Tras varios años de reclamos e ideas sin concretar, finalmente la Dirección Nacional de Béisbol (DNB) ha decidido nombrar los premios individuales del clásico doméstico, como parte de la estrategia que desarrollan para renovar y oxigenar la imagen del que es, en teoría, el máximo espectáculo deportivo de la nación.
Las distinciones llevarán los nombres de glorias fallecidas del béisbol cubano, en un intento por rescatar y honrar la memoria de grandes peloteros que marcaron una época en los diamantes antillanos. En resumen, la movida es un guiño impostergable a la historia del pasatiempo nacional, en ocasiones olvidada.
Entre todas las propuestas, sobresale el premio Martin Dihigo, que será entregado al Jugador Más Valioso del torneo. “El Inmortal” fue una estrella universal, estandarte de las Ligas Negras, ídolo en México, República Dominicana y Venezuela, el pelotero más completo nacido en la Isla, capaz de brillar con el madero y desde la colina de los martirios.
“Fue el mejor jugador de béisbol de todos los tiempos, negro o blanco”, decía Monte Irvin sobre Dihigo, primer cubano exaltado al Salón de la Fama de Cooperstown y única persona miembro del templo de inmortales de Estados Unidos (1977), México (1964) y Cuba (1951).
Solo con esta pincelada de las conquistas de Dihigo bastan para concluir que no hay mejor manera de nombrar el premio de MVP de la Serie Nacional, cuyo proceso de selección deberá ser –ahora más que nunca– un ejercicio de profesionalidad y análisis profundo, no escoger al primero que venga a la mente por un puñado de estadísticas.
Siguiendo la línea, el Novato del Año recibirá el premio Yadier Pedroso, en honor al estelar lanzador que falleció en un accidente automovilístico hace siete años. El diestro habanero fue el mejor debutante en la temporada del 2005, cuando ganó 11 partidos en 17 aperturas, con 90 ponches en 113 episodios de labor y efectividad de 2,47.
Pedroso escaló rápidamente a la selección nacional y fue un fijo de los equipos cubanos hasta el 2013, con participaciones en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y las tres primeras versiones del Clásico Mundial.
Los mentores también se disputarán un nuevo galardón, el premio Ramón Carneado, un claro homenaje al único director que ha ganado cuatro Series Nacionales consecutivas. Al frente de Industriales, Carneado logró las coronas de la segunda, tercera, cuarta y quinta edición del clásico beisbolero del patio en los años 60, gesta que nadie ha podido igualar casi seis décadas después.
Igualmente serán reconocidos los árbitros con el premio Alfredo Paz, uno de los que más polémica ha despertado. Paz fue uno de los más destacados umpires de las Series Nacionales, no solo por su desempeño en el terreno, sino porque se erigió en formador de muchos jóvenes que después lograron incluirse en los grupos de jueces del campeonato cubano.
Nadie puede cuestionar su legado, pero algunos aficionados argumentan que este premio debió ser nombrado Amado Maestri, en honor al ilustre reglano que impartió justicia en la Liga Profesional Cubana, en otros circuitos rentados del Caribe y, por supuesto, en la Serie Nacional, de la cual fue fundador y árbitro principal del partido inaugural el 14 de enero de 1962.
Maestri, además, es uno de los íconos del deporte cubano en la lucha contra la tiranía de Fulgecio Batista, pues en noviembre de 1952 protegió de la policía a un grupo de estudiantes que se lanzaron en señal de protesta al terreno del Gran Estadio del Cerro.
También recibirán galardones el mejor grupo de anotación (premio Jesús Pit Azanza) y el mejor estadio del campeonato (premio Palmar de Junco). Estos dos reconocimientos tienen un valor especial, porque muchas veces pasa desapercibido el trabajo de los anotadores y de los encargados de atender los terrenos, quienes ahora tienen una motivación adicional para superarse.
Hasta aquí, me parece muy acertada la propuesta de la DNB, pero no comparto la idea de nombrar las distinciones de los mejores jugadores de cada posición. Aquí tenemos, por ejemplo, el premio Juan Castro para el receptor más destacado, o el José Antonio Huelga al lanzador derecho más relevante.
El resto de las propuestas son las siguientes: Daniel Hernández (primera base), Andrés Telemaco (segunda base), Owen Blandino (tercera base), Agustín Arias (torpedero), Erwin Walters (jardinero izquierdo), Fermín Laffita (jardinero central), Eulogio Osorio (jardinero central) y Santiago “Changa” Mederos (lanzador zurdo).
Como vemos, se tratan de diez galardones individuales con denominaciones diferentes, las cuales difícilmente se aprenderán los aficionados y que podían haber sido reunidas, como toda la vida, en el equipo All-Star del campeonato.
Además, se obvia el reconocimiento al mejor bateador designado y no se potencia la figura de los relevistas, cada vez más determinantes en el béisbol moderno. Este caso de los apagafuegos, por ejemplo, quizás sí amerite un galardón individual (¿Raúl “La Guagua” López?), justo como sucede en las Mayores, donde se entrega el premio Mariano Rivera al mejor relevista de la Liga Americana, y el Trevor Hoffman al más destacado del Viejo Circuito.
Algunos –entre quienes me incluyo– también argumentan que el premio de mejor lanzador debe ser uno solo, sin distinción de zurdos o derechos, estilo Cy Young. Y ojo, no se trata de copiar fórmulas, sino de encontrar un punto de equilibrio, con premios que tengan nombre y apellidos (en los apartados más relevantes) y con un equipo Todos Estrellas.
Pero, al margen de cualquier discrepancia, es válido reconocer la noble intención de la nueva directiva del béisbol cubano, cuyo paso puede contribuir a rescatar la memoria histórica del pasatiempo nacional.
En esa dirección, la DNB también han decidido dedicar el Juego de las Estrellas de la presente temporada (7-8 de noviembre) a Conrado Marrero, “El Guajiro de Laberinto”, una de las figuras supremas del pitcheo cubano, tanto en torneos amateurs como en circuitos profesionales, incluidas las Grandes Ligas.
Otra de la iniciativas que cobrarán vida esta campaña es el reconocimiento a los mejores jugadores de cada semana, los cuales serán escogidos por votación popular a través de canales digitales. Los fanáticos definirán el ganador, pero tendrán que decantarse por una de las tres propuestas que realizará la DNB.
Aunque parezca un detalle menor, esta última decisión es clave en aras de evitar una votación parcializada, algo perfectamente posible por la extrema pasión regionalista que todavía impera entre los fanáticos del béisbol cubano.