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En la biblioteca de mi padre se encuentra una revista muy antigua, cuidadosamente encuadernada, que me llamó la atención. Su título y datos son: Archivos del Folklore cubano, Fernando Ortiz, Volumen IV, La Habana, Cuba, 1929. Busqué en el índice y uno de sus artículos trata un tema que todavía hoy se recuerda entre los cubanos: “Matías Pérez. Personaje Folklórico”, por Herminio Portell Vilá.
Recordé entonces el Muestrario del mundo o Libro de las maravillas de Boloña, confeccionado a partir del catálogo de Don Severino Boloña. Este libro lo escribió mi padre cuando vivíamos en Arroyo Naranjo, en 1967. Él mismo cortaba las viñetas y las iba colocando en la página, un curioso poemario que las jóvenes generaciones ya no conocen, y que contiene poesía y breves textos en prosa.
Entre las viñetas que encontró había una de un aerostato, y papá decidió rendirle un pequeño homenaje al audaz portugués, toldero de profesión (“el rey de los toldos”, le llamaban), cuya historia siempre le impresionó.

En su corto pero exhaustivo artículo, Portell Vilá, gran historiador cubano del siglo pasado, nos cuenta:
“La primera ascensión en Cuba en un aerostato fue el 19 de marzo de 1828, realizada por el aeronauta Eugenio Robertson y su esposa Virginia. Pocos años después, el 31 de enero de 1831, Don Domingo Blinó llevó a cabo otra ascensión con feliz éxito (…) Pasaron varios años y el 1 de marzo de 1856, Míster Phillip Godard, un experto aeronauta que se hallaba en La Habana con su esposa, hizo con gran facilidad un viaje en globo. Su aerostato salió del Campo de Marte, se elevó a doce mil pies de altura y tocó tierra en el Cotorro después de 48 minutos de vuelo. Míster Godard hizo hasta seis ascensiones más. Muchos lo acompañaron en esos viajes, entre ellos, Matías Pérez”.
Portell Vilá continúa contando que Matías Pérez, quien parecía sentir una verdadera fascinación por los vuelos y era algo aventurero, consideró que ya había aprendido lo suficiente como para pasar de pasajero a piloto y le propuso a Míster Godard comprarle su globo, llamado Villa de París, con todos sus aditamentos, por $1200. El 12 de junio de 1856 realizó su viaje de ensayo, que terminó sin problemas, en el barrio del Cerro.
Matías Pérez se fue haciendo muy popular por sus arriesgadas hazañas y llegó a ser conocido en toda la isla. Quería romper récords de duración, extensión de vuelos y altura, como los que existían en Europa, y sus vuelos despertaban gran entusiasmo. Los vuelos despegaban desde el Campo de Marte, hoy Parque de la Fraternidad.
El 29 de julio (otras fuentes afirman que fue el 29 de junio) de 1856, Matías Pérez fijó la fecha de una ascensión, anunciada “con bombos y platillos”. Saldría por la tarde desde el Campo de Marte, como era costumbre, y pretendía romper varios récords. El tiempo no era bueno, había mucho viento y hubo que posponerlo varias horas, pero Matías Pérez, tozudo y temerario, decidió realizarlo.
“Desde la frágil barquilla de su globo, dio las órdenes para que lo soltaran, descargó algún lastre y el aerostato se elevó rápidamente hasta perderse en las nubes, en aquel viaje fatal del que no volvería”, refiere Portell Vilá.
A mi hermano Rapi, al igual que a nuestro padre, le impresionó esta historia: esa obsesión, esa tenacidad por alcanzar un sueño incluso a riesgo de su propia vida. Y creó una especie de prehistoria gráfica de un imaginario Matías Pérez niño, que tituló Matías Pérez en busca del viento.
Los dos primeros dibujos muestran a un niño en un bosque, tratando de atrapar el viento. Aunque los dibujos son solo eso, transmiten un misterio, una extraña angustia. No los conservo; se encuentran en México. El otro lo tengo desde hace años en mi cuarto. Es un niño muy triste, con un globo en la mano, y el hilo que sujeta el globo se ve ya a punto de partirse.

Acompaño este trabajo con ese dibujo, la viñeta del Boloña y el texto de mi padre.
***
Una ascensión en La Habana
Por Eliseo Diego
Matías Pérez, portugués, toldero de profesión, qué había en los inmensos aires que te fuiste por ellos, portugués, con tanta elegancia y prisa. En versos magníficos dijiste adiós a las muchachas de La Habana, y luego, una tarde en que era mucha la furia del tiempo, haciéndole burla a la prudencia, y mientras en el Campo de Marte atronaba la banda militar, te fuiste por el aire arriba, portuguésávido, argonauta, dejando atrás las sombrillas y los pañuelos, más arriba aún, a la región de la soledad transparente.
¡Qué lejos quedaron las minúsculas azoteas de La Habana, y seis cuerpos tuyos más alto que sus torres y sus palmas, cómo volabas con la furia del viento, portugués, aquella última tarde!
Y cuando, a la boca del río, habiéndome echado muy abajo aquella misma cólera del aire, te llamaron los pescadores prudentes, gritándote que bajaras, que ellos te buscarían en sus botes, ¿no contestaste, portugués frenético, echando por la frágil borda tus últimos estorbos?
¡Allá te ibas, Matías Pérez, argonauta, hacia las tristes y plomizas nubes, rozando primero las enormes olas de lo otro eterno, y luego más y más alto, mientras lo tirabas todo por la borda, en tus labios una espuma demasiado amarga!
¡Audaz, impetuoso portugués, adónde te fuiste con aquella desasida impaciencia mar adentro, dejándonos sólo esta expresión de irónico desencanto y criolla tristeza: se fue como Matías Pérez!
Huyendo raudo hacia una gloria transparente en demasía, hacia una gloria hecha de puros aires y denada, por la que fue perdiéndose tu globo como una nubecilla de nieve, como una gaviota ya inmóvil,como un punto ya él mismo transparente: ¡se fue como Matías Pérez!