En estos días de marzo todo parece girar en torno a Barack Obama y su visita a Cuba. En la medida en que se acerca el día en que el presidente estadounidense pisará el suelo de La Habana, los preparativos materiales y políticos avanzan a uno y otro lado del estrecho de La Florida. Eso, en lo que respecta a los gobiernos. En otra dimensión, también los ciudadanos de a pie alistan sus expectativas, que son muy diversas. Me concentro aquí solo en una, que revela, creo, una actitud.
Ayer mientras escogía tomates en un agromercado, escuché a un hombre que, sin apartar la mirada de la lista de precios, decía para sí mismo: “Ojalá que este señor haga algo bueno por nosotros”.
Hace algunos años oí una frase muy parecida, aunque la persona a la que se invocaba estaba en las antípodas de Obama. Fue en las cercanías de San Antonio de los Baños y me detuve en una intersección para adelantar en su camino a una anciana que cargaba más bolsas de las que sus manos podían sujetar.
Ya sentada en el auto, la señora me dijo, entre otras muchas quejas: “Ay, mijo, qué falta hace que este hombre nos acabe de salvar”. Esa vez sí tuve que preguntar a quién se refería. Corrían los años en que el intercambio comercial entre Cuba y Venezuela era más vivo, en las calles se hablaba de una posible entidad llamada Venecuba o Cubazuela, y mi compañera de viaje confiaba en que Hugo Chávez se convirtiera en el salvador definitivo de la economía cubana.
Ambas frases pueden ser dichas y escuchadas como ruegos, como rezos. ¿Será que los seres humanos estamos hechos para el advenimiento del Mesías, de cualquier Mesías? Por algo es tan recordable Bienvenido, míster Marshall, la película que Luis García Berlanga estrenó en 1953, cuando España también esperaba un milagro que restaurara los efectos de la guerra.
En Cuba, ayer fue Chávez. Antes, más que una persona, fueron un país, un grupo de naciones. En 1973, cuando Cuba ingresó en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), la percepción fue la misma: Ahora sí, decíamos, entusiasmados por las oportunidades que finalmente llegarían desde los países que se llamaban socialistas para el comercio y la economía cubanos.
Y por algún tiempo pareció que era posible, aunque los ómnibus Ikarus llenaran de humo negro las calles de La Habana, y miles de camiones gastaran enormes cantidades de petróleo para trasladar la caña a los centrales azucareros. Si invocamos al Mesías es porque tanto la promesa como su realización deben parecer posibles durante algún tiempo.
Menciono solo ejemplos que he vivido, pero en el pasado de seguro hubo otros muchos momentos en que la simpatía de un líder político, la firma de un tratado, quizás tan solo la lectura de un gesto, de una declaración, crearon esa esperanza de que había llegado la hora en que dejaríamos de ser pobres, subdesarrollados, tercermundistas.
También, en aquella época en que el marxismo de manual fue insertado en el tejido político del país, la teleología fue otra manera de hacernos confiar en el Mesías: en un Mesías histórico. El desarrollo de las fuerzas productivas conduciría a la humanidad, inevitablemente, hasta el derrumbe del capitalismo y, por consiguiente, al advenimiento de una sociedad superior, sin clases, sin explotadores ni explotados, llamada comunismo.
Según esos manuales, más que un filósofo, Karl Marx pasaba a ser un vigía: se había trepado a lo más alto de la torre más alta y desde allí avizoró el futuro que no esperaba. A veces daba la impresión de que, en lugar de que la humanidad fuera hacia delante, era el porvenir el que se aproximaba por sus propios pies.
Lo más perjudicial de esa teleología (de cualquier teleología) es que nos acomoda a esperar aquello que, nos dicen, ocurrirá inevitablemente. Si el futuro está allí, y nos encontraremos con él de todas formas, ¿a viene qué tanto esfuerzo para alcanzarlo? Mejor, mientras llega, pongamos a enfriar unas cervezas, friamos chicharrones y demos agua al dominó.
Algo semejante ocurre con esos acontecimientos o procesos diseñados o buscados como milagros que provocarían vertiginosos saltos hacia delante. En China, bajo la guía de Mao, salieron a los campos y las calles a matar los gorriones que comían el arroz; en Cuba, se trabajó para una zafra de 10 millones de toneladas de azúcar; en el México de los 60 y el Brasil del siglo XXI se encadenaron Olimpiada y Mundial de Fútbol. Si en alguno de estos casos hubo salto, no fue precisamente hacia delante.
Para los cubanos o quienes viven en otros países subdesarrollados, ¿será que la pobreza sustancial que hemos padecido no nos permite confiar en nosotros mismos? Porque esa mentalidad ha convivido o alternado con otro de los males que hemos padecido: creer que lo sabemos todo, que somos más inteligentes y pícaros que los demás.
Esos ruegos que pueden escucharse en la calle, o leerse en patéticas “cartas a Obama”, ¿se deberán a la creencia de que esta nación inconclusa a que se refiere Ambrosio Fornet en un artículo reciente necesita ser rescatada desde una mano que se tienda desde fuera, como son rescatados los balseros? ¿O quizás es que son demasiados años esperando algo que siempre, en el último o hasta en el penúltimo momento, se nos escapa de las manos?
El narrador y dramaturgo Reinaldo Montero es autor de un excelente relato en el que Antonio Maceo, en las vísperas de una muerte que no sabe que ya le espera en San Pedro, cansado, decepcionado de las intrigas incesantes entre los jefes mambises, se pregunta si acaso el destino de la nación cubana es similar al de Tántalo, el personaje de la mitología griega condenado a padecer la tentación de frutos y agua que escapan al alcance de su boca sedienta y hambrienta por los siglos de los siglos.
La teleología y el ruego para convocar que el maná caiga del cielo o llegue un Mesías tienen en común que provocan esa actitud de brazos cruzados, de que venga otro, algo, a resolver mis asuntos. Muchas veces también contienen la frustración, la imposibilidad. Ese otro vendrá a hacer aquello de lo que no hemos sido capaces, a darnos lo que no hemos podido conseguir con nuestro propio trabajo, con nuestras propias fuerzas.
Pasados marzo, las visitas de los Mantarrayas de Tampa Bay, de Obama, de los Rolling Stone, que sin dudas serán importantes por diversas razones, Cuba estará más o menos en el mismo lugar. Estarán los mismos precios en los mercados, casi los mismos baches en las calles, los mismos autos antediluvianos contaminando el aire, las mismas noticias en la prensa. Luego, mejor que sentarnos otra vez a esperar lo que venga, será ponernos de acuerdo y seguir trabajando en lo nuestro, que no es poco.
Chucho Naranja.
Siiiiiiiii , debe de aplicar todas las medidas que esten en su poder ejecutivo ,para eliminar el cruel bloqueo que nos han impuesto por varias decadas , con el objetivo de hacer claudicar a nuestro pueblo ,lo que no han podido hacer por las vias armadas ( Giron , El bandisismo en diferentes regiones del pais , no solo en el Escambray y multiples acciones terroristas ). Como poder decir que nos salve quien nos ha estado estrangulando todo el tiempo.Simplemente tienen que dejar sus acciones injerencista en nuestro pais.
Buen articulo, falta hace que una vez por todas, los cubanos sean capaces de tomar las riendas de sus vidas y nacion para autorresponsabilizarse por su destino sin esperar como ninos incapaces e indefensos, que alguien o algo de afuera venga a resolverle los problemas. Es hora de la autocritica, de mirarse al espejo, de reconocer y tomar conciencia que durante toda nuestra triste historia, hemos sido inmaduros e irresponsables. Basta!
EXACTO!
Arturo, también tú?
Arango, ahora si dio en el clavo. Nadie nos sacara las castañas del fuego, a no ser nosotros mismo. No veo nada malo en rezar, pero como dice el viejo refrán; ” A Dios rogando y con el mazo dando”
Distes en la Diana. Tiempo atras, Lazaro Barredo, del Granma ,dijo que los cubanos pareciamos pichones con la boca abierta esperando que nos alimentaran y creo que , aunque suene feo, tiene toda la razon.
Rey atiende eso hermano y fue Ramiro Valdés lo de la absurda teoría del pichón
Jesus: el senor tenga piedad de ti!!!A esta hora con ese recado…aun tu no sabes quien es el culpable del bloqueo,del Embargo???
El hecho de que muchos cubanos se contenten con buscar un Mesías es un indicio vergonzoso de la falta de confianza en sus coterráneos o en ellos mismos. Es triste pero es un hecho que se consolida más cada día.
Muy buena reflexión. Creo que es una temática digna de investigar porque es un fenómeno muy peculiar: el mesianismo en Latinoamérica. Habría que ver que otros causantes, además de la pobreza, lo impulsan…
ESPERO QUE ESTOY CAMBIOS SON PARA EL PUEBLO CUBANO. NO PARA EL GOVIERNO.
bien dicho profe..lamentablemente han sido muchos años viviendo a expensas de otros, recogiendo las sobras de otros. La URSS, la Union Europea, Venezuela. Hoy solo nos queda mirar hacia adelante, hacia el vecino cercano y poderoso. La política del buen vecino ha adquirido un nuevo giro en el contexto actual. Creo que pasaran muchos años para que la mentalidad del cubano cambie y creo que eso vendrá aparejado a un nuevo modelo económico que conllevará a producir de verdad y en el que los que produzcan se sientan estimulados a hacerlo. Deberá llegar el tiempo en que dejemos de esperar que “la salvación” venga de otro lugar y hacer conciencia de que somos una nación con los dones suficientes para conseguir nuestra propia redención
Lo que tendras que ser sera en su momento solo debemos tener Fè y no olvidarnos que lis errores del pasado no son cadena que se arrastran sino errores que se corrigen nos estan poniendo en kas manos unas buenas herramientas la cosas es sabwr utilizar y convertirlas en oportunidad para todos que sea lo que dios quiera y bendiciones para Cuba
Yo sugiero cambiarle el nombre a esta pagina y ponerle “ON OBAMA”. Da miedo tanta fijacion con un presidente que ni corta ni canta en los destinos del pais.
Buen articulo!!!
Muy de acuerdo con los comentarios vertidos con distinta óptica.Cubanos,el vecino no puede resolver lo que pasa en tu casa, los problemas de tu casa los resuelves tu y no es con los brazos cruzados o con la boca abierta esperando que caiga una lluvia de dólares o se haga un milagro. La base de toda nación es el trabajo,producir, pero producir en aquello que se nos otorgó y no hay que pedir prestado. Arena,sol,playa y lugares paradisíacos nos regaló la naturaleza.Calidez ,inteligencia y cultura son nuestros fuertes en la industria del ocio.El tema es saber cómo explotarlos e incentivar a que el turista se sienta en Cuba como en su propia casa, que nos elija una y mil veces y que se creen más y más puestos de trabajo.A trabajar gente que ni del aire ni del invento se vive.Mis respetos para el cubano que sale todo los días a trabajar en medio de tanta vicisitudes.