Aunque antes se corrió el rumor, la semana pasada supimos por varios medios que el escritor cubano Leonardo Padura había estado, o estaba, entre los candidatos al Premio Nobel de Literatura este año. La lista tenía unos 200 integrantes en febrero; para abril, la cifra andaba por entre 15 o 20 y, en junio, el grupo había mermado a cinco. Es la exigencia del proceso de nominación y selección establecido por la Academia.
¿Estaría Padura entre los supervivientes a los requerimientos fijados por Comité-Nobel? No lo sabemos, y es difícil deducirlo, cuando todos los nominados cuentan con tantas aptitudes como el cubano. Además, se maneja cada año un conjunto amplio y diverso, estética y culturalmente, que incluye a casi todos los continentes e idiomas.
La lista esta vez juntó nombres de jóvenes y veteranos, algunos de los cuales llevan años en las quinielas armadas previo a la entrega del premio en octubre, como es el caso de los norteamericanos Joyce Caroll Oates, Tomas Pynchon, Richard Ford o el checo Milán Kundera.
Otra vez se habla del japonés Haruki Murakami, de la guadalupeña Maryse Condé, de la canadiense Anne Carson o, incluso, de creadores mucho más jóvenes y de los cuales, al menos yo, poco conozco. Eso sí, al informarme un poco encuentro que ostentan una obra extensa y sugerente, como el caso de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie.
Para la primera de las decantaciones, la obra de Padura, que incluye guiones cinematográficos, creo que todos los género del periodismo; cuento, ensayo y novela, tuvo que vérselas con la producción no menos abundante de escritores en su propia lengua, como los españoles Almudena Grandes y Fernando Aramburu, los colombianos Juan Gabriel Vásquez y Fernando Vallejo o el chileno Raúl Zurita.
Sea cual fuere la suerte del coterráneo, la noticia es un hecho notable, para él y para la cultura cubana. Me da pie para evocar a otros paisanos que estuvieron cerca de merecer el galardón, sea en esta o en alguna de las restantes cinco modalidades que distingue la Fundación Nobel, desde 1901.
Teniendo en cuenta lo que se sabe hasta ahora, no podemos decir que hayamos sido fructíferos en cuanto a nominaciones. Al menos, no en la primera mitad del siglo pasado, la única etapa de la cual ha develado información la Fundación Nobel, cuyos registros públicos respecto a candidatos y al origen de sus propuestas llega hasta el año 1966. Es ley de la Academia, deben transcurrir 50 años antes de desclasificar sus datos.
Gracias a lo publicado, en cambio, sabemos que el primer representante de las letras cubanas en Estocolmo no fue un hombre y tampoco un escritor notable por su obra de ficción, como podría pensarse, sino que se trata de una mujer cuya principal virtud se basaba en la traducción, el ensayo y los estudios académicos. Se llamó Laura Mestre (1887-1944) y fue nominada en 1931 gracias a su compatriota Jean Miguel Dihigo.
Mestre nació en La Habana y de ella ha escrito la profesora Elina Miranda que “es la única mujer que hasta el presente ha traducido los poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea, a la lengua española, de los cuales sólo se han publicado fragmentos, puesto que ambas traducciones permanecen inéditas.” Pese a este aporte, su visión adelantada para la época, y la gran ilustración que la caracterizó, su tendencia a evadir la actividad pública parece la causa principal para que apenas se le conozca.
Debieron pasar 34 años para que otro cubano fuera inscrito en los registros de los académicos de Estocolmo, esa vez sí era un novelista probado: Alejo Carpentier, quien según las actas disponibles, fue nominado en 1965 por el profesor Jean-Louis Flecniakoska, de Montpellier, y en 1966, por Henri Maurice Peyre, profesor de Yale. En lo adelante su nombre llegaría en varias oportunidades hasta los académicos evaluadores del Premio, tanto que estuvo a punto de llevarse la medalla con la silueta de Alfredo y su recompensa económica, en 1979.
Queda la constancia de esa posibilidad en una nota publicada por El país, el 8 de octubre de 1979, en la que se informa cómo Carpentier había sido nominado por el Pen Club Español y que la junta directiva del premio había concretado en marzo su nombre como el escritor en lengua española, por encima de otros monstruos como Borges o el mexicano Octavio Paz. Diez días después, no obstante, el Premio iba a manos del poeta griego Odysseus Elytis y Carpentier, seis meses más tarde, moriría inesperadamente de un fulminante cáncer de garganta.
Pese a la certeza de la nominación de Carpentier en 1979, y con la inseguridad respecto a si otro cubano estuvo cerca de lograrlo después de 1966, doy con otra pista importante: se preguntaba el ensayista Rafael Rojas, después de leer la correspondencia de la española María Zambrano, si acaso una expresión usada por ella en referencia a Lezama Lima advertía que el autor de Paradiso había figurado como candidato en 1973. Habrá que esperar para saber esta y otras novedades referentes al asunto.
Pero, ¿qué escritores teníamos para los primeros años del siglo XX?, ¿qué pensadores de calibre y renombre universal? Estaban muertos Martí, Casal, Villaverde. No habían mostrado sus potencialidades Carlos Loveira o Miguel de Carrión. Tampoco en el ensayo, Enrique José Varona o Fernando Ortiz. Tal vez para esos días solo fuera prominente Ramón Meza, quien tenía publicada Mi tío el empleado desde 1887.
Comprobando que ya era una isla de grandes científicos para la fecha, en 1905 quien primero se acercó al Nobel fue el doctor Carlos Juan Finlay, conocido mundialmente por haber identificado al mosquito Aedes aegypti como transmisor de la fiebre amarilla o, de manera más amplia, por haber lanzado la hipótesis de que algunas enfermedades infecciosas se transmiten a través de agentes intermediarios, en este caso el mosquito.
El camagüeyano Finlay fue nominado aquella primera vez por el naturalista y matemático escocés Ronald Ross, y no logró llevarse el premio porque lo superó el microbiólogo alemán Robert Koch, descubridor desde 1882 del bacilo de la tuberculosis. Pese a esto, volvería a valorarse su currículo como candidato, seis veces más; algunas veces solo, otras junto a Arístides Agramonte y Simoni.
Aun con apellidos conocidos en la Isla, Agramonte, sobrino del patriota cubano, ha sido menos popular y, contrariamente a lo que se ha dicho, no fue el primer cubano nominado para el Premio. Se trata de un médico patólogo, bacteriólogo y entomólogo que desarrolló parte de su carrera en los Estados Unidos. En cuanto al Nobel, alcanzó cinco nominaciones por sus trabajos que continuaban la teoría de Finlay sobre la fiebre amarilla.
También en esta lista hubo dos abogados y juristas candidatos. Uno es Moisés Vieites, en 1934. Fue presidente del grupo cubano de la asociación internacional de derecho penal y autor de libros como El aborto a través de la moral y de la ley penal (1933). El otro, Antonio Sánchez de Bustamante y Sirvén, candidato por varias ocasiones y, como Vieites, para el mismo acápite: el Nobel de la paz.
Sánchez de Bustamante era especialista en Derecho internacional y llegó a desempeñarse como Juez de la Suprema Corte de Justicia de La Haya, también fue profesor titular de Derecho Internacional de la Universidad de La Habana, senador de la República y escribió libros como El orden público (1893), Tratado de Derecho Internacional (1896).
De modo que han sido la Medicina, la Literatura y el Derecho y la jurisprudencia las ramas que más lejos han llegado de la isla en los listados de Estocolmo. Incluso este año se ha vuelto a ver la variedad, pues algunos hablan de la nominación de las brigadas médicas cubanas y, ahora, de Padura. ¿Quién de los posibles nominados podría marcar nuestra historia llevándose el primer Premio Nobel? Si alguno queda allí, en octubre lo sabremos.
REALMENTE AL QUE LE DEBE HACER ENTREGA DEL PREMIO NOBEL DEBE SER A EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO PARA QUE QUEDE PARA LA HISTORIA EL RECONOCIMIENTO JUSTO EN FAVOR A LA HUMANIDAD .ESA UNIVERSIDAD CUBANA QUE LE HA DADO CATEDRA A LOS PAISES INCLUYENDO A EL IMPERIO DEL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS QUE SON LOS QUE HAN CREADO ESTA GRISIS A LA HUMANIDAD.
Interesante artículo, pero no creo que Padura merezca un Nobel, al menos por ahora. Me parecería una injusticia mayúscula que un Borges, un Carpentier o un Fernando Ortiz todavía sigan sin tenerlo y se lo den a él.
El Nobel no se le otorga a personas fallecidas, por muy grandes que hayan sido. Lo del merecimiento tamb[én es algo relativo, a Albert Einstein nunca le dieron el Nobel por su teoría de la Relatividad. A María Curie , sin embargo, le dieron un segundo Nobel por algo que ella no había desarrollado sola (no estoy demeritando su grandeza). Otra cosa, en la Literatura las cosas son más relativas aún, para mi Carpentier fue un extraordinario escritor, al igual que lo es Padura; pero no me gusta el estilo de García Marquez (tampoco estoy demeritando a Gabo). A Padura y a Gabo los leía en Juventud Rebelde cuando era un adolescente y siempre me impactó más la forma de narrar de Padura Carpentier, por su parte, siempre me ha parecido el mejor de los escritores cubano y un poco más allá. El Realismo mágico de Gabo es una variante más moderna de lo Real maravilloso de Carpentier (no veo lo novedoso de Gabo sobre la idea de Carpentier) . Pero para gustos…
El caso de Borges es escandaloso
Si a Umberto Eco por “En nombre de la Rosa” y otros escritos no se lo dieron, difícilmete se lo den a Padura. Sin embargo, es un reconocimiento a su trabajo.
Injusticia descarada la de Carlos J Finlay, que descubrió el agente transmisor. El Nobel de Medicina Ronald Ross lo propuso para el premio Nobel. Gracias a Finlay pudieron construir el canal de Panama, pero ahí esta su placa y todo lo que sígnifica el canal. Me imagino que para el cómite del Nobel, era demasiada abtracción pensar que en Cuba tierra de bellas playas, mulatonas, tabaco y ron pudiera existir un genio como Finlay. Hay que entender a esos cómites de mafiosos académicos, surgidos de paises con dias frios, nublados y nieve.
Wisy:
Pues mira qué casualidad, no se lo dieron a Finlay por dérselo a Robert Koch. Cualquiera de los dos se lo merecía, pues la tuberculosis es una enfermedad de muy larga data en la historia y con un nivel de mortalidad impresionante, pero esdos comités académicos que Ud tilda de “mafiosos” y atribuye a condiciones geográficas su decisión no le dieron el Nobel a Borges nada más que por ser de derechas, cosa que es muchísimo peor que no habérselo dado a Finlay por dérselo a Koch.
Más allá de que Borges era argentino y en el artículo se habla de cubanos. Sin desameritar a la bella Literatura. A Finlay pudieron haberle dado el premio Nobel al año siguiente, a los dos años o un nanosegundo antes de morirse. Su trabajo investigativo permitió evitar la muerte por fiebre amarilla de millones de niños, mujeres y hombres por estos últimos cien años y los que restan de humanidad. Además con un resultado tan imponente como poder terminar la construcción del Canal de Panamá, donde los trabajadores morían como moscas. Hoy en dia, el dengue mata a miles de personas cuyo transmisor es el mosquito, que lo descubrió Finlay. Sin lugar a dudas Finlay se lo merecía, se lo merece y se lo merecerá más allá del criterio de un grupo de mafiosos académicos llamados Nobel, porque la mafia está en todos lados. Pero los muertos del Canal de Panamá enaltecen a Finlay.