Madre de dos hijos adoptivos, transgénero y pastora de una iglesia protestante, Alexya Salvador considera que su vida en sí es un “acto político” y ahora está dispuesta a conseguir un asiento en la Asamblea Legislativa de Sao Paulo para “contradecir” la política de los poderosos en Brasil.
Desde hace dos años Alexya es pastora en Sao Paulo de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), que se autodefine como una congregación de “derechos humanos” con un mensaje positivo e incluyente hacia la comunidad LGBTI.
Fundada en 1968 en Estados Unidos, la iglesia tiene más de 400 comunidades alrededor del mundo, incluido Cuba, donde la pastora brasileña, de 37 años, celebró el año pasado la primera misa de transexuales en la Isla.
“La iglesia ha sido un canal de libertad para mí. Antes quería morir, intenté suicidarme tres veces, ahora quiero vivir”, cuenta Alexya, candidata por el Partidos Socialismo y Libertad (PSOL) para las elecciones de octubre.
En su iglesia, “radicalmente protestante” y decorada con banderas arco iris, lucha por las “causas sociales”, el “verdadero deseo de Jesucristo”, y quiere llevar esa batalla hasta la Cámara legislativa del estado más poblado y rico de Brasil para frenar el “retroceso de los derechos de las minorías”.
Alexya, dice, se opone a la llamada “bancada de la Biblia”, que reúne en el Congreso Nacional a legislados que defienden los intereses de iglesias evangélicas, y pretende enfrentar a nivel regional a “los fundamentalistas religiosos” que están en la política.
“Mi candidatura es de contradicción. Es un contrapunto dentro de la propia iglesia”, asegura.
De formación católica, la religión siempre ha estado presente en su vida y llegó a estudiar durante cuatro años en un seminario para ser cura, pero tan solo consiguió resolver sus “conflictos internos” gracias a la ICM, situada en el primer piso de un bajo edificio en el centro de Sao Paulo.
“La iglesia me auxilió, me comprendió. Me explicó que Dios me amaba como era, que no era una elección, que Dios me hizo así”, asegura la también profesora de portugués, madre adoptiva de Gabriel, un niño de 13 años con necesidades especiales, y Ana María, una niña de 11 años que también es transgénero.
Militante de los derechos LGBTI, Alexya considera que “el hecho de ser trans en el país que más mata transexuales del mundo es el mayor acto político que podría ejercer” y su candidatura, en sí, representa un “acto de supervivencia” en la búsqueda por representatividad dentro de la Asamblea Legislativa.
Pero su lucha no se limita a la defensa LGBTI: si consigue un escaño en la Cámara de Sao Paulo, asegura, también colocará sobre la mesa temas como la adopción, la educación y las ayudas a personas con necesidades especiales.
Su militancia, dice, es en favor de los derechos humanos y va en la dirección opuesta a la del candidato presidencial de ultraderecha Jair Bolsonaro, el segundo mejor colocado en las encuestas de intención de voto con alrededor de un 18 por ciento de apoyos.
El candidato ultraderechista, cuyo nombre Alexya prefiere no citar, acumula un largo historial de declaraciones machistas, homofóbicas, racistas o que, según muchos, incitan incluso a la violencia.
“Es la figura del retroceso total de Brasil. Representa todo lo que no debe ser dicho ni hecho. Representa todo lo que hay de peor”, subraya Alexya, una de las 47 candidatas transgénero que este año disputarán un cargo en las elecciones legislativas, regionales y presidenciales de octubre.
La representatividad transgénero en la carrera electoral ha aumentado nueve veces desde 2014, cuando tan sólo 5 candidatas entraron en la carrera electoral, según la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (Antra).
EFE / OnCuba