Frontera natural, casi insalvable, por siglos el mar fue un territorio reservado a navegantes y a unos pocos pescadores, en su mayoría emigrantes y pobres, ya que temores y mitos limitaban cualquier contacto con las azules aguas, incluso en los más calurosos meses de verano.
Solo a mediados del siglo XIX, Puentes Grandes, el punto más elevado en el curso del río Almendares adquiriría renombre como lugar de placer y suplantaría las villas campestres de Guanabacoa. Otro tanto ocurriría con Palatino y otros puntos similares en el trayecto de la principal arteria fluvial de la capital cubana.
Pero el tiempo y las recomendaciones de algunos médicos, alterarían la norma social de los habaneros. Se cuenta que la occidental y pequeña playa de Baracoa fue el primer punto en recibir bañistas, cuya intrepidez no pasaba de mojarse hasta las rodillas.
A finales del siglo XVIII y rodeados por una aureola de milagros, comenzaron a ser frecuentado los manantiales con altas concentraciones minerales. Más de un poblado cubano tuvo su origen en las márgenes de estos lugares, donde los dolientes llegaban en parihuelas procedentes de sitios distantes para recobrar la salud…
Hoy el mar es un espacio reservado para la recreación de miles de cubanos que durante los meses de julio y agosto eligen las playas como su ¿mejor? entretenimiento. Por el lente de Roberto Ruiz Espinosa le llevamos a una de las playas más concurridas de La Habana: Guanabo.
Fotos: Roberto Ruiz Espinosa
Fragmentos de texto de Luis Jesús Gonzáles publicado en OnCuba: El día que La Habana entró al mar
muchas fotos repetidas,,, el mismo concepto….
Las fotos son geniales. Muestran el alma de Cuba, su gente, las hermosas playas…Excelente trabajo!