A un año de las elecciones en Brasil, la posibilidad de regreso al poder de Luis Inacio Lula da Silva, Lula, perece consolidarse, poniendo en aprietos a la ultraderecha encabezada por el presidente Jair Bollonado, cuya imagen va perdiendo aprobación popular semana tras semana.
Ese creciente malestar se expresa tanto en las en las encuestas como las calles. Ayer 2 de octubre, un año antes de las elecciones, varios grupos de la oposición y sindicales se manifestaron en distintas ciudades brasileñas contra su gestión y su política económica.
Según sondeos, Bolsonaro tiene un índice de rechazo del 65% y una intención de voto que no rebasa el 30%. Por oposición, las mediciones dan como claro favorito a Lula, con casi un 50%, aunque contemplan también a media docena de posibles candidatos de la llamada «tercera vía», que intentan romper la polarización. En su conjunto suman solo cerca de un 15%.
Las dificultades de Bolsonaro son múltiples. Su administración no parece tener soluciones para recomponer su imagen, consistentemente dañada por su autoritarismo y su proyección antidemocrática. El jefe de Estado tiene que lidiar, además, con una inflación que llegará a dos dígitos, una economía golpeada por la pandemia de coronavirus, un desempleo del 14 % y una comprometida crisis fiscal.
También está en el ambiente la conclusión de una investigación parlamentaria sobre la pandemia, que puede llevar a Bolsonaro ante la Justicia por su negacionismo pandémico y por irregularidades en la compra de vacunas, entre otros temas.
En cuanto a Lula, superados los problemas que le llevaron a pasar 580 días en la cárcel condenado por cargos de corrupción, luego anulados, parece estar más suelto que nunca conformando la que será su quinta candidatura presidencial.
Lula ya tiene previstas reuniones privadas con partidos de centro y derecha que conforman la hoy frágil base de apoyo a Bolsonaro, pero que entre 2003 y 2011 estuvieron en su coalición de gobierno.
Favorecido por la ola anti Bolsonario, Lula se presenta con un discurso humanista, toca los puntos frágiles del poder ejecutivo y en especial el hambre que hoy pasan millones de brasileños, erradicada durante su gestión presidencial.
Distintos observadores y analistas de la situación brasileña coinciden en señalar que la búsqueda de una candidatura única que rompa la polarización entre Lula y Bolsonaro hasta ahora no se concreta, y que tiene al tiempo en su contra.