Cuando todavía faltaban seis segundos para que terminara su pelea por la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, el librista cubano Reinieri Salas salió caminando de los colchones brasileños, indignado, sin respuestas ante una polémica decisión de los jueces que le cerraba las puertas al podio estival.
A las puertas de los 30 años, “El Gimnasta” no entendía nada de lo que pasaba. Por un instante, se vio ganador de una histórica presea, pero en un abrir y cerrar de ojos la plana arbitral enterró su sueño y dio vía libre al estadounidense J´Den Michael Cox para subir al podio.
Salas, recuerda, iba debajo 1-0 a 40 segundos del final de la pelea, cuando el norteño recibió una penalización que le obligaba a marcar en 30 segundos. Si no lograba hacerlo, el duelo se empataba y la mesa quedaba servida para un cierre de infarto. A la postre, eso mismo fue lo que sucedió: Cox no marcó y el árbitro le dio el punto al cubano.
Pero el verdadero drama estaba por llegar. Una reclamación de los entrenadores de Estados Unidos provocó la revisión del video y un cambio drástico del veredicto. Al cubano le otorgaban un punto, sí, pero Cox recibía dos unidades adicionales y la garantía de la medalla olímpica en la división de los 86 kilogramos.
Casi cinco años después, Reinieris Salas todavía no ha encontrado una explicación convincente sobre lo que sucedió. De cierta manera, esa duda ha martillado su cerebro durante todo este tiempo, plagado de decepciones y dificultades en el plano profesional, aunque ninguna lo suficientemente grande para apagar su mayor deseo: regresar a casa con una presea olímpica.
El último tren
Reinieris Salas ha encontrado la manera de que el dolor se convierta en su aliado. Tanto los golpes emocionales como los problemas físicos le han servido para esculpir una personalidad de acero, vital en una competencia de tanta tensión como los Juegos Olímpicos.
Así lo ha demostrado en Tokio, una plaza que, quizás, no se pintaba como una apuesta muy clara para “El Gimnasta” y sus aspiraciones de podio en la cita bajo los cinco aros. El cambio de división desde los 86 kilos hasta los 97, una fractura de tobillo y ligamentos rotos, eran algunos de los obstáculos a sortear rumbo a la gloria olímpica.
Sin embargo, Salas pasó por encima de todo eso y de rivales muy curtidos, excepto el ruso Abdulrashid Sadulaev, un chico que, con 25 años, ya es doble campeón olímpico, rey absoluto de la división y candidato a convertirse en una leyenda de la lucha libre.
Salvo ese traspié, su ruta hasta la tierra prometida en la capital japonesa fue impecable. Cierto que no sacó grandes diferencias en los marcadores, pero supo manejar bien cada combate, administrando fuerzas y buscando el momento exacto para atacar y obtener los puntos clave.
Eso tiene un tremendo valor, mucho más si tenemos en cuenta que transitó todo el camino a puro corazón, con el tobillo sacándole los colores y limitándolo sobre el colchón. Fuerza de voluntad, esa fue la mayor virtud de Salas, quien venció al bielorruso Aliaksandr Hushtyn (bronce europeo del 2019), al macedonio Magomedgadji Nurov (bronce mundial en 2019) y al azerí Sharif Sharifov (titular olímpico de Londres y tercero en Río), este último su escollo en la discusión de la medalla de bronce, definida por estrechísimo margen.
Como hace cinco años, de nuevo los compases finales de un combate fueron decisivos para Salas, quien ahora corrió con mejor suerte. A falta de 30 segundos para terminar el duelo con Sharifov, estaba debajo 3-2, pero logró sacarlo del área de competencia y marcó el empate. Antes, con un gesto técnico a la altura de los campeones, había logrado un desbalance de dos puntos cruciales en su remontada de bronce.
“Sabía que podía obtener esta medalla. Trabajamos para eso. No nos falló la estrategia que nos planteamos, salió excelente y no hubo desgaste, por eso pude marcar y soportar la presión en los finales de los combates”, dijo Salas, quien ya no subirá más a los colchones.
“Ya `El gimnasta´ lleva mucho tiempo en esto, necesita descanso y quiero ayudar a mis compañeros de una manera diferente, sin el compromiso de competir. Voy a estar apoyando a los más jóvenes, ya sea técnicamente o como pareja, pero en el ámbito de luchar a grandes escalas está será la última prueba”, aseguró a los medios acreditados en Tokio.
Con 34 años, cierra una carrera muy consistente, que incluye tres preseas mundiales y este bronce olímpico como resultados de primer nivel. No obstante, a Reinieris Salas habrá que recordarlo también por su dedicación y su voluntad para levantarse ante cada zancadilla de la vida.
Ha enfrentado su carrera como los grandes. Sin dejarse vencer por los obstaculos
La carretera del gimnasta es brillante.lastima q no logren motivarlo a seguir arriba de los colchones dando lo mejor de si. Ya dió una demostración de súper calidad deportiva para competir sin un desgaste óptimo.seria una lástima no verlo más lucharcon el enorme potencial q aún tiene para la lucha y el respeto q aún impone en el mundo de la lucha..
Todavía habrán metas a lograr si lo saben manejar y por supuesto si le dan motivaciones para seguir.. creo q está es la clave,, motivación sea en los 97 o en los 125kg.creo q en los últimos 15 años ningún luchador de su estilo en cuba ha tenido los resultados del gimnasta a nivel global ,por ende es el mejor luchador cubano de los últimos 15 años.al César lo q es del César. No permitamos q se nos valla y motiven a este gran atleta aún el relevo no está garantizado.