Hay una escena de mi memoria en que yo soy un niño pequeño que juega a las bolas o, quizá, a la trinchera, y me arrastro por debajo de un sillón de hierro hasta chocar con las piernas de mi madre, que, puede decirse, está sentada encima de mí, con el rostro fijo en la pantalla de un televisor Caribe o Krim 218, mientras espera por una telenovela brasileña que se demora y que, en mi memoria, no empieza nunca. La imagen tiene banda sonora, y esa banda sonora es la voz de Fidel Castro, quien desgrana en cadena nacional uno de aquellos torrenciales discursos que fueron el único suministro abundante del que dispusimos los cubanos durante los años 90.
Es ese el punto más remoto hasta donde logro rastrear a Fidel Castro en mi recuerdo, y ese instante volvió a emerger cuando mi madre llamó desde Cuba para decirme que un par de minutos antes el Presidente había anunciado en televisión la muerte de su hermano.
Entre un momento y otro se extiende esa parte de mi vida que aconteció en un mundo habitado por Fidel Castro, lo que en cierto modo equivale a decir un mundo definido con sus palabras o el reverso de sus palabras, modelado por sus gestos o el envés de un gesto suyo, movido en espirales delirantes o detenido de golpe por su fuerza gravitatoria.
Lo que digo resultaría exagerado, absurdo para cualquier forastero, aun para aquellos que reconocen la desbordada influencia internacional de su figura por alrededor de sesenta años.
Pero cualquier cubano del último medio siglo sabe que el absurdo –y sus versiones: la utopía y la miseria, el socialismo real y el sueño americano, la Zafra del 70 y la Brigada 2506– es nuestro ecosistema predilecto y que cualquiera de nosotros se siente feligrés o descarriado, ciudadano o proscrito, ángel o demonio de acuerdo con esa línea imaginaria que encarnara Fidel Castro. Cada quien, persuadido de estar en el lado correcto de la historia.
La frontera simbólica pasa por el mismo centro de su nombre. Así que unos se quedaron al abrigo paterno de Fidel mientras que los otros han sido virtualmente gobernados, y atormentados, por Castro.
Para cuando yo nací, a finales del módico decenio de los 80, él era una especie de Super-Ego andante, en botas y traje verde olivo: era la voz y la Ley de una conciencia nacional estremecida, fragmentada y, no obstante, empinada por el terremoto de su Revolución.
En tanto carne y espíritu de la Ley, razonable era que Fidel Castro no se muriera nunca. Las leyes aspiran a la eternidad. De ahí que ahora muchos anden preguntándose, pese a las advertencias del indigesto 2006, cómo fue posible. ¿No era inmortal? Lo dicho hace algunos meses, eso de que “Pronto seré como todos los demás. A todos nos llegará nuestro turno…”, ¿no era otro de sus retóricos pases de magia, un calculado beso de viejo torero en el cogote de la bestia y nada más?
Y, sin embargo, Fidel Castro ha muerto.
La gente se pone a vender baratijas en las redes sociales, fruslerías en modo haiku, y afirma que este 25 de noviembre se acabó por fin el siglo pasado. Desmienten por igual a Hobsbawn –cuyo “corto siglo XX” acabó en 1991– y al calendario gregoriano.
Más valdría decir que Cuba, con Fidel Castro, habitaba un tiempo paralelo, y que esa condición tal vez sea lo mismo que algunos llaman independencia, soberanía, singularidad, intransigencia revolucionaria o bien atraso, desconexión tecnológica, atrincheramiento, capricho, insularidad crónica.
Tendríamos que decir entonces que Fidel Castro fue un astro incandescente, temible, capaz de abrir una dimensión alterna donde resguardar su isla, mientras ponía a bailar un son a sus satélites en el resto del hemisferio, y más allá. Estaríamos ahora en el horizonte de sucesos de ese agujero negro que dejó al apagarse.
Según cuentan quienes lo conocieron, Fidel Castro no fue más que un hombre.
Por lo pronto digamos que, para los cubanos, su cuerpo inerte es ahora mismo el límite imaginario entre el dolor y el desenfreno de una conga. Cuba, un funeral y un guateque.
Quienes celebran hoy entregan un patético testimonio de su fracaso; sin quererlo, confirman su reaccionaria dependencia de los hechos del adversario, incluido este último pasaje, más bien ordinario, que es morir en cama a los 90 años. Permanecen cautivos.
Quienes lo lloran de cierta manera lloran a destiempo, porque la médula de lo que significó Fidel Castro en su momento culminante, el boceto de una nación plenamente humanista, original y plural, libertaria y justa, la aspiración a esa totalidad vibrante, quedó hace tiempo cancelada, yerta, hasta nuevo aviso.
Nadie puede asegurar si se debió a la obvia desmesura de su personalidad y sus actos en una estrecha isla tercermundista o a un rapto de lucidez colectiva, pero los cubanos de hace medio siglo enseguida intuyeron que convivían con, quizá, el personaje más influyente de su historia doméstica y de toda aquella época.
Azaroso privilegio.
El plan republicano de José Martí parece intachable porque quedó trunco. El proyecto martiano nos sigue fascinando por su humanismo teórico, ilustrado, pero sobre todo por el hecho lamentable de que no tuvo ocasión de desplegarlo, ponerlo a prueba, sobre el escabroso tablero de la realidad. No le fue concedido el triunfo militar y en cambio sí una muerte prematura. Martí es el santo.
Con armas simétricamente opuestas, victoria fulminante en 1959, longevidad cultivada con astucia, Fidel Castro sí alcanzó a batirse desde el poder con la ruda materia de lo real: sus equivocaciones y aciertos están a la vista, con su cuota de destinos trizados y redimidos. Su legado, entre el déspota arrogante, hechicero de pueblos, para los unos, y el portentoso guerrillero, revolucionario cabal, estadista solidario, para los otros, continuará en disputa durante los próximos mil años.
Y quien ha dicho que murió? es mentira, vive en cada uno de los que lo admiramos, respetamos y queremos, vive en las ideas que defendió y que defenderemos aún mas a partir de ahora
Jesus, yo celebro, sin embargo no soy un fracasado. Celebro que Cuba de despoja de una sombra que la cubrió (y no para bien) por más de 50 años. Nací con la “revolución”, me fuí de la “revolución”. Fidel Castro no fue ningún estadista y menos solidario, él le quito a los ricos y repartió la miseria en igualdad para todos, sin embargo a pesar de no vivir en opulencias, no careció. Leyó, viajó, conoció, comió, bebió, disfrutó pero no lo compartió, no fue solidario. Celebro quizas la idea del comienzo de algo mejor para Cuba, pero al final aún sigo siemdo pesimista, pues los octogenarios siguen en el poder. No bailo ni brinco al compás de la música en Miami, pues muchos de esos bailadores también “metieron sus pasillos” al ritmo que puso Fidel, quizas tiraron huevos en el 80, otros fueron destacados cederistas y “vigilantes” de esa revolución, otros “compañeros ministros” o directores de empreasas con el carnet ROJO y luego se les acabó la zafra y que mejor lugar para seguir guarachando que Miami. Otros que bailan y cantan quizas tengan motivos más comprensibles, como la muerte por fusilamiento de un familiar o amigo, o víctima de un “huevazo” o “mano de golpes’en el 80, a esos los puedo entender un poquito más, sin embargo no son fracasados tampoco.
Excelente articulo!!
Lo que pasa que muchos de los que hoy critican de una forma defenestrada han sido oportunistas antes. Mucho de uds se retuersen pues no han podido ver el fin de la revolucion y fidel biologicamente se fue invicto, Fidel se convirtió en una idea en un ideal y para desgracia de uds las ideas no mueren, perduran. Vival Fidel y su legado.
Recuerden que este país nunca se ha entregado. Quien quiera tenernos tendra que cogernos por la punta del coñon.
Cuco Veneno, al menos la muerte de él le importa a muchos.
Sea para llorarlo, reconocer su importancia o celebrar.
Ojalá que en tu vida hagas actos que le importen a alguien más allá de ti mismo y los tuyos.
Que contribuyas al bienestar de muchos. En Cuba no se celebró la muerte de Batista, que mató 20.000.
En Cuba no se festejó gritándole obscenidades a los mercenarios de Girón en fiestas callejeras.
En Cuba no hicieron carnavales por cuito cuanavale, o por la muerte de Reagan, o de Tabernilla, o de Masferrer.
Hay una ética en eso. Porque además, con todo su peso histórico, o autoridad, o poder, o lo que sea, Fidel no es la Revolución. Y como dice el artículo, desde hace años la Revolución camina bien o mal sin él como líder.
Tú consideras que fue una sombra que cubrió a Cuba, yo considero que aún con sus errores, fue una luz.
Que las personas necesitaban la Revolución y que había muchas sombras antes, que sin Revolución, posiblemente hoy siguieran ahí.
Cuando cayó la URSS, hubo celebraciones, desplome de estatuas, y era comprensible, pero no hubo grotescas ofensas, obscenidades, festejo junto a delincuentes y terroristas confesos, depravados.
Cuando cayó el apartheid en sudáfrica, no hubo linchamientos de blancos ni nada por el estilo. Hay una ética en ambos casos, y pudiera seguir poniendo ejemplos éticos, morales, de este tipo de acontecimientos.
Sin embargo, los que se regocijan y celebran hoy, muestran la puntica de lo que ocurriría si mañana todo el sistema social cubano cae. Le hacen un favor precisamente a los que en Cuba están anquilosados en las trincheras del pasado, porque muestran que dichas trincheras debieran ser las mismas hoy en día.
Para colmo el showman de Trump ha metido la pata “hasta donde dice collín”, ofendiendo al difunto, algo calificado como “bajo” por casi cualquier idiosincracia latinoamericana.
Mientras Cuba cambia poco a poco, una gran parte de Miami sigue igual. Al final, dan algo de lástima.
Fidel, por lo menos, es una figura indeleble por mucho tiempo para los cubanos. Los festejantes se van borrando.
Solo hay que ver que fue lo que quedo a su paso por cuba en 50 años, y no hablo del bloqueo, hablo de la crisis de valores, a todos los niveles, de la involucion humana que ha sucedido, moral y economica. donde una poblacion entera sueña con vivir en el suelo ‘enemigo’.
Horrible!! Q pesadez de periodismo, dónde está el ser humano detrás del teclado?
Mabuya: en Cuba se celebró los actos de repudio en el 80, en Cuba se repudia, se reprime a todo aquel que piense diferente. De que ética hablas? No celebro su muerte, celebro su partida. No celebro en el versailles ni en la calle 8, pues muchos de esos, como dije, hicieron lo mismo en Cuba movidos, apoyados por las ideas de Fidel. Si, si celebro su descanso, que de paso a otras generaciones de cubanos decidan el futuro de un país que alguna vez fue hermoso. Yo no tengo derecho a esas decisiones, yo opté por irme a vivir en otro lugar donde pudiera gozar de los mismos privilegios que Fidel gozó.. poder viajar cuando pueda, poder leer de lo que quiera, escuchar opiniones de todo tipo, conocer. Yo respeto tu opinión aunque no la comparto.
Mabuya casi lo olvido, al showman, al desagradable, al racista de Trump, en 4 años lo podríamos quitar, o quizás si mete tanto la pata le harían un “impeachment” y saliera del poder. En Cuba eso aun no sucede, Raul decidió por si mismo que hasta el 2018…. una total burla
Jesús, te felicito por el ensayo más ejemplar de lo que sería nadar entre dos aguas, creo que haz conquistado un nuevo numero de seguidores, de ambos lados, creo has logrado tu objetivo, y aún más, el de la redacción. Realmente, si no fuera porque deseo recordarte un viejo refrán popular bien conocido por ti, no perdería un segundo en escribirte. “Del sol, los agradecidos ven su luz, los desagradecidos ven sus manchas”, amén de no fue ningún santo, y que por más de que así lo quieran hacer ver, la revolución no fue solo construida por ese mortal.
Los que están hablando atrocidades de Fidel, insignificantes seres humanos, han leído lo que están diciendo grandes personalidades del mundo sobre el Jefe inmortal de la revolución cubana, amigos y otros que no compartían sus ideas, pero con una ética que les falta a ustedes, lean y tal vez la fuerza de tantos argumentos por lo menos los hagan reflexionar, aunque por lo que leo, es difícil hacer pensar al odio y la frustración, el legado de Fidel y su obra son eternos. Ustedes han pensado que cuando mueran, nadie le va a prestar importancia a tal suceso, ¿Saben por qué?, porque no son nadie, no han hecho nada que trascienda, no tienen talento que resalte, ni coraje para hacer lo que hizo Fidel, en fin, si fueran otros momentos les dedicaría más tiempo, pero estos días son para concentrarse en cosas mucho más importantes.
marco que has hecho tu para transcender?
Asco de artículo.
Jesús Adonis Martinez, finalmente, cual es lugar? Si algo logre entender, debe de ser el de los cobardes. Ud es del tipo de ser que no se le quiere ni en un bando ni otro.