Durante mi último recorrido por La Habana pude apreciar que los conductores de los bicitaxis son, sin dudas, los verdaderos leones de las calles capitalinas. Lo tienen todo en contra: los baches, las lomas, las gomas desinfladas, la falta de piezas de repuesto, el sol irritante, los aguaceros, los gorditos, los transeúntes imprudentes, los fastidiosos que los entretienen más de la cuenta y los “vivos” que quieren pagar poco o, sencillamente, no pagar.
A pesar de ello, nos regalan algunas de las manifestaciones más pintorescas de ese cubano gritón y alardoso que cuando dice “por ahí” no se detiene ante nada: la constancia, el esfuerzo descomunal, las piernas de acero, la broma, la picardía, las malas palabras, el grajo del callejero. Lo de ellos es ganar el dinero del sustento diario, y a la vez, apoyar a la gente que trata de transportarse en el corazón de La Habana con miles de dificultades y a riesgo de lo que sea.
“Yo trabajo desde las 12 del día a las 6 de la tarde, me comentó Oscar Falcón Morejón en la esquina de Galiano y Zanja. Aquí no se puede estar comiendo croqueticas, empanadas, frituras y esas cosas. Yo me echo mi buen bistec en el almuerzo cerca del Barrio Chino. ¡El que no lo haga así se parte! Puedo trasladar hasta dos personas con un menor. Y me lo llevo todo. Si no lo hago es leña que se deja de usar. Tengo en mi coche a San Lázaro para que me ilumine por estos cominos llenos de tantas jodederas…
“Los precios oscilan entre 25 y 50 pesos. Hace poco recogí a dos italianos que querían ir al Hotel Colina, pero al llegar a San Lázaro, de Infanta hacia arriba, la vía se inclina. Yo me tiré y empecé a empujar mi bicitaxi y la señora al verme se bajó también y me ayudó. El hombre no. Cuando llegamos al hotel ella le preguntó por qué. Y él le dijo que no debía hacerlo, pues estaba pagando el servicio… ¡Que tipo más prepotente!”
“Tenemos que lidiar con los policías, los caballitos, los inspectores, los borrachos, los bandidos, ¡tenemos que lidiar con mil cosas! –interviene Cirilo Suárez cerca del Parque de la Fraternidad–; sin embargo, somos felices. Estamos buscando plata y dándoles una palmadita en el hombro a los demás. ¿Qué más podemos pedir? El águila que está en mi coche me la encontré botada y la trompeta me la regaló un cliente. Este iba conmigo en mi bici y al ver que casi arrollo a uno bajando por la calle Sol me dijo que me iba a hacer un regalo para evitar una desgracia. ¡Y cumplió! La trompeta suena… y suena fuerte”.
Luego de dejar a una embarazada en la esquina de Reina y Amistad, Junior Alcolea Rodríguez me dedicó unos minutos, alerta, pues no estaba bien parqueado: “A veces las personas no entienden que esto es a pulmón, no hay un motor ni nada para impulsarte, todo es con el sudor de uno. Entonces, quieren montar dos o tres por solo un dólar. Algunos se ponen bien pesados, se suben y se hacen los desentendidos, al final, te dan un fula sabiendo que la carrera vale dos. Y nosotros andamos loma arriba, y loma abajo, fundidos. Yo al menos valoro mucho mi pincha y cobro sin abuso. Cuando nos quejamos con las autoridades nunca se resuelve nada.
“Un oficial me puso una multa hace poco, a pesar de tener todos mis papeles en regla, porque estaba saliendo de un parqueo con una clienta y no había colocado aún la pegatina que indica el municipio donde me permiten circular (si me salgo de él me la pelan). Exageró, pero existen algunos indisciplinados que no tienen noción de esta pincha ni de nuestra labor social”.
“A veces queremos ir de pilones en busca de trabajo y las cosas nos salen mal –dijo Geylon Hernández, amigo y compinche de Cirilo en la búsqueda de clientes. No hace mucho nos fuimos varios a El Rincón, en Santiago de las Vegas, el mismo día de San Lázaro. Nos dijeron que allí reunía bastante gente y se hacía plata. Pero al llegar nos dimos cuenta de que era otra cosa: no había tanto personal y muchos clientes pedían viajes muy largos que no nos convenían. Fuimos por gusto y viramos el mismo día. ¡Llegamos súper cansados! Fueron como tres horas pedaleando sin parar.
Contrario a lo que se cree, no todos los dueños de los bicitaxis son jóvenes altos, fuertes y musculosos. También hay personas de la tercera edad e, incluso, impedidos físicos que no tienen otras ocupaciones. Los legalizados pagan su licencia y la seguridad social (además del parqueo) y, como trabajadores por cuenta propia, tienen varias preocupaciones importantes: no poseen un sindicato que los proteja y enseñe, ni una dependencia oficial, donde poder plantear sus inquietudes y denunciar los maltratos de que a veces son víctimas.
Por supuesto, también están las multas, a ratos elevadas. A partir de abril del año pasado las viejas licencias expedidas por la ONAT, fueron sustituidas por un nuevo permiso de circulación, al cual tuvieron derecho solo los que ya eran contribuyentes. “Han llenado la ciudad entera con señalizaciones solo para los bicitaxis –dice un profesor y escritor que vive de este oficio y prefiere el anonimato. Y, de manera permanente, las agentes del orden nos están diciendo que no podemos estar ahí… o allá… de hecho no podemos transitar por el Prado, en especial por la zona del Capitolio. Prefieren a los coches de tracción animal que ensucian las calles a su paso. Nos sentimos un poco presionados, esa es la verdad. Eso sí: la población nos apoya bastante.”
Otro elemento en contra de los bicitaxistas es la rivalidad que hay entre ellos. “Hay mucha –dice el carismático Cirilo. Estamos unidos por municipios, algunos somos de Marianao, otros de la Lisa, de Guanabacoa… y entonces los que son de esta zona, de Centro Habana o de La Habana Vieja, nos abren fuego. Son regionalistas. Aunque, en realidad, estamos por la izquierda, la ley no nos deja estar en su territorio, debido a que no tenemos licencias de aquí, le quitamos pasajes y formamos lío.”
“Hay de todo –dijo Ramón Antonio Castro González, quien adorna su bici con un diminuto felino. Está el que tiene licencia y trabaja sin problemas, sin susto con la policía, pero está el que no la tiene y desea hacer dinero al momento para irse y no andar exhibiéndose. Ellos piden menos, con tal de hacer algo, a veces, regalan su trabajo. Los que tienen licencias no se están buscando los recursos que deben buscarse, hay mucha competencia desleal.”
Dentro del anecdotario de La Habana, los bicitaxeros tienen su espacio y pasarán a la historia citadina y mundana, aunque jamás aparezcan en algún libro o monografía. Son personajes invisibles con grandes lecciones de vida.
El único villano en cuba es el gobierno explorador,el capitalismo de estado tropical.Bienes y servicios más caros que el estado cubano no hay
Llevo años viajando a cuba y para mi los bicitaxeros son unos héroes, que se ganan el dinero trabajando a punta de pedal y no jineteando como el resto!!!
Es verdad que los bicitaxeros novatos no conocen las leyes de tránsito, manejan a la cañona y van acumulando multas como trofeos, además andan de noche sin luz y con frenos que son una mierda. Pero, así y todo, mis respetos, trabajan como bestias y ayudan a la gente.
CUANDO VISITÉ CUBA HACE UNOS MESES UNO DE LOS BICI… ME LLEVO HACIA EL MUELLE. EL CHICO ERA MAESTRO DE FÍSICA Y HACÍA ESE TRABAJO PARA TRATAR DE MEJORAR SU NIVEL DE VIDA. CREO QUE EN VEZ DE REPRIMIR TANTO A ESTOS MUCHACHOS LOS DEBÍAN ORGANIZAR Y EDUCAR. LA MAYORÍA SON GENTE SERIA… NO LUCRAN CON LOS TURISTAS, NI ROBAN NI SE EMBORRACHAN… ESA ES LA VERDAD.
Tomé no hace mucho un bicitaxis para que me llevara al mercado de Carlos III y el joven me dejó en Belascoaín, me dijo que él solo podía moverse en Centro Habana donde tenía su permiso de circulación… qué horror… no hay que ser tan extremista. El orden es una cosa y los excesos otra.
A estos muchachos hay que unirlos y educarlos en algún tipo de cooperativa, así, desunidos y con berrinches no van a logar nada. Trabajan como bestias y no se llevan tanto dinero como la gente cree. Muchos no son dueños de sus bicis y le tienen que dar casi todas sus ganancias a los propietarios…