En un promedio de 10 horas de trabajo en una plataforma de transportes, se conversa mucho. Pero hay un tema tabú, al menos en Miami: nadie habla de política.
Lo llamativo es que no hay una explicación clara para el asunto. En lo que me toca, prefiero hablar de otros asuntos más livianos como libros, cine, música, culinaria, pero política siempre lo he visto como una forma de posible antagonía con el cliente. No es correcto, al menos como chofer. En todo caso, es mejor esperar por la iniciativa de quien paga el servicio.
Pero los clientes que se montan en el carro tampoco lo hacen. En casi dos años recorriendo diariamente la ciudad no hubo una sola persona con quien haya conversado del tema, ni siquiera por arribita. De modo que este lunes me atreví a provocar una catarsis, o al menos intentarlo, de modo que prendí la radio en un momento en que sé que hay noticias al aire, y me puse a la espera de las reacciones.
Lo hice cinco veces, y las cinco veces la reacción fue la misma: todos me pidieron que pusiera música. Y las explicaciones fueron siempre las mismas. Algo así como “por favor, ya todo lo que sea política aburre”. Dejé caer varios argumentos, como que es bueno estar al tanto de lo que pasa a nuestro alrededor.
Pero nada. Nadie parecía querer saber “qué pasa a nuestro alrededor”. Hasta que una señora me dio la respuesta que se me antoja la razón principal. “Por favor, cambie de estación. ¿No ve que en el Uber es cuando uno puede descansar de tanta política?”.
Es un concepto interesante. Seguí por ese camino y durante la jornada he descubierto que un Uber es un espacio mucho más importante de lo que me parecía hasta entonces. Es un viaje donde las gente se aparta del mundo, se encierra en sus pensamientos o sueños, pero sobre todo se aísla de lo que le rodea. Bueno o malo. Al menos ahí, están solos. Es un refugio.
El asunto tiene su explicación. Lo he comentado con varios amigos y llegamos a la conclusión de que la gente está considerando la política como un tema tabú porque la política está dividiendo al país. Como apuntó un amigo, la gente no quiere discutir política porque en Estados Unidos estamos tan divididos que la gente le tiene miedo porque piensa que puede perder amigos o pelear con un familiar.
“La gente tiene miedo de quedarse sola”, sentenció mi amigo. Por eso, “no quiere contradecir a nadie, ni a un chofer de Uber como tú. Me da la idea de que a nadie le interesa saber lo que piensan los demás y pasan el día hablando de ropa, cosméticos, fútbol o mujeres”. Cierto, pienso, en Miami hay mucha frivolidad en ese sentido.
Y eso es peligroso porque cuando la gente comienza a apartarse de la necesidad de arreglar el mundo, quienes lo quieren desarreglar terminan asumiendo el control de las decisiones y nuestro mundo se va al carajo. ¡Y hay tanto que arreglar! Lo más importante ahora es corregir esta percepción de que la política solo divide, de que no resuelve nada.
Es cierto que el mundo no se arregla sentado en un Uber, yendo del punto A al punto B. Pero tampoco ignorando lo que nos rodea. El futuro no puede ser tabú. Queda aquí la advertencia. Y la esperanza.
Es raro como en Cuba, en modalidad Almendrón, se suceden los temas ácidos sobre política con bastante frecuencia. Debe ser que en Cuba casi todos pensamos igual sobre algunos temas que ponen en entredicho al gobierno y no es razón para enemistarnos mucho los unos con los otros. Paradojas de la cubanidad.
La politica no es ningun tema tabu. Sencillamente no todo es politica en la vida de una persona. Para una gran cantidad de norteamericanos el gobierno que vale es el que esta dentro de su propiedad.