El número de fallecidos por el ataque de este jueves contra una academia de policía en Bogotá ascendió a 21, más del doble de los reportados inicialmente, lo que lo convirtió en el atentado más mortífero de los últimos años contra un objetivo policial o militar en Colombia.
El atentado, ejecutado con un coche bomba, resultó especialmente perturbador porque el objetivo, la escuela General Santander en el sur de Bogotá, es una de las instalaciones más protegidas de la capital y existen indicios de que podría tratarse de un ataque suicida, algo sin precedentes en las décadas de violencia política en la nación andina.
El presidente Iván Duque, que visitó la academia después de la tragedia, tuvo cuidado de no culpar a grupo armado alguno, pero condenó lo que él calificó de un acto terrorista “infame” que recordó algunos de los capítulos más sangrientos del pasado reciente de Colombia.
“Hoy los terroristas buscan intimidarnos como sociedad y amedrentar al Estado colombiano”, dijo Duque en un discurso televisado, en el que decretó tres días de duelo nacional. “Colombia les demostrará que esta es una Nación fuerte, unida y que no se quiebra ante la demencia de estas agresiones”.
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Entre los muertos se encontraba una cadete ecuatoriana de primera clase. Entre los heridos hay dos estudiantes visitantes de Panamá.
En las últimas horas, las autoridades colombianas atribuyeron el atentado al Ejército de Liberación Nacional (ELN), grupo guerrillero con el que estaban congelados los diálogos de paz desde la llegada de Duque a la presidencia.
Con la ayuda de cámaras de seguridad, la policía identifió al sospechoso del ataque con bomba como un hombre de 56 años llamado José Aldemar Rojas, quien murió en el ataque.
El ministro de Defensa, Guillermo Botero, dijo en conferencia de prensa que Rojas era miembro del ELN y usaba el alias de Mocho Kiko. Aseguró que era un experto en explosivos que había perdido un brazo durante su larga carrera en una célula del ELN cerca de la frontera con Venezuela.
El fiscal general Néstor Martínez dijo que Rojas condujo una camioneta Nissan modelo 1993, cargada con 80 kilogramos (175 libras) del explosivo pentolita, a través de un puesto de seguridad hacia el frondoso campus de la escuela, donde acababa de terminar la ceremonia de inicio del año.
Martínez también anunció la detención de un hombre llamado Ricardo Carvajal, quien reconoció su participación en el ataque en una conversación telefónica que fue interceptada. Añadió que fue arrestado en un allanamiento el viernes por la madrugada en Bogotá y que las autoridades incautaron uniformes militares y un manual del combatiente rebelde. Será acusado en las próximas horas de terrorismo y homicidio.
Hasta el momento, ni el ELN ni ninguna otra organización ha reconocido la autoría del ataque.
#ATENCIÓN En menos de 24 horas, autoridades establecieron responsabilidad del #ELN en el atentado terrorista en la @EscuelaDCadetes. Integrantes del Comando Central (COCE) responderán como determinadores del hecho pic.twitter.com/qsdUANfQRk
— Fiscalía Colombia (@FiscaliaCol) January 18, 2019
Hubo informes, hasta ahora no confirmados, de que cuando los perros entrenados detectaron los explosivos, el conductor se puso nervioso y embistió el punto de revisión hasta llegar al campus, donde explotó momentos más tarde frente a un dormitorio para mujeres cadetes.
Los videos grabados con teléfonos celulares mostraban a policías en pánico acarreando a sus colegas heridos en camillas a lo largo de una calle llena de escombros y cadáveres despedazados frente al armazón de acero que quedó del vehículo usado para el ataque y que aún estaba ardiendo.
El ELN ha estado intensificando sus ataques contra objetivos policiales e infraestructura petrolera en medio de un conflicto con el gobierno conservador de Duque por el estancamiento de las conversaciones de paz. Hace un año, el grupo reivindicó el atentado con bomba contra una comisaría de policía en la ciudad costera de Barranquilla, que dejó cinco policías muertos.
Pero hasta el presente, el grupo guerrillero –que se cree cuenta con unos 1,500 combatientes– nunca ha tenido la capacidad ni ha demostrado interés por realizar un acto de violencia tan espectacular. El ataque del jueves fue el más sangriento desde 2003, cuando la explosión de un coche bomba en el club bogotano de alta sociedad El Nogal dejó 36 muertos, un atentado que endureció la actitud de los colombianos hacia las FARC, el otro grupo insurgente hoy convertido en partido político.
Duque ha exigido al ELN el cese de todos los ataques y secuestros como condición para reanudar las conversaciones y ha condenado a Venezuela y Cuba por supuestamente proporcionar un refugio a los líderes rebeldes mientras sus fuerzas continúan sembrando la violencia en Colombia.
Durante décadas, los residentes de Bogotá vivieron con el temor de verse atrapados en un ataque con bombas de los rebeldes izquierdistas o del cártel de drogas de Medellín de Pablo Escobar.
Sin embargo, a medida que el conflicto colombiano se ha ido calmando, los ataques terroristas han caído a niveles históricamente bajos y los residentes a su vez han bajado la guardia, algo que amplificó el impacto del atentado del jueves.
“Este es el máximo impacto que cualquier acto terrorista puede tener”, dijo el director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, Jorge Restrepo.
Restrepo dijo esperar que el ataque sea un momento decisivo para Duque, quien fue elegido el año pasado con una agenda de ley y orden muy crítica con el establecimiento de la paz de su predecesor, pero desde que asumió el cargo ha tomado una postura más moderada.
En medio de la tragedia hubo grandes muestras de solidaridad.
Decenas de vecinos hicieron filas en cuatro puntos de la ciudad para donar sangre para tratar a más de 70 heridos.
Lorena Mora, de 25 años, dijo que pasó dos horas de angustia buscando a su hermano, cadete de la escuela desde hace siete meses. Finalmente lo encontró en el hospital policial, donde se encontraba la mayoría de los agentes heridos. Dijo que estaba conmocionado, pero solo había sufrido un esguince en una rodilla.
“Cuando logré entrar a verlo”, dijo “la tranquilidad fue inmediata”.
Numerosos gobiernos y organizaciones internacionales han ofrecido sus condolencias al gobierno y el pueblo de Colombia, entre ellos el de Cuba, país que sirvió de sede a las últimas rondas de los diálogos de paz entre Bogotá y el ELN.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, transmitió las condolencias oficiales en su cuenta de Twitter, en la que afirmó que La Habana “rechaza y condena todos los actos, métodos y prácticas terroristas en todas sus formas y manifestaciones”.
AP / OnCuba