Las versiones difieren, pero en ambas el escenario es el mismo, es la misma época y el protagonista es la misma persona. La frase quedó inscrita en el imaginario colectivo y, pese al transcurrir del tiempo, suele aun utilizarse o se invoca cuando la situación aconseja una retirada oportuna.
Sucede que en 1916, el presidente conservador Mario García Menocal, empeñado en mantenerse en el poder, fue a la reelección y perdió frente al candidato liberal Alfredo Zayas. Quiso Menocal reconocer gallardamente su derrota, pero la camarilla áulica lo aconsejó en sentido contrario y se proclamó vencedor. Se alzaron en armas entonces los liberales en las provincias de Camagüey y Oriente, se apoderaron de las capitales de esos territorios e iniciaron el avance hacia la capital del país. Es lo que se ha llamado la rebelión de La Chambelona.
Mientras el Ejército se enfrentaba a los insurrectos, los conservadores sembraban el pánico en pueblos y ciudades y disolvían a tiros las reuniones de sus contrarios, por pacíficas que fueran. Pese a la violencia, en el bucólico poblado de Perico, en la provincia de Matanzas, las huestes liberales llamaron a un mitin; usaría de la palabra el joven político negro Aquilino Lombart. Seguro de sí mismo, Lombart encabezaba su perorata con un rotundo “¡Liberales de Perico!”, cuando un grupo de conservadores arremetía a tiros contra la multitud. Ahí mismo terminaron el discurso y el acto pues el orador solo atinó a agregar un “¡A correr!”, que poca falta hacía a esa hora cuando la mayor parte de los reunidos habían puesto ya pies en polvorosa.
La segunda versión es muy parecida. Solo que en ella no hay tiros. Se había situado la tribuna en el parque central del poblado, y cuando Lombart comenzaba a dirigirse a los congregados con aquel “¡Liberales de Perico!”, una yagua se desprendió de una palma cercana y, con su sonido característico, provocó la alarma consiguiente. Tan asustado como sus correligionarios, el disertante que no llegó a serlo exclamó: “¡A correr!”.
No faltan los que en lugar de “¡Liberales de Perico! ¡A correr!”, alteran el orden de las palabras, pero no el sentido de la frase, y expresan: “¡A correr, liberales de Perico!”. De cualquier manera es una frase que pervive en la memoria de la gente, aun cuando se desconozcan los detalles del suceso que le dio origen hace ya casi cien años.