La crisis en la frontera sur de Estados Unidos, en la localidad de Del Río, con la concentración de poco más de 10.000 haitianos deseosos de ingresar al país, comenzó a desmoronarse cuando hace cuatro días unas imágenes funestas comenzaron a aparecer en la prensa. Decenas de miembros de la Patrulla Fronteriza fueron vistos agrediendo a caballo a los haitianos que cruzaban el río Grande para llegar a la otra orilla, símbolo de un futuro distinto para esos migrantes.
Pero la respuesta del gobierno de lado “de acá” no fue la mejor. No solo los agredieron, sino que muchos fueron deportados. De hecho, cuando fueron dejados a su suerte en la pista del aeropuerto de Puerto Príncipe, los deportados se rebelaron, agredieron a las tripulaciones de los aviones, intentaron tomarlos por asalto para regresar a Estados Unidos por la fuerza —lo cual habría, sin dudas, empeorado su situación—, hasta que fueron dominados por lo que queda de la policía haitiana.
Es cierto que el secretario del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) el cubanoamericano Alejandro Mayorkas, condenó la reacción de la Patrulla Fronteriza en Del Río y ordenó una investigación, como siempre, con la suspensión de los agentes implicados. Aun así, este viernes, en una rueda de prensa en la Casa Blanca, Mayorkas intentó sacarle lastre al hecho. “El director de la Patrulla Fronteriza me dijo que nunca una había visto una situación así en treinta años de servicio”, justificó.
Pero a lo que Mayorkas intentó no prestarle atención fue la razón principal de la desactivación de la crisis porque quizás la provocó él mismo cuando la cuestión haitiana tuvo su peor retroceso: el día anterior el enviado especial de la administración Biden para Haití, Daniel Foote, había renunciado a su cargo.
Foote argumentó lo que todos sabían. Que la situación es muy inestable, que el país no tiene un gobierno activo y que la expulsión de los refugiados a gran escala a un país con esa realidad es “inhumana”.
“Foote hizo lo que le quedaba por hacer. Estaba trabajando con mucho ahínco con la comunidad haitiana en Estados Unidos y se estaba preparando una hoja de ruta para solucionar, aunque de forma parcial, esta situación”, explica Marie Jonas Bertran, una abogada de inmigración de Miami que ha colaborado con el Departamento de Estado para apaciguar la crisis.
Un paréntesis: como la crisis se localizó en la frontera, el DHS era responsable por intentar solucionarla. El Departamento de Estado, si bien participó en el grupo de trabajo, no tuvo la voz cantante. Esto quizás llevó al desastroso desenlace, porque Inmigración no suele tener dotes diplomáticas.
Foote fue nombrado para el cargo en julio, luego del asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse. Antes de las expulsiones de los refugiados migrantes de la pequeña ciudad fronteriza de El Río, se sabía que el diplomático de carrera se sentía profundamente frustrado con lo que consideraba una falta de urgencia en Washington y el ritmo casi congelado de los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida en Haití. Después de todo, Estados Unidos ha intervenido en el país continuamente desde que en 1994 facilitó el regreso del cura Jean Bertrand Aristide, primero electo democráticamente tras una sucesión de gobierno militares y autoritarios, y luego sacado del poder por los mismos militares y exiliado en Estados Unidos. No tan curiosamente, Aristide terminó exiliado en África del Sur, cuando dejó de seguir religiosamente la política de Washington para el Caribe.
El miércoles, cuando se enteró de los planes para deportar a los haitianos sin antes ser presentados ante un juez de inmigración, Foote le comunicó por escrito al presidente Biden que renunciaría de inmediato “con una profunda decepción y disculpas a quienes buscan cambios cruciales”.
“No me van asociar a la decisión inhumana y contraproducente de deportar a miles de refugiados e inmigrantes ilegales haitianos a Haití, un país donde los funcionarios estadounidenses están confinados en recintos seguros debido al peligro que representan las bandas armadas para la vida diaria, escribió. Es más, amplió, “nuestro enfoque político hacia Haití sigue siendo profundamente defectuoso. Mis recomendaciones de políticas han sido ignoradas y descartadas, y fueron (públicamente) alteradas para proyectar una narrativa diferente a la mía”.
Como era de esperar, el Departamento de Estado criticó a Foote por dimitir en un momento crítico y rechazó las sugerencias de que se pasaron por alto sus medidas.
“Este es un momento desafiante que requiere liderazgo”, dijo el portavoz Ned Price. “Es lamentable que en vez de participar en un proceso de políticas orientado a soluciones, Foote haya renunciado y caracterizado erróneamente las circunstancias de su renuncia”, agregó el portavoz sin precisar las discrepancias.
Dijo que la función de los asesores del presidente es brindarle el mejor asesoramiento posible. “No se ignoran las ideas, pero no todas son buenas ideas”, enfatizó Price.
El campamento de los haitianos ha desaparecido prácticamente este viernes. De 14.000 personas que tuvo el sábado pasado, quedan ahora unas 200 a la espera de ser expulsadas o presentadas ante un juez de inmigración.
¿Cuándo comenzó la crisis?
La crisis comenzó en enero de 2010, después de un terremoto que dejó entre 300.000 y 400.000 muertos, según diversas cifras. Con una economía arrasada, los haitianos comenzaron una migración silenciosa, mayormente hacia Latinoamérica, aprovechando la oferta de trabajo de dos países, Brasil y Chile, que buscaban mano de obra para la agricultura, labor en la que los haitianos tienen gran experiencia por su migración también hacia los campos de República Dominicana.
En Brasil el objetivo era ponerlos a trabajar en la industria azucarera, en Chile la agricultura también tenía falta de fuerza de trabajo. Ambos países diseñaron mecanismos legales y migratorios para recibirlos.
Pero hace unos cinco años esos mecanismos fueron anulados y dejaron a los haitianos en el limbo.
Comenzó entonces un lento y casi desapercibido movimiento migratorio hacia el norte sin que Estados Unidos le prestaran mucha atención. Por eso, muchos de los haitianos entrevistados durante estos días por las cadenas de televisión hablan portugués con acento brasileño y español como los chilenos o los colombianos. “He pasado por nueve países para llegar aquí”, dijo un haitiano a la cadena CNN en el campamento de El Río.
La crisis en la frontera puede estar solucionada, según Mayorkas; pero lo cierto es que 30.000 haitianos ya están al norte del río Grande. Muchos en centros de procesamiento del DHS; otros han sido liberados con el “compromiso” de presentarse a las autoridades cuando sean convocados. Y esa es la cuestión: ¿lo cumplirán cuando se integren a sus comunidades?
Muchos creen que la crisis no ha sido resuelta, sino postergada.
El gobierno cubano está detrás de esa desestabilización migratoria de los haitianos para crear caos en las fronteras de EEUU, es imposible que esos haitianos lleguen por mar a EEUU sin que sean detectados por la guardia cubana.