Por Tamer Morris, University of Sydney
En una sorprendente conferencia de prensa en Washington, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, propuso que Estados Unidos “se hiciera cargo” de la Franja de Gaza y reubicara de forma permanente a los casi dos millones de palestinos que viven allí en países vecinos.
Antes de hacer estas declaraciones, Trump pidió a Egipto y Jordania que reasienten a los palestinos de Gaza, lo que ambos países rechazaron firmemente.
Sus nuevos comentarios, y la posibilidad de que Estados Unidos se apodere de un territorio soberano, fueron recibidos de inmediato con críticas y preguntas sobre la legalidad de tal medida.
Cuando se le preguntó qué autoridad permitiría a EE. UU. hacer esto, Trump no tuvo respuesta. Solo señaló que sería una “posición de propiedad a largo plazo”. Tampoco descartó el uso de tropas estadounidenses.
Pero ¿qué dice el derecho internacional sobre esta idea?
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¿Pueden los EE. UU. apoderarse de un territorio soberano?
La respuesta rápida es no: Trump no puede apoderarse de un territorio ajeno.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, el uso de la fuerza está prohibido. Este es uno de los fundamentos del derecho internacional desde la creación de las Naciones Unidas.
Estados Unidos solo podría tomar el control de Gaza con el consentimiento de la autoridad soberana del territorio. Israel no puede ceder Gaza a Estados Unidos. La Corte Internacional de Justicia ha dictaminado que la Franja es un territorio ocupado, y que esta ocupación es ilegal según el derecho internacional.
Por lo tanto, para que eso sucediera legalmente, Trump necesitaría el consentimiento de Palestina y del pueblo palestino.
¿Y qué hay de la expulsión de una población?
Una de las mayores obligaciones de una potencia ocupante se recoge en el artículo 49 de los Convenios de Ginebra. Este prohíbe a dicha potencia ocupante trasladar o desplazar por la fuerza a personas de un territorio.
Todos los demás estados también tienen la obligación de no ayudar a una potencia ocupante a violar el derecho internacional humanitario. Esto significa que si Estados Unidos quisiera desplazar a la población de Gaza por la fuerza, Israel no podría colaborar en esta acción. Y del mismo modo, Estados Unidos no puede ayudar a Israel a violar las normas.
Las potencias ocupantes pueden expulsar a una población por razones de seguridad.
Trump y su enviado a Oriente Medio, que visitó Gaza la semana pasada, han mencionado repetidamente lo peligroso que es. Trump se preguntó cómo la gente podía “querer quedarse” allí, diciendo que no tienen “más remedio” que irse.
Sin embargo, la expulsión de personas por este motivo solo puede ser temporal. Una vez que se considere que alguien puede regresar, debe hacerlo.
¿Qué ocurre si la gente se va voluntariamente?
El traslado de una población debe ser consensuado. Pero en este caso concreto, sería necesario el consentimiento de todos los palestinos de Gaza. Estados Unidos no podría obligar a nadie a mudarse si no quiere.
Además, un gobierno, como la Autoridad Palestina, no puede dar este consentimiento en nombre de un pueblo. Las personas tienen derecho a la autodeterminación, el derecho a determinar su propio futuro.
Un ejemplo perfecto es la migración: si alguien emigra de un estado a otro, es su derecho. No es un desplazamiento. Pero no está permitido desplazarlos por la fuerza.
Y utilizar lo que suena como una amenaza tampoco sería consensuado. Esto podría ser decir, por ejemplo: “si te quedas, morirás porque solo habrá más guerra. Pero si te vas, habrá paz”. Esto es la amenaza de la fuerza.
¿Forzar a la gente a irse sería limpieza étnica?
La limpieza étnica no se ha definido en ningún tratado o convención.
Sin embargo, la mayoría de los expertos en derecho internacional se basan en la definición del informe de la Comisión de Expertos sobre el antiguo Estado de Yugoslavia al Consejo de Seguridad de la ONU en 1994. Este definió la limpieza étnica como:
“Hacer que una zona sea étnicamente homogénea mediante el uso de la fuerza o la intimidación para expulsar de la zona a personas de determinados grupos”.
Así pues, según esa definición, lo que sugiere Trump podría clasificarse como limpieza étnica: expulsar al pueblo palestino de una determinada zona geográfica mediante el uso de la fuerza o la intimidación.
¿Qué se puede hacer si Trump sigue adelante con su plan?
Si Trump sigue adelante con este plan, cometería una violación de las reglas fundamentales que sustentan el derecho internacional.
Y el derecho internacional dicta que ningún país puede cooperar con otro en la violación de estas normas y que todos los países deben tratar de detener o prevenir cualquier posible violación. Esto podría incluir la imposición de sanciones a un país o la no prestación de apoyo a ese país, por ejemplo, mediante la venta de armas.
Un ejemplo perfecto de esto es cuando Rusia se anexionó ilegalmente Crimea en 2014: muy pocos países reconocieron esa incorporación territorial. La invasión a gran escala de Rusia en Ucrania en 2022 fue seguida por sanciones y la congelación de activos rusos, entre otras acciones.
Si Trump siguiera este curso de acción y es él quien instiga el traslado forzoso de una población, también podría ser personalmente responsable según el derecho penal internacional.
La Corte Penal Internacional ya ha emitido órdenes de arresto contra el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el exministro de Defensa israelí y un comandante de Hamás en relación con el conflicto.
El riesgo de este tipo de lenguaje
Uno de los peligros de este tipo de retórica es la posibilidad de deshumanizar al enemigo o al otro bando.
Trump lo hace a través de declaraciones como: “Si miras a lo largo de las décadas, todo es muerte en Gaza”, y reasentando a la gente en “bonitas casas donde pueden ser felices” en lugar de ser “acuchillados hasta la muerte”. Este lenguaje implica que la situación en Gaza se debe a la naturaleza “incivilizada” de la población.
El riesgo en este momento, incluso si Trump no hace lo que dice, es que la mera enunciación de su propuesta es deshumanizante para el pueblo palestino. Y esto, a su vez, podría conducir a más violaciones de las reglas de la guerra y del derecho internacional humanitario.
La forma despreocupada en que Trump habla de cosas como apoderarse de un territorio y desplazar a una población da la impresión de que estas reglas pueden romperse fácilmente, incluso si él mismo no las rompe.
Tamer Morris, Senior lecturer, international law, University of Sydney
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.