Latinoamérica ha marchado de acuerdo al ritmo de los centros del capital global en estas décadas, sobre todo bajo la presión de Estados Unidos y China. ¿Cuáles son los cambios en esta relación de centros, semiperiferias y periferias? Ante esta pregunta, no solo la subordinación de los países europeos a Estados Unidos hace hablar de semiperiferias, sino que esto se refuerza con las nuevas posiciones de los países emergentes, antes considerados únicamente en la periferia: en Latinoamérica han despuntado Brasil y México.
Aunque todavía lejos de estos, Colombia ha logrado en este año mejoras económicas significativas, incluso sobre Chile. Argentina ha recibido graves golpes económicos y su inflación anual (229,8 %) supera a la de Venezuela (59 %).
En estos cambios económicos, se han vuelto cada vez más importantes las relaciones comerciales con China, que en este año superarán los 490 mil millones de dólares; además, existen incrementos del flujo de capital con Turquía y la India.
Los bloques hegemónicos han preparado una situación de guerras (Ucrania, Palestina, Líbano, Irán, Siria), además de otros conflictos, en los que tienen un papel central, de un lado, Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea, y de otro, Rusia, los países árabes y sus alianzas.
A estos conflictos bélicos se suman las guerras comerciales de Estados Unidos contra China y las miles de sanciones contra Rusia, creando un ambiente inestable para la política y la economía mundial.
Las sanciones recientes de China a empresas de Estados Unidos arrinconan a ciertos productos tecnológicos y de guerra. Esta situación ha provocado una contracción económica en Estados Unidos y Europa; Alemania, el motor industrial del continente, sigue en recesión.
En el avance de estas fuerzas, los países latinoamericanos se han situado de modo dispar: la mayoría han adoptado la neutralidad; en algunas circunstancias, de modo más impulsivo, los gobiernos de Noboa, Boluarte y Milei han favorecido el discurso de la guerra.
Desempeños económicos
América Latina, según el Banco Mundial, se proyecta a un crecimiento de 1,9 % en 2024, una disminución de 0,3 % respecto a 2023 (2,2 %).
La región disminuyó en pobreza a 26,8 %, si se compara con el 29,7 %, en el peor momento de la pandemia. El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, para América Latina y el Caribe sigue siendo el más alto del mundo: 49,9 % en 2022 y 49,7 % en 2023 y 2024.
Los problemas estructurales como la dependencia, acumulación desigual, extractivismo sin incorporación de valor agregado, desindustrialización, desigualdad de género y racial, cargas impositivas regresivas (que benefician a las élites), sistemas educativos débiles, brechas digitales, políticas estatales poco efectivas, fuerte migración y bajos estímulos laborales son limitaciones que no han sido corregidas y que más bien se profundizan. Además, los conflictos internacionales han impactado en la volatilidad de los precios de los commodities.
Ante esta situación, Latinoamérica puede abrirse campo en los sectores de servicios, industria, energía renovable y tecnología, economía circular, respetando los derechos de la naturaleza, aprovechando su situación geográfica, y no solo ubicarse en la comercialización; en medio de una cada vez más vasta automatización y robotización de los procesos, que incluyen la inteligencia artificial.
La perspectiva es importante, si se toma en cuenta, como dice la CEPAL, que cerraríamos con una nueva década perdida (2015-2024): una tasa promedio de crecimiento de 0,9 % —inferior al 2 % de los años ochenta— y con un punto de inflexión en productividad.
A pesar de esto, es interesante el análisis de la revista inglesa liberal The Economist, que con los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), muestra el desempeño económico de esta agrupación de países. En los primeros lugares resalta Colombia (6), por delante de Israel (también sexto), Suiza (9), Chile (11), México (16), Estados Unidos (20), Noruega (23), Alemania (23) y Japón (25). Además de observarse dinámicas capitalistas fortalecidas de algunos países latinoamericanos —teniendo en cuenta el crecimiento económico, la inflación, el desempeño bursátil, la reducción del desempleo y el balance fiscal—, también se subraya el declive relativo de algunas naciones europeas y asiáticas.
Una de las debilidades de América Latina sigue siendo la deuda, en sus distintas variantes. Argentina, con una deuda externa total de 286 881 millones de dólares, y de esta, con el FMI de 42 181 millones, y Ecuador con una deuda externa de 49 679,73 millones, y de esta, 8 308,2 millones con el FMI —y en estas semanas se sumarán otros 500 millones—, son dos de las economías con mayor contracción económica en 2024.
Argentina cierra el 2024, tras un año del gobierno de Milei, siendo el país con el mayor incremento de la pobreza: el 52,9 % de la población. Por su parte, a modo de contraste, a pesar de la elevada deuda externa de Brasil (más de 2 billones), en el gobierno de Lula se ha tenido una de las mayores reducciones de la pobreza, de 31,6 a 27,4 %, lo que representa 8,6 millones de personas. En un año, México, con una deuda externa del 15 % de su PIB, ha reducido la pobreza en un 2,2 %, es decir, casi tres millones de personas, y se mantiene con una de las menores tasas de desempleo, 2,8 %.
No obstante, es un desafío que el desarrollo económico vaya de la mano con el bienestar social. En educación, las pérdidas han sido considerables desde la pandemia, según los datos de la evaluación PISA, 1 de cada 2 jóvenes de 15 años está por debajo del nivel básico de competencia lectora y 3 de cada 4, en competencia matemática. Aumentan los años de escolaridad, pero disminuye la calidad de aprendizaje. El gasto en salud de la región es de 4,5 % del PIB, por debajo del estándar de 6 %, marcado por la Organización Mundial de Salud (OMS); así también, 3 de cada 10 personas tienen necesidades de salud insatisfechas. La crisis climática también provoca graves riesgos en la salud, aparte de los problemas económicos.
Giros políticos
Con la victoria de Claudia Sheinbaum en México (con el 60 % del electorado), se consolida la 4ta Transformación por un sexenio más. En Uruguay, el regreso del Frente Amplio al gobierno ampliará a 20 años la gestión, con Yamandú Orsi a la cabeza (con un interludio de Lacalle Pou). Estos triunfos fortalecen el nuevo giro político progresista, junto a Lula y Petro, y los gobiernos más moderados de Boric y Arce, que han sido duramente criticados por las organizaciones de izquierda de sus propios países.
Al contexto regional se suma la problemática levantada por la cuestionada reelección de Maduro, en medio de acusaciones de fraude. Estas elecciones nivelan el tablero político, a un año de la victoria de Milei en Argentina, Peña en Paraguay y Noboa en Ecuador.
El triunfo de Trump con un discurso nacionalista (America First) y la continuación de la privatización del sector público, muestran a un candidato que surge en la crisis política estadounidense, en la pugna de republicanos y demócratas. Trump, en una situación contradictoria, dice que terminará la guerra de Ucrania y al mismo tiempo que quiere fortalecer la presencia de Estados Unidos en Medio Oriente. Trump habla de deportaciones masivas, lo que afecta al migrante latinoamericano, algo también contradictorio con la industrialización que propone la élite: la necesidad de mano de obra barata migrante; algunas fábricas y plantaciones agrícolas reportan hasta el 50 % de empleados indocumentados. La respuesta de Sheinbaum, y otros presidentes de la región, han censurado las propuestas antimigrantes y racistas de Trump.
Cumbres y relaciones internacionales
En el mes de octubre, Rusia realizó la XVI Cumbre de los BRICS con 36 países presentes y gran protagonismo latinoamericano, que incluyó como participantes a Venezuela, Cuba y Bolivia. Trump amenazó a los BRICS por la posible creación de otra divisa, lo que más bien demostró temor.
En noviembre, a pesar de la situación política inestable del Perú, este logró inaugurar el Megapuerto de Chancay, con la ayuda de China, el más grande Sudamérica y uno de los más grandes del mundo —y que cambiará el comercio de la región— en medio de la Cumbre de los países del Pacífico, que contó con la presencia del mismo Xi Jin-Ping y Joe Biden.
En esos mismos días, se realizó la Cumbre Iberoamericana en Ecuador, con la menor cantidad de presidentes registrada en la historia y sin llegar a ningún acuerdo. Pocos días después, se realizó el G20 en Brasil, en Río, en el que salió fortalecida la imagen del anfitrión, Lula, así como de Sheinbaum y Petro, quienes abogaron por la transición económica de las energías fósiles a las amigables con la naturaleza, la paz y la lucha contra la pobreza. Estos discursos son expresión del cambio climático que vive la región, así como de la crisis energética. (Ecuador y Cuba han vivido una gran crisis energética en este año.)
En adición, también cambiarán las relaciones comerciales entre Sudamérica y Europa, gracias al acuerdo comercial logrado entre el Mercosur y la Unión Europea. Tras la 65a Cumbre del Mercosur en Montevideo, los países del Mercosur liberalizarán las importaciones en un 91 % y la UE en un 92 %; y se proponen también eliminar aranceles en automóviles, textiles, maquinaria, productos farmacéuticos y químicos. En ese orden, se incrementará la inversión extranjera directa de Europa a Sudamérica.
Varios representantes europeos, como Macron, cuestionan que el viejo continente se pueda inundar de productos agrícolas de los países del Mercosur, creando una mayor crisis. Estas medidas se toman, por el lado europeo, ante las alarmas por el crecimiento de la presencia de China en la región.
En 2024, al igual que en años recientes, han existido cambios importantes en el posicionamiento geopolítico de la región latinoamericana; se avizoran transiciones políticas y económicas más profundas, y con mayor protagonismo para Latinoamérica, en medio de las disputas hegemónicas globales y la reconfiguración de los bloques internacionales.