“Entre una y dos docenas de hombres adultos americanos ingresan todos los años en urgencias después de haberse castrado a sí mismos. Normalmente con utensilios de cocina, y a veces con cortaalambres”. Así empieza Hablemos de langostas (Random House Mondadori, 2007), material radiactivo —non fiction— de David Foster Wallace.
Y la verdad es que pensaba escribir sobre los últimos días de Wallace, sobre la forma escalofriante en la que Karen Green lo encontró, pasadas las nueve de la noche, colgando de un árbol en su casa de Claremont, California; pero no lo voy a hacer. Prefiero hablar del David Foster Wallace pornocrítico, a pesar de que otros lo abominen o tal vez precisamente por eso, porque machacó la crítica literaria con pornografía. Y porque habló de lo que lo obsesionaba hasta volverlo irreconocible. A eso le llamó “sexualidad”.
Para empezar, el tipo tiene algo que a mí me encanta: no escribe solo de literatura y abre el espectro en muchas direcciones, todas poligámicas, pero a mí lo que me pierde son sus correrías: vacaciones en Wimbledon —cortesía The New York Times— para auscultar al tenista suizo Roger Federer (“Federer, en cuerpo y en lo otro”); expediciones patrocinadas por Gourmet al Festival de la Langosta en Maine (“Hablemos de langostas”); siete días a bordo de un crucero demencial por el Caribe (“Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer”). Nadie sabía decirle que no a DFW. Así fue como logró llegar en 1998 a los Premios Anuales de Adult Video News (AVN) —el pariente chiflado y exhibicionista de los Academy Awards— convertido en corresponsal de la revista Premiere, si alguien puede imaginarse semejante cosa. Digo, que una revista con la anorgasmia de Premiere cubriera un espectáculo XXX enviando al frente a un exfoliante narrador disfrazado de crítico porno. Porque Wallace no era un narrador cualquiera: por esa fecha, desayunaba con Paxil, Zoloft, Prozac, Tofranil, Xanax y, sobre todo, Nardil. Había publicado tres libros cardiopulmonares (La escoba del sistema, 1987; La niña del pelo raro, 1989; La broma infinita, 1996). Se había tatuado un corazón —horror de horrores— con el nombre de la poetisa Mary Karr dentro. (“Alguien con quien te rehabilitas es como alguien con quien luchaste en Vietnam”, recuerda Karr, primera novia todoterreno de Wallace.) Y cada cierto tiempo, siguiendo criterios misteriosos, intentaba matarse.
Todos los años, desde 1982, tiene lugar en Las Vegas la ceremonia de los Adult Video News, un espectáculo del delirio —dividido en 106 categorías— que incluye algunos de los récords olímpicos más descabellados que conozco: el “Récord Mundial de Sexo en Grupo” (Jasmin Saint Claire adquiere el estatuto de celebridad por haberse tirado a 300 hombres seguidos durante las cuatro horas que dura World´s Biggest Gang Bang II); el “Premio Anual de Fist-Fucking” (un acto sexual consistente en la introducción parcial o total de la mano en la vagina o el ano de la pareja); los Títulos Mundiales de “Mujer Butano” y “Mujer Neumática” (el primero se entrega a la chica que, insuflada de gas butano con un tubo de PVC en el bajo colon, se convierte en el mayor soplete rectal; mientras que el segundo eleva a icono la anatomía manierista de Pamela Anderson); etc. Sobre todo esto escribe DFW en “Gran hijo rojo”, el primero de los ensayos maximalistas de Hablemos de langostas, un piscinazo en el mundo de la pornografía profesional. Y uno descubre, por ejemplo:
1) que la revista AVN —la Temas de la industria del porno norteamericano— tiene más críticos en su redacción que miembros la UNEAC.
2) que a una media de noventa minutos por película, hay pornocríticos made in USA que dedican aproximadamente 1,4 años de su vida al visionaje continuo y profesional de cine XXX (leo que el científico y cyborg inglés Kevin Warwick —conocido por su investigación Brain Computer Interfaces y por insertarse un chip para conectar su sistema nervioso a una computadora— recomienda “no menos de una hora pornográfica semanal”, cada minuto de menos es considerado algo nocivo para la salud del cerebro).
3) que en el kamasutra ideológico de nuestro país no existe ninguna legislación pornopolítica. No sabríamos qué hacer con festivales de “entretenimiento radical” como The Influencers (Theinfluencers.org); grupos de acción pornopolítica como Pussy Riot y Voina (`guerra´, en ruso): conocidos por sus emplazamientos, orgías y felaciones en el Museo de Biología de Moscú como protesta por la elección presidencial de Dimitri Medvédev, en febrero de 2008 (Theinfluencers.org/voina); cruzadas topless a la manera del grupo Femen; iniciativas de “patriotismo suave” como el decadente Partido de Izquierda Erótica, de Gioconda Belli; piquetes pornopunk como Bikini Kill; congresos de “políticas de producción del placer” y porno feminista (Thefeministpornbook.com/conference/about auspiciado por la Universidad de Toronto); muestras de “cine triple” relacionadas con “sexualidades marginales y/o subversivas” (Muestramarrana.org); manifiestos pornoterroristas (Pornoterrorismo.com); y un largo y generoso etcétera.
(¿Tendrán Hugh “Playboy” Hefner y Larry “Hustler” Flynt —los dos sátiros más conocidos de la industria del porno norteamericano— algún cupo en la agenda Cuba-Estados Unidos? ¿Encontraremos algún día —en los inmunodeficientes estanquillos cubanos— una edición de Playboy, Penthouse, o de Hustler reverdeciendo con La calle del medio? Un minuto de silencio…)
4) que las revistas porno no son como imaginamos: Playboy, por ejemplo, esconde entre los pliegues más íntimos de sus conejitas entrevistas a Fidel Castro, Stephen Hawking, Lennon, Jean Paul Sartre, Muhammed Ali, Kurt Vonnegut y Roberto Bolaño; relatos de Nabokov, Margaret Atwood, y otra jungla de animales salvajes; monográficos dedicados a “las redes sociales” (recuerdo un número de Playbloy Mx que inaugura con la siguiente provocación: “¿alguna vez se han preguntado, qué habría pasado si las grandes figuras de la literatura hubieran tenido acceso a las redes sociales? Podemos imaginar a Gabriel García Márquez publicando en Facebook con un emoticón de carita triste que ha matado en su novela Cien años de soledad al coronel Aureliano Buendía, o cuántos likes habría recibido Julio Cortazar por aquella fotografía donde aparece con una máscara de vampiro. Qué comentarios serían resultado de haber manifestado Mario Vargas Llosa el tremendo puñetazo que le soltó al Gabo por un supuesto lío de faldas”.); y otras muchísimas feromonas que ya quisieran secretar algunas de nuestras “siemprevivas” revistas literarias.
5) que el capítulo III de El rey pálido (la novela inconclusa de DFW), está inspirado en el viaje por carretera que hizo Wallace en 1998 a los AVN. Imaginen a un par de tipos que permanecen en silencio, hasta que a uno (DFW) se le ocurre preguntar: “¿y tú en qué piensas cuando te masturbas? (…) Mira, creo que podemos dar por sentado que te masturbas. Se masturban algo así como el 98 % de los hombres. Está documentado. La mayoría del 2 % restante es gente que está impedida de alguna manera. Así que podemos saltarnos las denegaciones (…) Rompamos el tabú”. Tratando de zafarse de la situación incómoda, el fotógrafo de Premiere responde algo así como “tetas”; Wallace contraataca: “¿Solo tetas? ¿Sin nadie? ¿Tetas abstractas? ¿Quieres decir flotando sin más, dos tetas, en el espacio vacío?”.
6) que existe una Línea Telefónica Antisuicida de veinticuatro horas para la gente que trabaja en la industria del cine para adultos.
7) que contra todo pronóstico, los reporteros de AVN enfrentan traumas profesionales: “el mero hecho de mirar la docena aproximada de `grandes producciones´ o títulos `más importantes´ del año del cine para adultos —Bad Wives, Zazel, A Week and a Half in the Life of a Prostitute, Miscreants, New Wave Hookers 5, (…) Gluteus to the Maximus— nos ha freído a todos la placa base de las glándulas. Para cuando acaba el fin de semana de los premios, ya ninguno de nosotros tiene erecciones biológicamente normales”.
8) que existe un contexto posible para esta oración: “este ha sido un año difícil, todas las escenas que hice eran de doble anal”. (Firma: Audrey Hollander, “Mejor Actriz Porno de 2006”.)
9) que la publicidad XXX parece dirigida al equipo de futbol australiano de 1987 (entiéndase: grandes hombres con piernas peludas y shorts pequeñísimos): “Vea a chicas guapas sodomizadas de las formas más brutales”. “Vea a chicas rociadas con semen y demasiado tontas para reaccionar”.
Y por último, 10) que la potencia hípica de David Foster Wallace marca la diferencia: “Algunas de las actrices van tan maquilladas que parecen embalsamadas. Suelen tener peinados muy complicados que vistos desde seis metros de distancia quedan bien, pero cuando uno se acerca el pelo se les ve reseco y muerto”. Otro fragmento para bronce: “Una de las chicas, entretanto, está explicando que se acaba de poner un par de implantes ultramodernos en los pechos cuyo tamaño puede regular añadiendo o drenando fluido por un par de pequeñas válvulas que tiene debajo de las axilas, y entonces —tal vez confundiendo [nuestras] expresiones (…) con expresiones de incredulidad— levanta los brazos y…”. Hay que leer Hablemos de langostas para saber si esas válvulas están ahí.
Ho… que buen artículo
Me siento mucho mas aliviado después de leer este artículo jajajaja Saludos
El capitalismo demuestra, una vez más, que el dinero es la esencia del sistema. Qué mejor ejemplo que los premios AVN. La moral también es relativa. Buen trabajo Gilberto, me gustó.
Un artículo exquisito. Tremendo ritmo de escritura. Ese libro promete ser genial. ¡¡¡Gracias por la excelente recomendación!!!!
Y yo…, pobre hombre –como mismo le ocurre a un amigo en Texas– teniendo sueños eróticos con Wendy Guerra…
Caramba, sin dejar de combatir la naturaleza eminentemente abyecta del capitalismo, tratandose de los seres humannos cualquier cosa es posible, a reserva del regimen social. De ningun modo puede interpretarse que no ocurran o que al menos no haya personas dispuestas a tales asuntos en sociedades diferentes, incluso de signo opuesto. Lo repudiable es la propaganda y precisamente no hay que hacerla. No obstante nada en contra de ejercer la opinion como se considere oportuno.