A mediados de esta semana, un canal de televisión en Estados Unidos especializado en documentales presentó un pequeño reportaje sobre un problema que preocupa y asusta a muchos afganos por estos días: qué pasará con la mujeres si los talibanes regresan al poder.
El miedo nace con una reciente decisión del presidente Joe Biden de retirar de Afganistán a las tropas estadounidenses estacionadas allí hace veinte años, desde que después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 acabaron con el gobierno de los talibanes, a quienes acusaron de albergar a efectivos de al Qaeda responsables del atentado a las torres gemelas.
Los talibanes, que se refieren a sí mismos como el Emirato Islámico de Afganistán, son un movimiento islamista de origen sunita formado a finales de 1994, y que introdujo en el país la Ley Sharía, que acaba con los derechos de las mujeres y las confina en sus casas bajo las órdenes de sus esposos, entre otras cosas. A la población la sumen en la ignorancia, la educación es limitada y el aprendizaje se restringe, básicamente, a la religión. La herencia cultural afgana no existe. Los talibanes la consideran una consecuencia de la influencia infiel de la colonización inglesa y francesa. Cuando estaban en el poder, destruyeron a bombazos dos enormes estatuas de Buda de más de 1 500 años.
A partir del 11 de septiembre casi 3 000 tropas estadounidenses serán retiradas. Todavía no se sabe lo que pasará con las restantes 7 000 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Gran parte de la población afgana está preocupada con el futuro de un país que parecía haberse desprendido de los talibanes y sus abusos de poder.
El estamento más frágil son la mujeres y la niñas, a las que no conceden ningún derecho, ni siquiera la posibilidad de estudiar y de tener una profesión.
En el documental citado una joven médica, Habeba, se tapó el rostro para hablar. “Para ellos [los talibanes] las mujeres no pueden ser médicas. Aunque hayamos estudiado fuera del país, no podemos trabajar en un hospital. No podemos ver el cuerpo de un hombre desnudo. Y podemos morir por eso. Estoy muy asustada”, dijo.
Como explica Aaban, una estudiante de arquitectura –curiosamente su nombre significa en árabe “Ángel de Acero” – durante los últimos veinte años los afganos han logrado reconstruir mínimamente la sociedad. Tienen parlamento, gobierno, escuelas superiores, un ejército y una policía razonablemente bien equipados, comercio, algo que se parece a un economía y gozan del reconocimiento de sus vecinos.
“Los talibanes son lo contrario. Es el aislamiento y el oscurantismo. No entiendo por qué la prisa de los estadounienses en irse. Volveríamos a la ‘barbaridad’ [sic]”, explicó.
Biden ha dicho que retira sus tropas porque la guerra en Afganistán ya lleva mucho tiempo. Los estadounidenses han estado en Afganistán el doble del tiempo que estuvieron en el Sudeste Asiático.
“Nosotras las mujeres vamos a ser las mayores víctimas. Se van ensañar con nosotras porque durante estos años todas estudiamos, tenemos médicas, abogadas, profesoras, arquitectas y militares. En todas las profesiones. ¿Cuándo un talibán va admitir una mujer oficial del ejército o de la fuerza aérea? Ya tenemos mujeres pilotos, para ellos eso es inadmisible”, explica Habeba.
El Consejo de Relaciones Internacionales (CFR, por sus siglas en inglés) acaba de publicar un estudio sobre la situación actual de Afganistán y la amenaza de los talibanes.
“En 2020 los talibanes firmaron un acuerdo de paz con Estados Unidos y entablaron negociaciones con el gobierno afgano para compartir el poder. Sin embargo, siguieron atacando a las fuerzas gubernamentales y a la población civil. Las negociaciones se han congelado en varias ocasiones, lo cual ha llevado a muchos a cuestionarse si las tropas estadounidenses permanecerán en Afganistán, indica el estudio.
Es así, prosigue, “que muchos analistas advierten que la violencia puede escalar en 2021 y que el proceso de paz está condenado al fracaso, agudizando las posibilidades de una guerra civil en gran escala, bajas y actividades de grupos terroristas”. Todo esto porque, dice, los talibanes son una fuerza poderosa “que amenaza las instituciones democráticas afganas, los derechos ciudadanos y la seguridad regional”.
Laurel Miller, uno de los autores del documento en su calidad de director para Asia del International Crisis Group y antiguo enviado especial para Afganistán y Pakistán del Departamento de Estado, cree que la decisión de Biden de sacar las tropas tiene consecuencias que, quizás, el presidente no tiene claras.
Biden “tiene que decidir si el riesgo de actividades terroristas que puede emanar de Afganistán justifica la manutención de las tropas allí, lo cual es incompatible con todo acuerdo político con los talibanes. Y [también] tendrá que considerar que mantener las tropas allí puede hacer caer sobre la administración la responsabilidad de perpetuar la participación de Estados Unidos en este conflicto de veinte años”, afirma en un comentario que acompaña el estudio del CFR.
Durante la conversación con los tres jóvenes afganos, Qadr se mantuvo callado casi todo el tiempo. Lo suyo fue confirmar con un gesto de la cabeza lo que dijeron sus amigos. En una de sus dos intervenciones dijo lo siguiente: “Nuestro destino parecer ser estar ocupados toda la vida. Por nosotros mismos y por extranjeros. Como si no supiéramos portarnos bien”. Por cierto, Qadr en lengua darí, una de las dos que se habla en ese país (la otra es el pashto) quiere decir “destino”.