No esperaban los futbolistas uruguayos al llegar a tierras cubanas el 8 de junio de 1927 encontrarse con tan buenos equipos en La Habana. La calidad de estos clubes, conformados en su mayoría por españoles, era muy buena. Prueba de ello eran la combatividad y el esfuerzo por conseguir la victoria ante otras escuadras internacionales que antecedieron al rival de turno. Para ese entonces, ya habían pasado por tierras habaneras equipos de renombre como el Español de Barcelona y el América de México.
Los visitantes uruguayos venían con un poderoso equipo donde se encontraban algunos campeones de las Olimpiadas de París en 1924. En tierras cubanas jugarían 3 partidos y después se irían a México a completar su gira internacional. A su llegada, fueron recibidos por representaciones de los clubes habaneros, federativos de la entidad futbolera habanera y el pueblo en general.
Fue tal la importancia dada a esta visita que el mismísimo General Machado, presidente de la República, le prometió a la Comisión de Propaganda encargada de la organización de esta Serie Internacional, que estaría presente en el primer juego entre los charrúas y el Real Club Iberia, el vigente campeón local. Tamaño espectáculo también sería presenciado por el Doctor Miguel Mariano Gómez, Alcalde de La Habana, el cual ya era un asiduo espectador en estos eventos internacionales. La banda de música del Estado Mayor fue la encargada de amenizar el encuentro, considerado como el suceso deportivo más importante del año 1927 hasta ese momento.
La primera victoria de los visitantes no fue precisamente en el terreno de fútbol, pues a raíz del fallecimiento del futbolista Alberto Vidal, del equipo Deportivo Centro Gallego, decidieron acompañar el sepelio y fueron capaces de cargar sobre sus hombros a alguien que no conocían. Con tan humano gesto se ganaron la simpatía de todos. Precisamente a la hora de despedir el duelo, el señor Rafael Armada dijo: “Han escrito su primera página en Cuba y tengan la seguridad de que se quedará grabada en nuestros corazones”.
El primer partido de esta Serie Internacional lo ganaron los del Nacional de Montevideo ante las huestes iberistas con marcador de 4-1. En el terreno demostraron por qué eran los campeones olímpicos, pues desarrollaron un juego tácticamente muy bueno y ni el agotador sol caribeño hizo mella en su preparación física. A pesar de la derrota, los nuestros supieron enfrentar con hidalguía tal poderío sudamericano. Las alineaciones fueron las siguientes:
Nacional: Mazzali, Fueirolo, Recoba, Scarone, Fernández, Ghierra, Urdinarán, Castro, Haberli, Cea y Saldombile.
Real Club Iberia: Cuesta, Japonés, Miró, Arenas, Strauss, Lluhi, Pedrito, Torres, Edelmiro, Cosme y Cachán.
En el partido contra el Deportivo Hispano América fue cuando los visitantes demostraron su juego más arrollador en tierras habaneras, pues le endosaron una goleada de escándalo de 8-0 y el público presenció el verdadero arte de jugar ajedrez con los pies. Los locales nunca tuvieron chance de recuperarse y todo el partido estuvieron a merced de los uruguayos.
Lo que no se esperaban los charrúas era que iban a sufrir una resonante derrota de 4-2 ante los toros de la Juventud Asturiana, dirigidos por el popular y experimentado técnico Paco Brú. Los astures salieron a la cancha con la siguiente alineación: Gacha, Avelino, Edelmiro, Polón, Casielles, Mieres, Candasu, Bienvenido, Goyo, Constante y Amador. Por su parte, los charrúas presentaron una poderosa alineación conformada por: Mazzali, Antonio Urdinarán, Fernández, Queroño, Lorenzo Fernández, Ghierra, Santos Urdinarán, Scarone, Castro, Cea y Saldombide. Para tener una idea de lo buenos que eran estos jugadores, podemos decir que seis de ellos habían sido campeones olímpicos en 1924 y en 1928 y, por si fuera poco, también lo serían en el primer Mundial de Fútbol en 1930.
A partir de este momento de gloria, el pabellón deportivo cubano quedó marcado para la historia, pues la demostración de que en La Habana se jugaba fútbol de verdad fue todo un hecho y, ante él, a muchos les pasaba por sus mentes que algún día el fútbol cubano podría hacerle frente a cualquier selección de talla mundial. Tales augurios se hicieron realidad cuando en enero de 1931, seis años después de su enfrentamiento con los del Nacional, nos visitó otro equipo del Uruguay; esta vez fue el Bella Vista. Se presentaron en La Habana con un poderosísimo equipo, donde se incluían 8 campeones del Mundo del año 1930.
En la capital cubana jugarían 3 partidos contra los mejores equipos de la ciudad. Su primer encuentro contra el Real Club Iberia lo ganaron sin muchos contratiempos y demostraron con contundencia por qué eran los campeones mundiales del año anterior. Quizás este triunfo fue el que los hizo subestimar a su próximo rival, el Olimpia, que no era ni por asomo de los mejores equipos de la ciudad.
El modesto equipo habanero le sacó un empate a un rival con ocho campeones de la Copa Mundial y fue todo un acontecimiento en aquel momento, además frenó una racha negativa de derrotas frente a clubes extranjeros, ya que a principios de ese mismo año el club argentino Vélez Sarsfield le había ganado cuatro encuentros consecutivos a nuestros equipos. Una vez más, el fútbol cubano le demostraba a Uruguay que aquí se jugaba de verdad.
En el partido final de la serie pactada a 3 juegos, le tocaría al campeón habanero, la Juventud Asturiana, tratar de irse delante en estos cotejos. Para lograr tal objetivo fueron reforzados por otros jugadores, incluso en este partido hizo su debut el futbolista irlandés Feaver, pero en esta ocasión y con el orgullo herido, los charrúas obtuvieron una cerrada victoria de 2-1 ante los toros astures. A pesar del arranque arrollador de los visitantes, quienes marcaron sus dos goles en los primeros 11 minutos del juego, los de casa llegaron a ser muy superiores el resto del encuentro, pero no les bastó ni para empatar.
Sin dudas, fueron estas actuaciones de las mejores de la historia del fútbol cubano, que más de 90 años después tuvo la oportunidad de medirse a la selección nacional uruguaya en Montevideo. Aunque el partido se saldó con derrota para los antillanos, volvieron a plantarle cara y a competir sin complejos ante los charrúas, justo como hicieron los equipos de la isla en el siglo pasado, cuando los sudamericanos eran los mejores del mundo.