Además de la evidente potencia física, al cubano Luis Alberto Orta habrá que reconocerle una envidiable fuerza mental, algo intangible que muchas veces se expresa en detalles imperceptibles para quien desconoce la historia detrás de cualquier medalla.
El gladiador habanero, considerado el mejor del estilo clásico el pasado año, aseguró este jueves una de las preseas de bronce en la división de 67 kilogramos, en los Juegos Olímpicos de París 2024. Otro en su lugar lo hubiese festejado más o menos eufórico, pero para él apenas había terminado el combate con el que nunca soñó.
Con la “herida” aún sangrando y en la mente corriendo la secuencia imparable de su derrota ante el iraní Saeid Esmaeili, el representante de la isla hizo todo lo necesario para despachar lo más pronto posible al incómodo armenio Slaviak Galstyan. Era la única fórmula a su alcance para poner momentánea pausa a una pesadilla que le acompañará hasta la próxima batalla contra el persa, hasta un posible desquite.
Parte de la rabia acumulada la tuvo que padecer el argelino Ishak Ghaiou en la serie de repechaje. Algo quedó para Galstyan, al que poco le valió la mayor envergadura de sus extremidades.
Pase atrás primero, seguido de los desbalances ya en suelo iniciaron el festín contra el experimentado armenio. Si no terminó despachado por la superioridad del cubano, como sucedió a Ghaiou, fue porque el jurado -video mediante- anuló el punto que le hubiese bajado del colchón sin ver el tiempo cumplido.
¡LUIS ORTA GANÓ OTRA MEDALLA PARA CUBA! ♂️#Oro en Tokyo 2020.#Bronce en @Paris2024.
En la categoría de 67 kg de la lucha grecorromana, el cubano volvió a subirse al podio. ¡Felicitaciones! #JuegosOlímpicos #Paris2024 pic.twitter.com/ohZU6GagfT
— Los Juegos Olímpicos (@juegosolimpicos) August 8, 2024
A la adversidad mental respondió Orta con la acostumbrada garra y mucha vergüenza. Había llegado a la capital francesa con grandes opciones de coronarse y le tocó regresar a casa con un tercer puesto que no llenó sus expectativas, ni la de sus seguidores más exigentes.
Para el resto, se trata del premio que le redime, que le pone en el lugar de los que saben remontar la adversidad y en ese trance brillar.
Tras el combate apuró el paso de regreso a los camerinos, donde debió soltar finalmente toda su frustración. Más allá del resultado, Orta tiene derecho a presumir, entre otras cosas, de haber consolidado el peso de las luchas en el destino de la delegación cubana en la justa. Hasta ahora cuatro de las cinco medallas de la isla han salido de los colchones.
“No puedo estar conforme, pero al menos algo feliz por no irme de estos Juegos Olímpicos sin una medalla. Fue muy duro el esfuerzo todos estos meses en Europa para lograr un objetivo y terminé con la medalla de bronce. No fue por lo que tanto nos esforzamos, pero reconforta saber que sigo en la élite”, dijo a la prensa acreditada ya sin la máxima presión vivida durante las dos últimas jornadas.
En esas palabras se resumió la dosis de resignación, porque sabe que “no le salieron bien las cosas” y perdió en buena lid con un portento de este deporte como el iraní Esmaeili, a la postre rey olímpico con apenas 21 años, después de imponerse cerradamente (6-5) en la final al ucraniano Parviz Nasibov.
Con cierto alivio Orta emprenderá el regreso como el cuarto luchador cubano del estilo clásico ha sido capaz de escalar en más de una ocasión al podio olímpico. Antes lo consiguieron Juan Luis Marén (oro y bronce), Filiberto Azcuy (dos oros) y el legendario Mijaín López (cinco oros).
Pero además del justificado orgullo, no dejará de pensar durante todo el retorno que se merece una revancha.
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