Desde hace unos días, todas las miradas del mundo apuntan al continente americano. En el hemisferio norte, el epicentro radicó en los Estados Unidos, con la novelesca elección presidencial. En el sur, el foco estuvo en la toma de posesión del nuevo gobierno de Bolivia y sobre Argentina, con la inesperada internación y posterior cirugía de Diego Armando Maradona, por un hematoma subdural.
Que los destinos políticos del mayor emporio económico de la historia tengan en vilo a casi todo el planeta y que la vuelta a la democracia en Bolivia sea noticia es previsible. Pero que esa atención esté casi disputada por el estado de salud de un ser humano resulta, como mínimo, llamativo.
Por supuesto, Maradona, el astro del fútbol mundial, considerado el mejor de todos los tiempos, idolatrado (y odiado un poco también) no es cualquier ser humano. Su vida y su figura son un mundo donde laten las pasiones y cualquier evento que al menos lo roce ya se convierte en noticia en todos los puntos cardinales.
El pasado lunes 2 de noviembre, apenas se conoció de su ingreso repentino en una clínica de la ciudad de La Plata, por un cuadro de anemia y deshidratación, esa ciudad, donde desde hace poco más de un año Diego dirige el plantel de fútbol del club Gimnasia y Esgrima La Plata, se revolucionó. En poco tiempo, hinchas y decenas de medios de comunicación nacionales e internacionales coparon las afueras del hospital. En ese instante, absolutamente todos los canales de televisión de Argentina interrumpieron sus trasmisiones para hacerse eco de la noticia.
Al otro día, el parte médico sobre la salud de Maradona daba cuenta de un hematoma en su cabeza. Lo trasladarían entonces a otra clínica para operarlo.
El martes 3 de noviembre tampoco era cualquier martes: el mundo despertaba atento a lo que sucedía en las elecciones estadounidenses (aunque habría que esperar cinco días para conocer al nuevo presidente electo) y en Twitter, junto a la disputa de Trump y Biden, era tendencia mundial el hashtag #FuerzaDiego.
La operación del ídolo duró cerca de una hora y media y fue un éxito. En las afueras de la clínica Olivos, lugar donde sucedió la cirugía ese martes en la noche y donde ha estado ingresado por varios días para su recuperación, se apostaron de guardia cámaras de televisión, periodistas y fotógrafos de diarios y agencias internacionales. Y, por supuesto, cientos de fanáticos del diez.
La entrada del hospital se convirtió en un santuario con mensajes de aliento a Maradona. Otras misivas de buenos augurios inundaron las redes. Llegaron firmadas por cientos de miles de seguidores en todo el mundo, presidentes de varias naciones, famosos artistas y, por supuesto, figuras del mundo del deporte, en especial del fútbol. Lionel Messi publicó en su Instagram: “Diego, toda la fuerza del mundo. Mi familia y yo te queremos ver bien lo antes posible. ¡Un abrazo de corazón!”.
Es sorprendente y hasta inexplicable lo que genera Maradona. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien fue un futbolero empedernido, suscribe en su libro Cerrado por fútbol:
“Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero”.
A Maradona lo han bautizado como D10S, asociando a un ser sobrenatural único, al que se le rinde culto (pero este es un dios pagano, terrenal e imperfecto) con el número que llevó en su dorsal durante su célebre carrera, en momentos históricos como el de la Copa Mundial de México, en 1986, cuando dejó desparramados a cinco jugadores ingleses para crear el gol del siglo XX, en menos de once segundos, con su mágica pierna zurda, en solo 12 toques y en 44 pasos…
Si, en geometría del espacio, un hemisferio es cada una de las dos mitades de una esfera dividida por un plano que pasa por su centro, y en nuestro planeta existen los hemisferios norte y sur, occidental y oriental… Diego Armando Maradona es un hemisferio en sí.