Empezó siendo una opción y ha terminado por convertirse en una terrible plaga. Hablo del Todo x Uno en la literatura, una de las estrategias de adquisición de libros más frecuentes en Cuba.
El primer paso lo dio hace años una cofradía de vendedores de la Habana Vieja: los libreros de la Plaza de Armas. En su organización van del falansterio de Fourier al anarcosindicalismo, pasando por variantes intermedias como la secta, el mercado paralelo o las sociedades secretas. Los tipos hacen lo que sea: encuadernan en piel, grapan, restauran, desacidifican, sustituyen portadas descascaradas por cartulina bristol de 250 gramos, por cedro decorado, etc. Si mal no recuerdo, la convocatoria decía lo siguiente: “¡Una ganga! Todo Chavarría por un Padura” (ese “Padura” era, claro, en aquel momento, cualquier novela de las “cuatro estaciones”). El aviso aludía al canje. El canje de libros era su tema y su pretexto, pero también, y sobre todo, el lubricante capaz de acercar a la gente un tipo de intercambio que solo existe sobre la base de algo que en nuestro panorama literario está en vías de extinción: el consumo.
¿Cuáles son los autores cubanos más cotizados, pedidos y totemizados, en los anaqueles de los gansters del libro en Cuba?
En primer lugar: Leonardo Padura, il divo. La gente ofrece lo que sea por El hombre que amaba a los perros: 15, 25, 35 CUC en Revolico, pero qué pálidas suenan esas cifras al lado de otras tentaciones que también se consiguen en el sitio: “un iPhone 4S de 16 GB, con jailbreak, por todos los libros de Padura”; “un queso Gouda por Herejes”; “un iPod mini de 8 GB por El viaje más largo, Un hombre en una isla y El hombre que amaba a los perros”; “compro El hombre que amaba a los perros”; “vendo dos ejemplares de uso de El hombre que amaba a los perros”. El libro se chupa toda la energía del sistema. No se vende nada más. Todo el mundo quiere comprar o vender el Padura. Eclipsar a sus colegas vivos con una gran carrera en Revolico parece ser el destino de Leonardo Padura, algo que ni sus groupies más incondicionales se habrían atrevido a profetizar cuando estudiaba Filología en la Facultad de Artes y Letras de La Universidad de La Habana.
En segundo lugar: Pedro Juan Gutiérrez, el Rey del Pop centrohabanero. Aunque ya estamos lejos del boom Trilogía sucia de La Habana, todavía el Bukowski tropical —así lo bautizó Roberto Bolaño— tiene buen uppercut. “Casi todos mis compradores de Pedro Juan son de Centro Habana”, me dice El Chino, uno de los mejores dealers de la red de Armas, “a las personas les llama la atención la realidad cubana en el espejo; vienen buscando el cotidiano”. Acto seguido pienso: la lectura ha sido siempre enjuiciada como una práctica evasiva, pero resulta que los lectores de Pedro Juan no quieren meter el cuerpo en la ficción, sino en la realidad. Hacer catarsis. Doparse con non fiction. Los lectores de Pedro Juan son todavía aristotélicos, no conocen el distanciamiento. “Sé de lectores” —decía Bolaño, a propósito de Trilogía…— “que se preguntan de dónde saca este fauno tiempo para escribir, si parece estar templando todo el día”. Templar o escribir, I There`s the point. Shakespeare nunca estuvo tan cerca.
En tercer lugar: Amir Valle, en este ranking por un solo libro: Habana Babilonia. El texto circuló en Cuba por email, la gente se pasó fotocopias de mano en mano. Ni se sabe cuántos cartuchos de impresión le habrá costado al Estado cubano este libro viral. Ningún otro texto de Amir alcanzó la misma cotización de remate que Habana Babilonia. El esfuerzo de muchos por conseguir otras de sus novelas es un espejismo, la ratificación del efecto que Habana Babilonia les produjo.Destino trágico el de Amir Valle: sus lectores en Cuba, al parecer, son los lectores vacantes de Pedro Juan Gutiérrez.
En cuarto lugar: Daniel Chavarría. A pesar del enjambre de reediciones del uruguayo que siempre zumba en la Feria del Libro, ni Adiós muchachos, ni Príapos se encuentran en ninguna librería. Para no hablar de Viudas de sangre (¿alguien se ha detenido en el número de páginas de Viudas…? En la literatura cubana es solo superado por Misiones, de Reinaldo Montero). Es increíble el gusto por el modelo Chavarría. La gente deja de leer a Rubem Fonseca(El gran arte), a Ricardo Piglia(Blanco nocturno), a Cristina Rivera Garza (La muerte me da), para leer a Chavarría. Alguien dirá que si todo el peligro es que los cubanos sigan leyendo a Chavarría, estamos dispuestos a correrlo, y con gusto, pero sucede que es optimista hablar de un mero “peligro”, pues de hecho la situación se congeló, y cientos de cubanos han seguido leyendo sus novelas, intercambiando solo sus novelas de manera endogámica. Y lo peor: se reproducen entre ellos. Han creado un ecosistema: el Chavarría Park, un cantón de lectura incestuosa con el ADN en ámbar del uruguayo. Y ya se sabe —lo notamos por la variedad de malformaciones congénitas en ciertos territorios latinoamericanos— las consecuencias de la redundancia genética: testículos ectópicos, labios leporinos, espinas bífidas, atresias duodenales, etc. Sobre la etiología de estas malformaciones, comenta Umberto Eco en La definición del Arte:
Uno de los motivos de la deseducación estética del público, proviene del sentido de esa inercia estilística, del hecho de que el lector o espectador tiende a gozar solo de aquellos estímulos que satisfacen su sentido de las probabilidades formales (de modo que solo aprecia melodías iguales a las que ya ha oído, líneas y relaciones de las más obvias, historias de final generalmente “feliz”).
Creo innecesario aclarar que si esta lógica es cierta, los lectores de Daniel Chavarría dentro de poco serán los espectadores de Tras la huella.
Cierro con una anécdota. Una vez le escuché comentar a Chavarría que había escrito su novela X (juro que no recuerdo cuál) porque estaba corto de plata. Para mí esa es la mejor declaración de principios estéticos hecha por un Premio Nacional de Literatura: no escribir para sí, ni para la posteridad, ni para el pueblo (whatever that means), sino para los únicos lectores a su altura: los que pagan los derechos de autor.
Recomendación: Si usted posee algún ejemplar de estos escritores de “gama alta”, busque un especialista. Estudie el mercado. Consulte a un filólogo. No se deje llevar por los lobos de Wall Street.
Hola Gilberto, Príapos si se consigue en Cuba, lo compre hace par de meses en una librería en Prado, hace esquina, frente al Capitolio , me pareció excesivo el precio de 4CUC por el libro tan pequeño, pero valió la pena. Gracias por este artículo y por la idea de cambiarlo por algún Padura en Revolico! 🙂
Saludos,
Milly
Los anaqueles son para escoger y existe la incontinente tendencia a fustigar lo mas escogido. Si tu público potencial no es ese burdo que repeles. Si con tus oraciones crees llegar mas allá que estos escritorcitos, me pregunto, -¿Por qué el desgaste? Y tengo respuesta: La envidia es incontrolable.
Más artículos, por favorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr… envíenlos directo a mi correo, no me hagan cargar la página a 56 KBps…
Chispeante, Gilber.
Si hay alguien al que el calificativo de “divo” no le encaja de ninguna manera ese es Leonardo Padura. No hay un gramo de arrogancia ni de presunción en su escritura ni en las declaraciones públicas que hace. Que haya mucha gente que aprecie su obra y esté dispuesta a pagar lo que sea por hacerse con uno de sus libros no significa que él sea un divo. Por otra parte, que Daniel Chavarría haya podido escribir algún libro por necesidad de dinero no le quita un ápice de valor a su literatura. Hay mil casos de escritores que escribieron por necesidad de dinero y el resultado fueron obras extraordinarias (me ahorro lista de nombres, pero si no los tienes claros me lo dices y te la adjunto). Más aún, la mayor parte de la gran literatura en los últimos mil años fue escrita por necesidad y bajo apremios económicos. Ya sé que lo que se estila es la ligereza y la banalidad cuando se habla de literatura, pero francamente me parece que tu consistencia es la de una pompa de jabón.
En esta parte del artículo está la respuesta de todo, ¿para qué pedir más? “Uno de los motivos de la “deseducación” (palabra abominable, por cierto) estética del público, proviene del sentido de esa inercia estilística, del hecho de que el lector o espectador tiende a gozar solo de aquellos estímulos que satisfacen su sentido de las probabilidades formales (de modo que solo aprecia melodías iguales a las que ya ha oído, líneas y relaciones de las más obvias, historias de final generalmente “feliz”)”. Pero debemos reconocer que artesanos como Padura, y tantos otros, saben manejar con habilidad el oficio de escribir. Sin embargo, un verdadero escritor, en mi opinión, no sólo es un contador de historias, sino alguien que tiene una visión renovadora del mundo, y que nos deslumbra con su forma de mirar las cosas. Banville, Marías,Oksanen, etc.
Ambos son geniales artistas de las letras, con una esencia puramente cubana. He disfrutado de ambos, he bebido de esas fuentes, me encantan por igual. Un saludo y muy buen artículo.
Ugh, ya es de sainete la guerrita que los nenes neoliterarios le han declarado a Padura y a Chavarría.
Muy buen artículo!!!! Excelente tu manejo del idioma, tu ironía, tu irreverencia! Un abrazo y sigue escribiendo!
¡Excelente artículo con mucho ritmo! Fue un placer leerte. ¡Bravo!
Tengo todos los libros de padura. Soy su lectora numero 1. Viajaron conmigo desde la habana. Herejes lo compre aqui. Chavarria le sigue. Preste priapo y no me lo devolvieron.amo a los dos.
Muy esclarecedor, para los que nos interesamos por la realidad cubana, yo viajare a cuba, llevare mis paduras, y lo regalare en el último rincón de cuba. No puedo con el aclamado, “el hombre….”
¿Por qué utilizas tantos términos en inglés? Es insufrible.
Me quedo anonadado de la capacidad de algunos cubanos para escribir, sobre todo los que escriben acerca de la realidad cubana con una maestria increible.
Me gustaria leer Habana Babilonia ya casi todo lo de Padura me lo lei
Padura me parece un escritor menor. Oportunista tambien. Navega magistralmente en todas las aguas, en las politicas de Cuba y en las comerciales de Miami. Mediocres, yo sere su Angel de la Guarda. Antonio Salieri