La pandemia de la COVID-19 se sigue extendiendo. Pero al mismo tiempo en que aumenta el escepticismo y la gente rehúsa vacunarse, no puede llevarse una vida por entero normal cuando se incrementan las exigencias de pruebas negativas y de vacunaciones para poder entrar a un restaurante o un cine. Entonces surge un nuevo mercado: el de las falsificaciones.
Europa se ha vuelto un terreno fértil para esta actividad. Varios países están informando sobre casos cada vez mayores de certificados falsos de pruebas negativas y de vacunación.
En Francia, las autoridades dijeron el lunes que habían detectado más de 180 000 certificados falsos desde el verano. Y en Italia la policía de la capital siciliana, Palermo, arrestó el martes a un líder de un movimiento antivacunas y a una enfermera acusada de aceptar pagos por vacunas falsas.
Las autoridades francesas precisaron que solo las personas vacunadas serían elegibles para ingresar a restaurantes, cafés y otros lugares públicos. La noticia puso de relieve que la resistencia a las vacunas sigue siendo fuerte en determinados sectores de la población.
El ministro del Interior, Gérald Darmanin, dijo que se han abierto unas 400 investigaciones sobre redes de personas sospechosas de vender certificados falsos, incluidos algunos relacionados con profesionales de la salud.
Los medios de comunicación locales informaron recientemente varios casos de médicos sospechosos de haber vendido certificados falsos. El escrutinio ha aumentado luego de la muerte de una mujer en un hospital de París después de haber mostrado un certificado de vacuna que no era verdadero.
En Sicilia, la policía de Palermo dijo que a una enfermera se le había pagado entre 100 a 400 euros (113 a 451 dólares) por fingir inocular a las personas en un centro de vacunación para que pudieran obtener un Pase Verde, documento de salud que se exige en Italia para trabajar y participar en actividades sociales.
Un video transmitido por los medios de comunicación italianos mostró lo que la policía describió como una enfermera fingiendo inyectar el contenido de jeringas vacías en los brazos de las personas.
La policía arrestó a un hombre identificado como Filippo Accetta, activista local contra las vacunas; a Anna Maria Lo Brano, enfermera; y a otro acusado de cohecho, malversación y falsificación de documento oficial.
Se cree que otras ocho personas fueron vacunadas falsamente en el centro de Palermo, según Francesco Lo Voi, el fiscal local.
Dijo que una investigación inicial sugirió que otros trabajadores de la salud en el centro no estaban al tanto del fraude.