Se llama Alberto Arcos Gómez, pero entre los fotógrafos de Cuba se conoce como el “Chino” Arcos, aunque no parezca tener en su árbol genealógico ningún hijo de El Celeste Imperio.
Varias generaciones de fotógrafos han pasado por sus talleres, y es fama que el magisterio lo ejerce con un marcado respeto por los estudiantes, sin imposiciones temáticas ni estéticas.
Por lo demás, es una artista activo. Sus tres últimas muestras personales son: Smoking, Ayuntamiento de Guanajuato, México, 2015; Tendederas, Fábrica de Arte, Hamburgo, Alemania, 2016; y Escala de grises, Fototeca de Cuba, La Habana, 2017.
Así el Chino Arcos se cuenta, nos cuenta:
Soy de la generación de los 90, a la que pertenecen fotógrafos como Raúl Cañibano, Ismael Rodríguez, Armando Zambrana, René Peña, Gonzo González, Ricardo Elías y Humberto Mayol, quienes han alcanzado un nivel muy alto.
El Taller de Serigrafía René Portocarrero fue mi escuela. Allí trabajé por once años en un laboratorio de fotografía analógica, rodeado de pintores y gráficos que me ayudaron a conformar una visión particular de la vida y del arte.
El Taller queda en Cuba 513, muy cerca de la Plaza Vieja. Conocí, viví su entorno con mucha intensidad. Por eso casi todo mi trabajo se centra en La Habana, no solo como locación, sino también en cuanto a los temas que la misma urbe me sugiere.
La Habana me acompaña, es mi identidad. Nací aquí, en 1956, y aquí he residido siempre. He sido ganado por el alma de la ciudad, por sus vibraciones, que siento eróticas, y que la convierten en un lugar muy especial. Siendo la fotografía mi pasión, ¿cómo no habría de retratar La Habana?
La fotografía tiene mucho de misterio. Eso me subyuga. No me pidas definiciones, pues para mí es más un estado de ánimo que un oficio. A través de este arte se expresa mi “yo” esencial. Cuando trabajo un tema determinado es porque se logra ese estado de ánimo tan especial en el que sujeto y objeto se van confundiendo. Voy haciendo la foto en la medida en que ella me va haciendo a mí.
Soy feliz porque trabajo en lo que me gusta. A veces asumo encargos no tan gratos, pero de eso también se trata: hay que buscarse la vida para seguir creando libremente.
Les digo a mis alumnos que la fotografía es tiempo y resistencia, como una carrea de fondo; que una captura “bonita” o “afortunada” no es suficiente en sí misma si no la sostiene una intencionalidad, un concepto que necesita ser expresado.
Desde 2005 imparto talleres de Fotografía en la Uneac, en La Habana. Enseñar es un acto generoso, aunque no solo. El contacto con los jóvenes me refresca la mirada y me energiza. Digamos que constituye una relación simbiótica.
Utopía
Esta fotografía la hice en agosto de 1999. Es una imagen un poco preparada. Un día tuve que llevar a la Casa de las Américas tres copias de fotos realizadas por Korda al Che. Cuando caminaba por la Habana Vieja, tropiezo con un niño sentado en las afueras de un solar, hojeando algunos libros de cuentos. Me percato de que la luz estaba en la cara del niño; entonces se me ocurre cambiarle los libros por las imágenes del Che. Cuando le comento quién era el señor de la foto, lo señala con el dedo. Fue el instante que aproveché. Cuando llegué al laboratorio y la imprimí me pareció lograda. Era una película de 400 asas, con mucho grano, lo cual también me gustó. La titulé Utopía. La foto estuvo en una exhibición en Uruguay; también se hizo una edición serigráfica de cien copias, y ha sido impresa en pulóveres.
S/t, de la serie “Razones ocultas”
También es una foto analógica, y tiene un matiz autobiográfico. En 2005 pasaba por un mal momento. Cada mañana salía a caminar desde La Víbora, donde vivía, hasta la Habana vieja, para cazar imágenes. Las edificaciones de la Calzada de 10 de Octubre estaban muy deterioradas. Me llamaba la atención cómo insidia la luz en algunos fragmentos de la arquitectura derruida. Eso me dio el impulso para trabajar durante un año en esos contrastes, que me resultaban muy poéticos.
Terminé haciendo una exposición personal con este trabajo en la Galería Servando Cabrera, en julio de 2005. A partir de esa muestra de quince obras, comencé a acercarme a lo que sería mi forma más personal de concebir la fotografía. La crítica la acogió bien. Esta imagen fue la primera que seleccioné; y es la que me sirvió de brújula en lo adelante. En 2019 fue escogida para participar en la Bienal Iberoamericana de Fotografía de Arquitectura, en Paraguay; también ha sido exhibida en Viena y Hamburgo.
Homenaje al taller
Es una obra de 2006. Pertenece a un ensayo que hice sobre el taller de serigrafía. Quería captar el mundo íntimo, la dinámica interior del proceso creativo. Era una especie de deuda que tenía que saldar con ese lugar donde trabajé por once años. Esta resume el espíritu del taller, expresado en los implementos propios de la actividad que allí se realiza. No fue montada la escena, sino “vista”. Con ese trabajo hice una exposición. La foto fue reproducida serigráficamente, y el día de la inauguración se hizo su lanzamiento: una copia para cada trabajador del centro. A pesar de ser una foto en blanco y negro y analógica, se tiraron ¡once colores! para llegar a los negros intensos.
S/t, de la serie “Espacio interior”
En ese tiempo trabajaba desnudos femeninos, con película de 120 mm. Tomaba, desde el exterior, fragmentos del cuerpo de una amiga, un poco desde la posición de voyeur, acercándome al contraste entre su belleza y la pobreza material a su alrededor.
La foto fue incluida, junto a otras dos, en el libro La seducción de la mirada, de Rafael Acosta, que explora el erotismo en la fotografía cubana. Además se expuso, en 2016, en la galería habanera La Acacia.
S/t, de la serie “Desarraigo”
La serie se centra en espacios urbanos, lugares específicos que durante el Período Especial significaron mucho para mí. Ahora mismo, la mayoría son recintos abandonados, con gran deterioro físico. A esta fotografía le tengo un cariño especial. Son muchos los momentos que me hace evocar, sentimientos que son difíciles de expresar con palabras. No sé, la planta seca habla de un pasado donde alguna vez hubo algo de vida. Cada cierto tiempo vuelvo a esta imagen. Siento un placer agridulce al contemplarla.
S/t, Necrópolis de Colón
Se convocó a una exposición en la que participé junto a dos fotógrafos españoles: Isabel Martínez e Ignacio Barrios. La muestra se llamó “Ciudades de silencio”. Las fotos fueron tomadas en tres cementerios: La Recoleta, de Buenos Aires; el Père Lachaise, de París; y el Cementerio de Colón, en La Habana.
Es casi imperceptible la línea que separa la muerte de la vida. En este caso es una pared. De un lado, La Habana bulliciosa; del otro, un silencio denso.
La foto está montada en mi dormitorio. Y, mira tú, contemplarla me produce paz.
S/t, Regla
Actualmente realizo un trabajo fotográfico sobre la situación post COVID-19. Caminando por el pueblo de Regla divisé a varias mujeres ante una tienda, esperando para comprar algún producto.
Este es uno de los temas que más me impactan y afectan en la vida cotidiana: las colas interminables, la cotidianidad difícil. Pienso que esta imagen tiene un valor testimonial innegable, la intertextualidad de la consigna en el muro y el aspecto de estas mujeres abnegadas. Se trata de un crecimiento horizontal de la precariedad. Es muy duro.
Excelente trabajo sobre este artista y profesor de numerosos fotógrafos cubanos.
El Chino Arcos es una instituciòn en Cuba.
Gracias, Rafa!
Excelente fotógrafo, muy buen maestro y tremendo ser humano, gracias por tu arte.