Hoy comienza la 8° edición del Mundial de Fútbol femenino que tendrá lugar hasta el domingo 7 de julio en nueve ciudades francesas (Grenoble, Le Havre, Lyon, Montpellier, Niza, París, Reims, Rennes y Valenciennes).
Luego de las rondas clasificatorias, 24 selecciones (Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Camerún, Canadá, Chile, Estados Unidos, Escocia, España, Francia, Inglaterra, Italia, Jamaica, Japón, Nigeria, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, República de Corea, China, Sudáfrica, Suecia y Tailandia) estarán compitiendo por ser el nuevo campeón.
En cuanto a la organización del torneo y de acuerdo con el sorteo oficial de la FIFA, estos países fueron divididos en seis grupos de cuatro equipos cada uno. Los primeros tres partidos de cada selección corresponden a la etapa inicial. Las primeras y segundas selecciones de cada grupo y las cuatro mejores terceras avanzan a la siguiente ronda.
Los 24 planteles disputarán 52 partidos durante este mes. El inaugural será hoy a las 21 horas en el estadio Parc des Princes de París y la final se jugará el 7 de julio en el Parc Olympique Lyonnais. El Mundial es un hecho histórico en sí mismo: los organizadores confirmaron que llevan 950 mil entradas vendidas (incluyendo 6.500 sólo el miércoles), en un contexto donde en los últimos meses se registraron los encuentros de mayor asistencia en el fútbol femenino (entre 45 mil y más de 60 mil personas).
For girls and women all over the world – football isn’t about what people say you should do.
It’s about what you dream, what you decide and what you dare. #DareToShine pic.twitter.com/BLVOY0qwUa
— FIFA Women’s World Cup (@FIFAWWC) 7 de junio de 2019
Pareciera que la Copa del Mundo puede llevar al deporte practicado por mujeres a un nuevo plano de popularidad. El megaevento sirve de escenario de reclamo y reivindicación para ciertos protagonistas. En el caso los países que cuentan con una estructura profesional y desarrollo del fútbol femenino, el eje está puesto en obtener igualdad de salarios y de oportunidades.
Ada Hegerberg, por ejemplo –la primera mujer en la historia en ganar el Balón de Oro y reciente campeona de la Champions League con el Olympique de Lyon– mantuvo su postura de no participar en este Mundial (“porque no todo es dinero”) al considerar que las mujeres no son tratadas del mismo modo que los varones, aun después de que la Federación Noruega de Fútbol y el sindicato de futbolistas de ese país firmaran un histórico acuerdo para igualar los salarios.
Por su parte, las jugadoras de la selección de Estados Unidos (país que tiene la mayor cantidad de Copas Mundiales, tres veces campeón) demandaron judicialmente a su federación por discriminación de género. Planteles como las Matildas debieron proclamarse en huelga, lo que condujo al organismo australiano a cancelar la participación en partidos programados en 2015 (con más de 60 mil entradas vendidas), para visibilizar la necesidad de un contrato colectivo de trabajo. Exponer las desigualdades (como hicieron las jugadoras alemanas en el spot “no tenemos pelotas, pero sabemos cómo usarlas”) y las precarias condiciones de preparación (como hizo la selección argentina el año pasado) atrae la atención de los principales medios de noticias nacionales e internacionales, pone el tema pone en discusión e impulsa una serie de medidas necesarias para mejorar en áreas pendientes: oportunidades para divisiones juveniles, coordinación de ligas femeninas, participación de mujeres en los comités ejecutivos de los clubes y asociaciones, y (como en el caso de América Latina) la profesionalización de la disciplina.
El fútbol femenino tiene historia
El fútbol practicado por mujeres no es un boom, tampoco es una moda que tomó fuerza en los últimos años. Aunque su práctica no siempre fue reconocida, autorizada ni visibilizada, las mujeres juegan al fútbol desde hace más de un siglo en diferentes partes del mundo.
La Fédération Internationale de Football Association (FIFA) –el organismo más importante que regula la práctica a nivel global– organiza la Copa Mundial Femenina de Fútbol desde el año 1991 (su primera edición fue en China), aunque existen registros de competencias (consideradas no oficiales) un par de décadas antes, incluso con multitudes colmando los estadios. Ya desde fines de la década de 1970, y a lo largo de los años 80s, cuando la FIFA comenzó a notar un interés importante en el fútbol de mujeres, inició un proceso de “oficialización” de la disciplina a través de un mandato que obligaría a las asociaciones de cada país afiliado a incorporar el fútbol femenino. Durante de ese tiempo se fueron promoviendo estrategias para combatir o suprimir la imagen negativa asociada a las mujeres futbolistas (como “machonas”), para empezar a “vender” la disciplina.
Desde ese momento y cada cuatro años, la FIFA organiza el máximo torneo femenino a nivel de selecciones del mundo. Además del puntapié inicial asiático, las demás ediciones anteriores se disputaron en Suecia (1995), Estados Unidos (1999 y 2003) y China (1991 y 2007), Alemania (2011) y Canadá (2015). Este año el país anfitrión es Francia, que además alojó la Copa Mundial sub-20 en 2018.
Si bien no se sabe aún el país sucesor, ya se están gestionando las candidaturas para la edición de 2023 y Argentina, Bolivia, Brasil y Colombia se encuentran entre las federaciones sudamericanas que expresaron formalmente su interés para alojar la próxima Copa, además de Japón, las dos Coreas, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia.
Pareciera que la organización más poderosa del fútbol fuese responsable por el boom del fútbol femenino a nivel global –según fuentes oficiales de la FIFA, el último mundial femenino en Canadá en 2015 atrajo a más de 1.35 millones de personas, una cifra sólo superada por el mundial masculino–, pero esta “legitimación”, a la vez, ha intentado ocultar una historia que va más allá de 1991.
Antes de la oficialización del fútbol femenino, en muchos otros países había mujeres que practicaban y competían sin el apoyo ni el reconocimiento de la federación de su nación. En algunos países, como en Brasil e Inglaterra, la práctica del fútbol por mujeres llegó incluso a estar prohibida porque se consideraba un deporte demasiado “macho” y peligroso para el sexo “más débil”, que ponía en riesgo el sistema reproductivo femenino.
Desde la perspectiva “oficial” de la FIFA y muchas asociaciones nacionales de fútbol, no hay un intento de “borrar” el pasado “no oficial”, sino que más bien se trata de no hablar de él y mirar hacia adelante, hacia un futuro en el cual las mujeres tendrán las mismas oportunidades para jugar al fútbol que sus contrapartes masculinas. Este futuro imaginado por las asociaciones también es un deseo compartido por muchas jugadoras a nivel mundial, sin embargo este proceso de ignorar el pasado excluye las experiencias de las mujeres que participaban de forma “no oficial” en el fútbol, aquellas que jugaban a pesar de los prejuicios y los obstáculos, que no contaban con ningún apoyo institucional o mediático, y que además intentaron y lucharon para formar asociaciones y torneos independientes.
Abrir la cancha y cambiar de frente
En el último tiempo estos organismos referentes en la organización del deporte han dispuesto medidas para trabajar e intentar saldar las desigualdades de género. Desde la FIFA se promueve una política de desarrollo del fútbol femenino. Entre las prioridades declaradas para el fútbol de mujeres desde 2015 hasta 2018, denominadas “FIFA’s 10”, la cuarta es “mejorar el marketing y la promoción del fútbol femenino, construir una marca propia del fútbol femenino”.
Por otro lado, una nueva disposición de la Confederación de Fútbol Sudamericano (CONMEBOL) exige que todos los clubes deportivos que deseen participar a partir de 2019 en torneos internacionales deben, además, contar con un equipo de fútbol femenino. La mayoría de los clubes de América de la primera división se ven afectados por este reglamento, ya que pocos son los que actualmente compiten en la liga femenina. Con estos cambios y nuevos emprendimientos, acompañados de mayor cobertura mediática, se ve una expansión del fútbol femenino.
En el último tiempo, además, se ha dado un giro para el fortalecimiento de la disciplina. Se están desarrollando estrategias de marketing y publicidad para transformarlo en un deporte legítimo para las mujeres, buscando no reproducir en sus practicantes prejuicios, al mismo tiempo que se pone en circulación una imagen homogénea que corresponde con los estereotipos extendidos de ser mujer en la actualidad. En un campo que puede mover miles de millones de dólares, entre la publicidad y la televisación, y ante la explosión de mujeres que se suman día tras día, no parece un negocio para dejar de lado. La FIFA lo entendió y traslada ese interés a números. El torneo tendrá $30 millones de dólares de premio financiero, duplicando el monto de la edición anterior y modificando el reparto para beneficiar a un mayor número de participantes, manteniendo la misma cifra para el plantel ganador ($4 millones).
Además de las grandes compañías que lanzaron publicidades especiales e interpelan a través de imágenes de mujeres practicando este deporte, los responsables de la televisación también muestran interés y expectativa por el Mundial. Entre las cadenas sin precedentes que darán cobertura del evento se encuentran O Globo de Brasil (que va a transmitir todos los partidos por televisión abierta), BBC (con un seguimiento en el prime-time de los representativos de Inglaterra y Escocia), Fox a través de sus canales de aire y digitales para Estados Unidos, y TF1 y Canal+ en simultáneo en Francia darán los partidos principales del torneo. En varios países donde el fútbol femenino aún no es (completamente) profesional se está viviendo un momento de transición de un deporte casi desconocido a un negocio creciente. En Argentina, por ejemplo, los partidos de la selección nacional y los encuentros claves de la Copa del Mundo serán transmitidos por la TV Pública. Así, vemos que las organizaciones más influyentes y poderosas del deporte consideran que la mercantilización, junto a la identificación de un nicho todavía no explotado en su totalidad, es un aspecto clave para el desarrollo del fútbol femenino.
Esta Copa Mundial Femenina en Francia marca un antes y un después. Ya sabemos que el fútbol femenino no es nuevo, sólo en los últimos años se ha comenzado a reconocer y a aceptar la práctica de este deporte a gran escala por las mujeres. El boom es en realidad el flamante interés de ciertos sectores, la tensión entre los intereses del mercado y los pedidos de las protagonistas en relación a su condición de futbolistas y trabajadoras en búsqueda de espacios (de formación y entrenamiento) hacia el reconocimiento legítimo. Este Mundial, que está experimentando aumentos inéditos en los niveles de participación, atención mediática y comercialización, es la oportunidad para demostrar adentro y afuera de la cancha que el deporte no tiene género.