el béisbol?
Ser padre y jugar béisbol en Cuba, particularmente, son responsabilidades muy grandes, pero mi niño es un impulso, un motor de arranque, es mi vida. Para nada representa una presión tenerlo, porque fue una decisión que tomé, no algo que salió a lo loco. Lejos de ser una preocupación, él me motiva a salir al terreno.
Me dijiste que te fuiste en busca de un sueño, el cual conseguiste en parte. ¿Cuál es el sueño ahora de Roberto Hernández?
Mi primer sueño es llegar al equipo nacional, y después, volver al béisbol internacional. Yo no he renunciado a jugar profesional, es algo que no escondo, y podría hacerlo en Estados Unidos si se retoma el Acuerdo cancelado, en Japón, o en cualquier otra pelota. Pero que conste, quiero jugar profesional viviendo en Cuba y con mi familia al lado.