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Por Marta Guarch-Rubio, Universidad San Jorge, Federica Cavazzoni y Guido Veronese, Universidad de Milano-Bicocca
Poco más de un mes transcurre entre el 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y de la Niña en la Ciencia, y el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Se trata de dos fechas que recuerdan el compromiso que las sociedades aún debemos a la promoción de los derechos e igualdad en las mujeres.
El último informe del Parlamento Europeo, que aborda la brecha salarial de género en Europa, constata que las mujeres ganan por hora casi un 12,7 % menos que sus compañeros varones y que las pensiones de ellas, superados los 65 años, son un 28,3 % más bajas que las de ellos.
Estas diferencias tienen distintas causas:
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Hay muchas más mujeres contratadas a tiempo parcial que hombres, fundamentalmente por la feminización de los cuidados familiares.
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Hay más mujeres en empleos peor valorados socialmente. Incluso en estos, es notable que, exigiendo un nivel de formación similar y presentando riesgos para la salud comparables, existan diferencias. Por ejemplo, los salarios de la construcción son más elevados que los de la limpieza, tradicionalmente ocupados por mujeres.
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Hay menos mujeres en puestos de toma de decisiones, lo que se conoce como techo de cristal. Una de las razones es la menor disponibilidad femenina para tareas de networking u horas extra, que contribuyen a ascender en la carrera profesional, pues son ellas las que dedican más tiempo al trabajo doméstico no remunerado.
¿Qué ocurre en el ámbito académico?
Una de las líneas de trabajo para mitigar la brecha salarial en la Unión Europea es el análisis de la representación de las mujeres en el ámbito académico. Informes europeos recientes como el de She Figures 2024 constatan que, aunque ellas acaban con mayor frecuencia estudios de bachiller, incluso de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, posteriormente existe una infrarrepresentación de mujeres en este sector laboral.
A su vez, en los ámbitos de Ciencias Tecnológicas, Ingeniería y Matemáticas hay más hombres con estudios de doctorado; mientras que las mujeres son mayoría en los doctorados orientados a la Educación (más del 60 %).
En cuanto a la investigación, solamente un 34 % de las personas con contrato de investigación son mujeres, aunque en la última década se ha acortado la brecha en el área de Ciencias Sociales, donde las mujeres alcanzan el 55 % de los contratos, frente a la de Ciencias Naturales (32 %) y a la de Tecnología (25 %).
En España, por ejemplo, pese a que las mujeres estudian más (son el 59,6 % del alumnado universitario), están menos presentes en las carreras con mejor inserción laboral (como las ingenierías y la informática, donde son un 11,9 % de los estudiantes).
Disparidad de oportunidades en la carrera académica
A igual nivel de formación, hombres y mujeres se desarrollan académicamente de forma diferente en función del género. Algunos estudios apuntan a que en un mundo en el que las mujeres investigadoras ya están infrarrepresentadas, además investigan y publican con menor periocidad, lo que repercute en su promoción académica y en su salario. A su vez, el menor volumen de mujeres investigadoras conlleva colateralmente una mayor ausencia de referentes femeninos.
Haciendo el análisis y más allá de las características de los contratos laborales, cuyas condiciones están estandarizadas por convenio y no pueden modificarse (es decir, no puede existir brecha salarial, por ejemplo, entre un hombre y una mujer con el mismo puesto), existen otras muchas actividades que otorgan visibilidad a la calidad investigadora y a la posibilidad de ingresos externos que contribuyen a la citada brecha salarial.
Por ejemplo, la asistencia a congresos, seminarios y estancias de investigación internacionales permiten establecer redes profesionales y potenciar las líneas propias de investigación. En este contexto también existe una mayor disponibilidad de ellos que de ellas, fundamentalmente en los periodos de edad que competen las tareas de maternidad y de crianza.
Estos periodos son críticos en el desarrollo de la investigación por ser etapas jóvenes en la vida investigadora, y a menudo, coinciden con la etapa de maternidad y de crianza. Son estas oportunidades las que “abren puertas” en el mundo académico a nuevas líneas de investigación, contratos o becas.
Al mismo tiempo, esta menor producción académica se traduce en una menor coautoría de trabajos y en menores oportunidades de ser citadas, hecho que en el mundo académico también contribuye al progreso, a la visibilidad y a la consolidación profesional.
Al igual que ocurre en otros sectores, todos estos elementos sostienen la brecha salarial y la infrarrepresentación de las mujeres en el ámbito académico, por lo que precisan un abordaje estructural. Se hace necesaria una revisión del sistema que sustenta estas desigualdades y se requiere de un compromiso sólido y comunitario para abrir camino hacia la igualdad de oportunidades en el mundo académico, y fuera de él.
Marta Guarch-Rubio es Doctora en Psicología en la Universidad San Jorge, y Federica Cavazzoni y Guido Veronese son investigadora postdoctoral y profesor asociado, respectivamente, en la Universidad de Milano-Bicocca.
Este artículo fue publicado en The Conversation. Lea el original.