El pasado 28 de octubre, el medallero de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile ofrecía una imagen desoladora para cualquier fanático del deporte cubano. La comitiva de la isla luchaba por sostenerse en la séptima posición con solo 5 coronas tras completarse más de la mitad del calendario, y naciones de escasa tradición, como los anfitriones y Ecuador, aparecían por delante en el total de preseas.
De pronto, ni siquiera el pronóstico conservador esbozado por el Inder parecía factible. “Ya nadie le teme a Cuba”, pensé por un instante y fue perturbador, porque si triste ha sido ver el progresivo retroceso antillano en eventos internacionales, peor sería ver cómo se le pierde el respeto a un país que mucho ha apostado y aportado al deporte en los últimos 60 años.
Por fortuna, en ese contexto desfavorable los atletas apelaron precisamente a la épica, a la tradición y dieron forma a una remontada que muchos consideraban imposible. En menos de una semana, Cuba ganó 25 títulos y 51 preseas para culminar en la quinta posición (30 coronas y 69 metales en total), lo más alto a que podíamos aspirar en unos Juegos donde no participamos en casi la mitad de las pruebas convocadas (225 de 425).
El judo, el atletismo, la lucha, el canotaje y el tenis de mesa fueron los grandes héroes del relato triunfal, entre cuyos protagonistas se mezclaron los consagrados y favoritos con otros que, si bien llegaron con menos opciones, lograron exprimirse y rendir al máximo.
De las 30 preseas doradas que ganó la isla en Santiago, al menos 18 llegaron de atletas “seguros”, por así decirles, hombres y mujeres con el cartel y el palmarés necesarios para escalar a la cima, fuera cual fuera el rival. Del resto, cayeron siete cetros en modalidades de mucha paridad, en las cuales podíamos perfectamente salir airosos o quedar en puestos de avanzada, mientras que cinco de ellos fueron sorpresas absolutas.
En este último grupo ubico a la velocista Yunisleidy de la Caridad García, reina en los 100 metros planos y en el relevo 4×100, prueba que una cuarteta cubana no ganaba en Juegos Panamericanos desde Winnipeg 1967, cuando triunfó la posta de Miguelina Cobián, Violeta Quesada, Cristina Echeverría y Marcia Garbey. También llegaron por sorpresa las coronas del remo con su embarcación de ocho con timonel, la de la judoca Idelannis Gómez y la del pesista Arley Calderón.
Como denominador común y para tomar en cuenta de cara al futuro, más de dos tercios de los campeones cubanos tuvieron condiciones aceptables de preparación (bases de entrenamiento y eventos internacionales) o estaban contratados en equipos profesionales, mientras un grupo más reducido “sacó pecho” luego de pasar la mayor parte del tiempo en Cuba casi sin fogueo competitivo.
Estos últimos —entre quienes incluyo no solo a los medallistas de oro—, merecen más y mejores atenciones para que continúen su desarrollo y crecimiento. También hay que mantener el seguimiento sobre los 43 debutantes en Juegos Panamericanos que subieron al podio. En gran medida, de ellos depende el futuro…
Noticias no tan buenas
Desde Santiago de Chile no solo llegaron buenas noticias. De hecho, la escalada de la última semana, por muy emocionante que haya sido, puede generar confusión y no darnos una idea fiel de dónde se ubica hoy el deporte cubano, o de si realmente hemos avanzado o retrocedido.
Para empezar, no debemos perder de vista un detalle: los Juegos Panamericanos se han realizado en una fecha atípica y eso limitó la participación de muchas estrellas de otras naciones. Cuba, en cambio, fue fiel a su filosofía y se presentó con sus principales deportistas en cada una de las disciplinas. Esto, como es lógico, tuvo un impacto notable en los resultados.
En el atletismo se consiguieron siete coronas y 18 medallas, saldo superior a los resultados de Lima 2019 (5-10) y Toronto 2015 (5-9). Sin embargo, esto no es necesariamente una señal de crecimiento. De hecho, si queremos comparar el estado actual del campo y pista con el pasado reciente, debemos viajar hasta Guadalajara 2011, los últimos Panamericanos que también se realizaron fuera de temporada (en octubre).
En la urbe mexicana, hace 12 años, Cuba aprovechó la poca resistencia de los rivales y ganó 18 medallas de oro. Allí se lograron triunfos en competencias de velocidad, vallas, relevos, medio fondo, saltos, lanzamientos y pruebas combinadas. En Santiago, con muchas menos estrellas en la nómina, el botín fue muy inferior y quedaron en evidencia, sobre todo, los problemas en los lanzamientos, uno de los fuertes tradicionales de Cuba. Ni martillo, ni jabalina, ni disco, ni bala dieron la cara en la capital chilena.
“En deportes de tiempos y marcas hay resultados ganadores de hace 50, 60 y más años. Devaluadas las competencias y en muchos casos con notables ausencias de países potentes como Estados Unidos, Jamaica, Bahamas y otras naciones del Caribe. Pongamos los pies en tierra firme y bajémonos de las nubes”, comentó en redes sociales René Navarro, uno de los más prestigiosos y principales referentes del periodismo deportivo en Cuba.
Esto, obviamente, no quita que hay talento para moldear, diamantes por pulir, atletas que con un adecuado manejo pueden subir su categoría y aspirar a mejorar sus marcas en el futuro, lo cual les abriría las puertas para competir en eventos de mayor nivel. Tal es el caso de la velocista Yunisleidy de la Caridad García, cuya irrupción invita al optimismo, aunque habrá que trabajar mucho con ella para repetir sus resultados en el futuro.
Sin embargo, como ya decíamos, hay otras historias no tan alentadoras respecto a la actuación cubana en Santiago 2023. Por ejemplo, una lectura muy elemental del medallero nos dice que mejoramos un puesto respecto a Lima 2019, donde fuimos sextos por detrás de Estados Unidos, Brasil, México, Canadá y Argentina, pero en realidad ganamos tres títulos y 31 medallas menos que en la capital peruana hace cuatro años. Y eso no es todo:
* Los totales de coronas y preseas son los más bajos de Cuba en Juegos Panamericanos desde la cita de Winnipeg 1967.
* Por quintos Juegos consecutivos, Cuba experimenta un retroceso en cuanto a la cantidad de títulos: 72 en Santo Domingo 2003, 59 en Río de Janeiro 2007, 58 en Guadalajara 2011, 36 en Toronto 2015, 33 en Lima 2019 y 30 en Santiago 2023.
* Cuba ocupó la octava posición en el medallero por el total de preseas, su peor ubicación desde Chicago 1959, hace 64 años, cuando culminaron novenos.
* Entre el tiro con arco, la pelota vasca, el ciclismo (pista y ruta), el clavado, la esgrima, la gimnasia (artística y rítmica), la natación, el kárate y el taekwondo se entregaron 140 medallas de oro y Cuba no obtuvo ninguna.
* No se obtuvo ninguna medalla en deportes colectivos por primera vez desde la edición de Chicago 1959.
Estos datos no aparecen en la narrativa oficial, que ha optado por desempolvar, sin matices de ningún tipo, el discurso triunfalista que ellos mismos guardaron antes de los Juegos con un pronóstico alejado de la realidad y de las posibilidades de nuestros atletas. En aquel momento, en el Inder entendieron que era mejor pecar por defecto y cubrirse las espaldas con una predicción que oscilaba entre 18 y 22 medallas de oro.
La jugada, por así decirlo, les salió bien si analizamos todo desde una perspectiva muy superficial y enfocada en resultados, pero no se puede esconder todo el polvo debajo de la alfombra. Más allá de loas, ego y festejos, conviene preguntarnos —de nuevo— cuánto ha retrocedido el deporte cubano en los últimos años, cuánto más puede descender en el futuro a corto y mediano plazo y qué se puede hacer para corregir el rumbo y evitar la caída definitiva.
Como primer y fundamental paso, no se deberían ocultar las manchas, los problemas, el cambio radical de las tendencias históricas; es una estrategia muy poco inteligente que solo resta tiempo para trabajar. Camuflarse detrás de las 30 medallas de oro o del sobrecumplimiento tampoco tendrá ningún saldo positivo, al contrario, nos mantendrá con los ojos vendados, como ya ha ocurrido otras tantas veces.
Esto, obviamente, no implica dejar de celebrar las buenas actuaciones, las medallas o, simplemente, las participaciones, porque todos los que compitieron en Santiago de Chile merecen respeto por el sacrificio y esfuerzo que implica practicar deportes de alto rendimiento en un contexto extremadamente complejo como el que vive hoy toda la sociedad cubana.