Para los cubanos Ron Perlman siempre será Vincent, el protagonista de la serie televisiva La Bella y la Bestia, un papel que caló en varias generaciones de la Isla desde su primera transmisión a fines de los años 80.
Pero a partir de ahora, Perlman –que ha sido Amoukar en La conquista del fuego, Salvatore en El nombre de la rosa, Ángel en Cronos y Hellboy en la saga de igual nombre–, también será Peter, el “periodista judío cuasi revolucionario de Nueva York” del filme cubano Sergio & Serguei.
La película, dirigida por Ernesto Daranas (Los Dioses Rotos, Conducta), tuvo su estreno en Cuba como parte del 39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, y el célebre actor estadounidense no quiso perdérselo.
Viajó a La Habana a una premier que debió suspenderse en par de ocasiones pero finalmente tuvo su recompensa este miércoles en el cine Acapulco.
“Fue realmente emocionante –dijo un día después a la prensa en el Hotel Nacional. Pude sentir a los espectadores durante toda la presentación: se reían con cada cosa graciosa, permanecían muy callados y reverentes con cada escena conmovedora, y créanme: he estado en las presentaciones de muchas películas durante 45 años y el aplauso al final fue genuino y puro amor por la película.”
Perlman acompañó a Daranas y otros miembros del equipo de realización en una conferencia de prensa, en la que narró cómo se involucró en el proyecto y mostró todo el carisma y sentido del humor que el director del filme adelantó al presentarlo.
“Es muy profesional y un simpatiquísimo compañero de rodaje”, comentó el director al contar sobre su primer encuentro en Cuba en el que, por mediación de la productora Adriana Moya de RTV Comercial, convino con Perlman su participación en la película.
El actor le respondió con un chiste: “Daranas me convenció porque me dijo que habría mucho chocolate en el set… Pero no hubo chocolate.”
El protagonista de series como Sons of Anarchy y Hand of God no escondió la emoción que le despierta Cuba, una pasión que, asegura, le contagió el cinefotógrafo mexicano Gabriel Beristain. Con él viajó a La Habana para explorar posibilidades de colaboración y terminó por encontrar un vínculo con su propia vida, con su pasado.
“No sabría cómo describir bien cómo me sentí en Cuba, pero fue como cuando sales de tu casa y llegas a otro lugar en el que sientes que estás de nuevo en tu casa. Fue una reacción emocional muy fuerte, muy visceral”, respondió a OnCuba.
“Me sentí como a mis diez años, cuando experimentaba la infancia y la madurez a la vez, y recordé cosas de mi propia vida vinculadas con Cuba, como el asesinato del presidente Kennedy, la invasión de Bahía de Cochinos, la Crisis de los Misiles, experiencias que marcaron mi despertar político. Fue muy emotivo venir y poder ser parte de la película.”
Sergio, Serguei y Peter
En Sergio & Serguei, Ron Perlman comparte la tríada protagónica con los cubanos Tomás Cao y Héctor Noas, quienes interpretan a un profesor de filosofía y radioaficionado cubano (Sergio) y a un cosmonauta ruso atrapado en la estación espacial Mir (Serguei).
A Perlman le propusieron ser Peter, un periodista judío de Nueva York que intenta develar la corrupción del gobierno de su país, es vigilado por agencias gubernamentales, y entabla comunicación con los otros dos en el intento de rescatar al cosmonauta abandonado.
Sin embargo, el estadounidense –judío y neoyorquino, por demás– tiene su propia versión (humorística) de la historia:
“Empecé a adivinar cuál sería mi trabajo en la película y le pregunté a Adriana [Moya] si lo que querían es que interpretara al profesor de filosofía cubano, y me dijo que no. Entonces le dije ‘Ok, me quieren para el cosmonauta ruso’, y me dijo que tampoco, así que le dije que yo no podía hacer de un periodista estadounidense, judío, que vive en Nueva York, porque ese no era yo.”
Más allá de la broma, Perlman aseguró haberse fascinado con “un argumento que mezcla tan diferentes personajes y posiciones políticas e ideológicas en una misma historia”, en una coyuntura tan significativa como 1991, la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética.
“Todo eso me encantó”, confirmó a OnCuba.
Para el actor fue un gusto trabajar con Daranas, a quien llama “un director visionario”. Su personaje, dijo, tuvo “una bella evolución” a partir de lo escrito inicialmente en el guion, gracias a la interacción entre él y Daranas.
“Él es la persona más importante en toda esta mezcla”, opinó.
Más que un personaje
Perlman se entusiasmó tanto con el proyecto que incluso decidió participar en su producción, en un momento en que estaba lanzando su propio estudio independiente (Wing & A Prayer Pictures).
De esta manera, se lanzó de lleno a lo que después definiera como “la primera coproducción narrativa cubano-americana en casi 60 años”, junto con RTV Comercial y el ICAIC, de Cuba, la española MediaPro y la productora internacional WestEnd Films.
“Me quedó claro que si hacíamos realidad este proyecto sería uno de los momentos más alucinantes de mi vida”, aseguró este jueves.
En particular, lo sedujo la posibilidad de trabajar alejado de los grandes estudios de Hollywood.
“Cuando estás filmando una película independiente sabes que todas las personas involucradas no están en ella por el dinero sino porque aman el cine y comparten el entusiasmo por la visión de la película. Esa es la más pura de las experiencias que puede tener un artista.”
La intrepidez política de Perlman también hizo lo suyo.
“Se suponía que no debía estar en Cuba. Obama no había venido aún y ni siquiera sabía si era legal estar aquí tomándome una cerveza”, comentó.
“Para poder filmar, tuve que ir a la Asociación de Actores de Estados Unidos porque no puedo trabajar en ningún lugar del planeta sin su permiso, y la Asociación me recordó que había un embargo, y les dije: ‘¿De veras? No había escuchado sobre eso…’”, contó entre risas.
“Había muchas armas apuntadas a muchas cabezas, pero estoy muy orgulloso de haber logrado que la Asociación me permitiera venir a filmar como actor invitado a Cuba. Hubo que llenar muchas páginas de permiso para que pudiera trabajar aquí, en un filme en el que lo más importante no era el dinero sino el amor al cine, pero al final pudimos hacerlo.
“Imaginen lo que siento por ser uno de los primeros actores americanos en venir a Cuba a trabajar en medio de un embargo de más de 50 años, no en una producción estadounidense sino en una película cubana. Estoy so fucking proud de haberlo hecho. Es una gran sensación.”
Esa es La Bestia y no la limosina blindada del presidente de EE.UU. Un gran actor a su modo. Pero demasiado feo para el estándar norteamericano. Bien por él.