La evocadora y enigmática obra de Belkis Ayón (1967-1999), histórica grabadora cubana, llega al Museo Reina Sofía con una exposición que abre la puerta a su original legado con invitaciones a entrever su soterrada lucha contra la censura, la violencia y el poder.
“Belkis Ayón. Colografías” llega hoy al museo madrileño, donde permanecerá hasta abril de 2022 con un centenar de obras que recorre toda su trayectoria. Se trata de la primera retrospectiva de la artista cubana en Europa.
Las obras de Belkis Ayón están en prestigiosos museos internacionales como el MoMA, la Tate o el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, pero su obra y su legado sigue siendo grandes desconocidos en España.
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Su carrera, “fugaz y fulgurante”, según palabras del director del museo, Manuel Borja-Villel, acabó de manera abrupta con su suicidio en 1999, en plena madurez creativa.
Ayón fue una de las mejores grabadoras de su tiempo, y se hizo famosa por emplear una técnica de grabado, la colografía, mucho más compleja, que se hace con el collage de otros materiales. El resultado es una obra llena de matices y ricos relieves.
“La técnica de Belkis es impresionante, te atrapa, son casi bajorrelieves”, explica Cristina Vives, amiga de la artista y comisaria de la muestra.
El formato del grabado cobra una nueva dimensión a manos de Ayón, que forma grandes murales a partir de piezas más pequeñas y gana en impacto con la paleta que usaba, reducida a blanco y negro.
Vives ubica a Ayón dentro de la generación de artistas como Tania Bruguera -Premio Velázquez 2021- o Los Carpinteros, que comenzaron a ganar reconocimiento a nivel internacional en el crítico “Periodo Especial”, marcada por el colapso de la URSS y la crisis económica. “Aquellos artistas -explica- fueron auténticos magos, se escondieron detrás de la técnica y de una narrativa aparentemente inofensiva”.
Una de las características más curiosas de Ayón -cada vez más apreciada en subastas-, es que está centrada en un solo tema: la reinterpretación de la iconografía de Abakuá, una sociedad secreta afrocubana presente en Cuba, integrada solo por hombres.
La hermandad, a la que se accede través de una serie de rituales, estigmatiza a las mujeres, pero cuenta con una diosa, Sikán, sacrificada por los hombres de su comunidad y que la artista considerada su alter ego.
Esta iconografía Abakuá sirve a Ayón para crear un lenguaje singular, marcado por enigmáticas imágenes en blanco y negro, que en ocasiones combina con otras religiones como la cristina, y siempre están definidas por lo fantasmagórico y lo sagrado.
La obra de Ayón debe ser vista enmarcada en el periodo histórico que le tocó vivir, según Vives: “Fue una crisis profundísima, se suele decir que económica pero también de valores”. “Ayón construyó un discurso universal contra la marginalidad, la frustración, el miedo, la censura, la intolerancia, la violencia, la impotencia y la falta de libertad”, explica.
En la muestra se encuentran algunas de sus obras cumbre. “La Cena” (1988-1991), que combina la hermanad cubana con pasajes cristianos; “Nlloro”, obra que sale por primera vez de Cuba, sobre las ceremonias, o “La consagración I, II y III”, sobre las ceremonias de consagración.
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La obra de Belkis, alcanza su madurez en los noventa, cuando refleja la crisis existencial de la sociedad cubana y de la suya propia, a través de una serie de obras con escenas de tono apocalíptico.
Abandona el gran formato y trabaja una serie de piezas circulares casi siempre ocupadas por un rosto de mujer, en el que la artista vivía el desasosiego de Sikán en su propia piel, que como el resto de mujeres siempre aparece representada sin boca. La artista se quitó la vida en 1999 de un tiro en la cabeza.
Efe/OnCuba