Si bien se extrañaron las incandescentes luces de colores que atraviesan la oscuridad del cuadrilátero antes del gong inicial, la música altisonante y las bellas chicas que anuncian con su cuerpo el final de cada round de la Serie Mundial de Boxeo, el Torneo Nacional “Playa Girón” demostró, sobre todas las cosas, que ahora mismo en Cuba son pocas las divisiones que tienen un dueño exclusivo.
Amparado bajo la sombra y el morbo del regreso de varios de nuestros extraclases (sancionados por indisciplinas), el campeonato brindó una sucesión de pleitos que aunaron en el ring la porfía por la faja nacional y la rivalidad encarnada entre peleadores.
En los mini-moscas y en los moscas no hubo sorpresas, de antemano se sabía que Yosvani Veitía (49 kg) y Gerardo Cervantes (52 kg) cruzarían sus guantes con la tranquilidad de saberse reyes en sus divisiones. Las respectivas exhibiciones de ambos púgiles refuerzan la idea de que ahora mismo no hay quienes se atrevan a bajarles las coronas. Cero rivales en el patio, campean por su respeto, quizás esto influya en demasía en sus compromisos fuera de casa, tal vez con algún que otro rival de consideración en sus pesos y la latente preocupación por ocupar un puesto en la escuadra nacional, los resultados fueran otros en la arena internacional.
La tercera pelea del cartel final puso cara a cara a Marcos Forestal frente a Robeisy Ramírez. Un corto dejavu los trasportó a una escena ocurrida semanas atrás pero en la que desempeñaban roles distintos. Ramírez es sancionado y separado de la selección nacional y por tanto, a Forestal le toca a asumir el puesto del campeón olímpico. El del Guaso al encerado como actor principal, el cienfueguero al graderío a alentar como actor de reparto.
Ahora, casi un mes después, vuelve todo a su lugar y la oportunidad de ambos para colocar las cosas en su justo sitio. Robeisy no estaría apoyando a Marcos, todo lo contrario, está en la esquina de enfrente con las mismas ganas de aquel aliento que le ofreciera aquella noche de Serie Mundial, pero esta vez con la intención de transformarla en una andanada de golpes que le valgan su regreso al puesto de honor en la división.
El cienfueguero no estuvo a la altura de su excelsa clase, no arrasó con sus combinaciones de rectos, uppercut y jab, no desenfundó con violencia su swing de izquierda y no se movió con rapidez hacia los costados, hecho que aprovechó Forestal para pegar con efectivas combinaciones de riposta al plexo de su contrario defendiéndose como gato boca abajo para llevarse definitivamente el fajín de los 56 kg a casa.
En los 60 kilos, el pinareño Lázaro Álvarez se volvió a mostrar inexpugnable, un roble a la defensa que se mueve como un colibrí, capaz de pelear en las tres distancia sin que sus rivales puedan descifrar su rostro, cada vez más atrevido, ya no es aquel boxeador de dos años atrás que sabiéndose virtuoso de talento solo se dedicaba a complacerse él mismo reservando su poderío para ocasiones de peligro. Nuevamente, el zurdo hizo los deberes para coronarse campeón nacional por primera vez en su carrera, además de ser laureado con la distinción al púgil más técnico de la justa
Los 64 kg traerían de vuelta a otros de los recientemente sancionados, Yasniel Toledo, que se mediría en la final de la división al versátil Luis Oliva. Una pelea sin mucho caché, chata, en la que el camagüeyano supo conducir los hilos sin ningún problema. A su rival, Oliva, un talento que ha quedado solo en eso, los continuos cambios de divisiones le siguen pasando factura y no ha logrado asentarse en un peso específico lo que lo convierte en carné de cañón para las primeras figuras, en el peleador por excelencia de las finales nacionales, a las que siempre arriba pero de las que nunca sale con el puño de la victoria.
Por mucho, la final de los 69 kg era la de mayor morbo, un choque revancha, un pase de cuentas. De un lado y azul, Arisnoide Despaigne, del otro y rojo, Rosniel Iglesias. El primero un santiaguero que a sus 28 años probo el delicioso sabor de la gloria al proclamarse subcampeón mundial. El segundo, campeón olímpico, libra por libra el mejor boxeador de la Isla, separado de la selección nacional por indisciplina.
El pinareño venía por recuperar el terreno perdido, por demostrar que su estilo es un arma de exterminio en masa que pocos en el mundo pueden evadir una vez echada a andar su maquinaria. Su forma deportiva, era una incógnita, su clase nadie la pone en duda. Así, se treparon al ring, uno zurdo, otro derecho, el siniestro un galán entre las cuerdas, el diestro un tremebundo fajador.
En el primer asalto se tantearon, cada uno respeto el palmarés del rival, aunque Iglesias sacó una mínima ventaja. Con el segundo gong, vendría el vals de Rosniel, un padede en el que dejo totalmente perdido y fuera de ritmo a Despaigne, una soberana paliza a base de cintura y movimientos de torso como un balancín. Un, dos, jab al rostro, un, dos, swing de derecha y gancho al estómago, un, dos, un, dos, recto con ambas manos. Cuando el tercer round se dio por terminado y los jueces dieron el veredicto final, Rosniel giró hacia los aficionados y levantó sus dos brazos, solo para anunciar su regreso.
En 75 como en 81 kilos hubo vencederos de principio a fin. En ambas divisiones los ganadores se impusieron con el más mínimo esfuerzo, tanto Ramón Luis como Julio César La Cruz no tuvieron que excederse, solamente andar a medio gas para someter a sus rivales al patíbulo. Tal vez, Luis haya tenido que imprimirle un poco más de tenacidad a sus salidas, sudar más, intercambiar un par de veces, pero La Cruz, con eso le basta, con el nombre, en este peso los contendientes van directo a la horca sin la menor expectativa de arrebatarle un combate. ¡Cesar los que van a morir te saludan!
Erislandy Savón y Lenier Perot, cruceros al fin, se enfrascaron en un pleito rocoso, disputado desde el inicio, sin medias tintas, ambos fajadores no se cansaron de acorralarse en la corta distancia, tanto en el centro del ring como en las esquinas en franca provocación “a ver quién da más”. De esos furibundos latigazos, Perot fue mucho más preciso, pegando con un swing de izquierda efectivísimo que hizo retroceder un par de veces a Savón.
Pero como todo un tren, Erislandy a pesar de ir llevando el peor saldo en esos intercambios, no se detuvo y aceptó el reto. Reto que a la postre los jueces dieron por ganador al guantanamero aunque su exhibición se haya visto inferior a la de Perot.
El cartel lo cerró el ya habitual duelo entre Yoandi Toirac y José A. Larduet en + 91 kg. Un pleito, que a pesar de haberse decidido por estrecho margen, no cumplió con las expectativas pre-competencia. Ambos púgiles se vieron lentos, demasiados empalagosos y con demasiada cautela en sus guantes. En ese trance de confusión, Larduet sacó mayor provecho y en el último asalto con un poco más de ebullición en sus puños logró hacerse con la corona nacional.