Hace unos cuantos años, nada más arrancar la Serie Nacional de Béisbol, un amigo siempre me preguntaba: “¿Cómo va la pelotica?”. Al principio respondía naturalmente con algún comentario sobre el suceso de moda, él me seguía la corriente y nos sumergíamos en debates dialécticos sin ponernos jamás de acuerdo. La escena se repetía una y otra vez, hasta que un día me subió la velocidad…
“¿Cómo va la pelotica?”, me dijo como de costumbre, pero haciendo énfasis en lo de “pelotica”. Por su mirada aguda enseguida me percaté de que quería transmitirme algo más; aunque no me dio tiempo a reaccionar: “Desde hace bastante en la Serie Nacional no se juega pelota y mucho menos béisbol. Esto es pelotica, y de la mala”, me expresó con unos aires de decepción que todavía me martirizan.
Lo peor es que no le falta razón. La Serie Nacional y el sistema competitivo del béisbol cubano atraviesan por una crisis generalizada imposible de esconder tras las cortinas de humo que se levantaron con la actuación del equipo antillano en el reciente V Clásico Mundial. Un resultado internacional de nivel no tapa las carencias internas, el pésimo trabajo organizativo o las mentiras (o medias verdades) que llueven como jonrones desde la más alta dirección del deporte de las bolas y los strikes en la isla.
El mejor ejemplo —o el peor, en este caso— es la propia 62 Serie Nacional, que casi ha liquidado su etapa clasificatoria con un sinfín de chanchullos más propios de las ligas de barrio, la pelota de manigua o los “pitenes” de esquina que de un clásico doméstico serio.
Durante la temporada hemos visto estadios con no más de un centenar personas, incluidos los policías y los vendedores de maní, a quienes les toca “por plantilla” pasearse por las desoladas gradas de la Serie. Vivimos un campeonato en el que un equipo puede quedarse sin bates a mitad de un partido televisado, o en el que un ex grandesligas en plena capacidad (Yasmany Tomás) casi tiene que suplicar, sin éxito, para regresar a vestir la camiseta de la novena de su vida.
La Serie, en líneas generales, naufraga bajo el peso de males diarios de la nación. Es un espejo perfecto de la realidad cubana. Los peloteros se han quejado en redes sociales de la pésima alimentación; árbitros y jugadores han presentado problemas con el transporte y los traslados, lo cual ha implicado suspensión de partidos; distintos conjuntos han pasado noches sin corriente eléctrica en sus hoteles, viviendo el período de descanso como una auténtica pesadilla.
Si regresamos a cuestiones prácticas del juego, un pelotero incorporado a la Serie no pudo defender los colores de su equipo en un compromiso de local porque su uniforme no estaba listo. Pocos después, solucionado el problema, el mismo jugador no pudo comenzar otro duelo con su escuadra como visitante porque ese otro traje tampoco había sido entregado.
Hay más. Una novena consigue, por su cuenta, algunos bates para jugar (recordar que ya un equipo se quedó sin bates en un juego televisado). La dirección del plantel consulta con el Jefe de Regla y Arbitraje del torneo si puede utilizar los maderos adquiridos y, una inspección mediante, reciben la autorización; pero días más tarde la Comisión Nacional les pide retirar los bates porque son ilegales. ¿Habrá alguna prueba más sólida del desconocimiento y la improvisación que prima hoy en la Serie Nacional?
Hasta este momento, en la Serie se han utilizado dos pelotas diferentes. Se comenzó jugando con la TeamMate, proveedor oficial del campeonato que no nos trae muy buenos recuerdos. La misma marca fue responsable del atraso de la Liga Élite a finales de 2022 porque los uniformes encargados no llegaron a tiempo. Con este precedente, quizá no sería prudente mantener los vínculos; pero los directivos del pasatiempo nacional no lo han considerado.
Para no hacer la historia larga. Empezamos jugando con la pelota TeamMate; pero a mitad de camino hubo que cambiar a la tradicional marca Batos, aunque no era de fabricación nacional, sino importada desde algún sitio desconocido. ¿Los motivos? Hubo atrasos en los envíos, a pesar de que el comisionado Juan Reinaldo Pérez Pardo dijo en televisión nacional, antes de comenzar la temporada, que todo estaba garantizado. Finalmente, la TeamMate llegó para cerrar el certamen. Tarde y no tan seguro…
En cada uno de estos episodios ha quedado en evidencia la fragilidad de la Comisión, cuya gestión ha recibido infinidad de críticas y cuestionamientos. Ante estas, han salido al paso —casi siempre a destiempo— con notas aclaratorias, comunicados y circulares que, lejos de aclarar, solo han echado más leña al fuego.
Desde el punto de vista estadístico, la Serie tampoco escapa al fiasco, no solo porque los números sean malos, sino porque la página oficial del evento pasa horas caída o en mantenimiento, lo cual limita las consultas de la prensa y los aficionados. Para escribir este texto, por ejemplo, fue imposible comprobar ninguno de los datos obtenidos en otras páginas porque el sitio oficial no estaba disponible.
No obstante, con seguridad puede decirse que estamos ante uno de los peores clásicos domésticos de la historia por lo que muestran los números. En la lid, los lanzadores soportan como promedio casi 5 carreras limpias por juego, solo un equipo (Santiago de Cuba) presenta efectividad por debajo de 4.00 y 7 cuerpos de picheo trabajan para más de 5.00. También son 7 los elencos que suman más boletos que ponches, mientras la mitad de los conjuntos defiende para menos de .970.
Lo impresionante es que, en medio del horrendo panorama, los peloteros siguen dando guerra en los diamantes. Las estadísticas de la Serie, como veíamos, son mediocres en general; pero algunos talentos han emergido con números interesantes, los más veteranos no se rinden y aprovechan su superioridad respecto a la liga, y la inmensa mayoría se esfuerza por dar su mejor versión y aportar algo a un espectáculo cogido con pinzas.
¿Habrá vías de salvación? Cierto, podrían hallarse muchas formas de enderezar el rumbo; tema para profundizar en otra entrega… Por ahora solo nos queda sentarnos a ver quién gana la Serie Nacional, que cada vez parece menos béisbol y más “pelotica”.