Fotos: Jorge Laserna
Quienes transitan por la habanera calle de los Mercaderes siempre se sorprenden con un singular establecimiento que, ubicado en el número 156, recuerda aquellos talleres con pisos de losas de barro y grandes mesas de mármol, donde se vendían las aguas de rosas y de violetas de la época colonial. Se trata de la perfumería Habana 1791, que hoy abre sus puertas para deleitar a sus clientes con colonias elaboradas artesanalmente.
Rescatada por la gesta restauradora de la Oficina del Historiador de La Habana, la tienda ocupa un inmueble que tuvo varios dueños, entre ellos, los marqueses de Aguas Claras, en 1854, y la condesa de Villanueva, quien vendió la casa a don José Bruzón, en 1880. Más adelante, vivió don José Cánovas del Castillo, gobernador del Banco de España en Cuba. Otras familias habitaron esta casa que con el tiempo también asumió las funciones de almacén, cantina, café, farmacia y ferretería.
Esta edificación llega a nuestros días con el aroma inconfundible de la tradición; tras sus vidrieras, pequeños, medianos y grandes frascos artesanales concentran los olores de las colonias y aguas naturales que realiza la experimentada perfumista Yanelda Mendoza, a partir de la mezcla de aceites esenciales y maceraciones de tallos, pétalos y hojas. Nacen así los aromas de rosa, jazmín, violeta, azahar, lila y de otras flores que embellecieron a la ciudad de ayer, así como del tabaco, sándalo, vetivert y patchouly, estos últimos más apropiados para los caballeros. Otro de los atractivos de esta tienda, creada en el año 2000, es la posibilidad que tiene el cliente de pedir el aroma de acuerdo con su personalidad. Y si usted no llegara a comprar una de estas colonias puede perfumar su pañuelo con el olor de su preferencia, pues Habana 1791 insiste en retomar costumbres de antaño.
Junto a los perfumes, el elegante establecimiento, oferta piezas de exquisita factura como los dijes, aros, crucifijos, pendientes, anillos, pastilleros y otros accesorios elaborados por destacados orfebres y artesanos. Los frascos que distinguen a esta perfumería son también moldeados por prestigiosos ceramistas cubanos, y son sellados a la antigua: con corcho y acompañados de un verso dedicado a la flor que originó el aroma.
Habana 1791, bautizada así por ser esta la fecha de inauguración del Palacio de los Capitanes Generales, hoy Museo de la Ciudad, pone a disposición de los clientes flores de naturaleza muerta, aceites perfumados, velas aromáticas y bolsas de materia vegetal seca para perfumar escaparates, entre otros complementos. Además del área destinada a la elaboración artesanal de las colonias, la tienda cuenta con un espacio para la venta de marcas reconocidas de la perfumería.
Bañada por la luz que pasa a través de los vitrales realizados por la creadora cubana Rosa María de la Terga, en la perfumería Habana 1791 es posible comprar arte y belleza: una tienda que evoca una antigua tradición; un lugar donde, en fecunda unión, conviven la cultura y la historia.