Un 12 de febrero de hace 8 años la endemoniada parca hizo que volviera a nacer, cuando paró súbitamente de latir su corazón, un tipo extraordinario: Santiago Feliú.
Nunca me pasó de llorar y sentir la ausencia de una persona como si hubiese sido un familiar cercano. Y eso me sucedió con Santy.
Ese 12 de febrero de 2014 sonó el teléfono de mi casa bien temprano y un amigo me dio la fatal noticia. Me incorporé de mi posición horizontal. Sentado en la cama me sentí como atolondrado. Sin desayunar salí a caminar sin rumbo y terminé solo, en la costa de 1ra. y 70, en La Habana.
Frente al mar no entendía por qué sentía tanta rabia y angustia. Y lloré mucho. Definitivamente me abatía la tristeza por la muerte de Santiago Feliú.
Quizás fue así porque soy un poco/mucho sus canciones. Lo quise. Lo quiero a Santiago.
Teníamos una relación pero ni por asomo era su amigo o de su círculo íntimo. Yo era/soy uno de esos incontables fans que se arropó en sus canciones y en su personalidad.
Entre las cosas que me hechizan de Santiago estaban su capacidad de adueñarse y ponerle sello propio a canciones que no eran de su autoría.
Si a él le gustaba el tema, lo “rasgaba” en su guitarra y sencillamente era otra cosa.
Es más, el que las escuchaba corría el riesgo de que la versión de Santiago pasara a ser la preferida por encima de la original. Desde la más melódica y cursi canción hasta la más sublime y profunda.
He escuchado en su voz temas de los más populares de José Feliciano, Roberto Carlos, José José, Fito Páez, Sindo Garay, Joan Manuel Serrat o Silvio Rodríguez… y luego, al oír las grabaciones originales, he sentido el fantasma de Santiago merodeando.
Una de esas piezas muy “a lo Santy”, que incluso todos creíamos que era suyo pero no lo era es “En este barrio”, del español José Luis Mezo Bigarrena (El Vasco). Feliú no solo hizo su propia versión sino que hasta le incorporó un par de versos al final.
Si leemos la letra completa, es un tema muy al estilo Santiago:
En este barrio
Hablaban siempre de dinero
y planeaban asaltar un banco,
mas al llegar otro febrero*
soñaban con fugarse en un barco.
Año tras año se iban yendo así,
creyendo que la vida era un velero.
Año tras año quedaban aquí,**
crucificados en un sumidero.
Uno se hizo maricón,
el otro se hizo marino mercante;***
aquél cree en la revolución
mientras su hermano es un traficante.
De calle en calle los muchachos van
buscando hembras para el aguante.****
Lunes tras lunes se repite igual:
a esta vida ya no hay quien la aguante.*****
Dicen que quieren rock and roll
y algunos hasta se fuman un porro;
hay quien sueña con Washington,
y hay quien anda con la cara de perro.
En este barrio también está el que
se caga en todo y hasta en Nueva York,
no adora el dólar y claro lo ve
que ese norte no es la solución.
Hablaban siempre de dinero
y planeaban asaltar un banco;
pero al llegar otro febrero
soñaban con fugarse en un barco.******
Quien se quedó critica al que se fue
y todo el mundo sabe lo que pasa.
No sé si yo me quedo o si me iré,
ya me cansé de mi barrio y mi casa.
Y aunque yo sé que de Cuba nunca me iré,
ya me cansé de mi barrio y mi casa. 1
Tuve la extraordinaria suerte y oportunidad de coincidir en tiempo, espacio, descargas, conversaciones, conciertos, rones y madrugadas con Santiago Feliú.
En 2010 lo perseguí para entrevistarlo a propósito de la salida de su disco Ay, la vida.
“Anota mi correo y mándame las preguntas que tú sabes que hablando me trabo un poquitico”, me dijo sonriendo una noche que me lo crucé a la salida de un teatro.
El cuestionario desde hace mucho merodeaba en mi cabeza y mis ganas. Así que se lo mandé esa misma madrugada.
Pasaron las semanas y no tenía acuse de recibo alguno. Nos veíamos por ahí y el trovador me decía : “No se me olvida lo tuyo/ lo nuestro”.
Un día amanecieron sus respuestas en mi casilla de correo :
> El 03/03/10, Santiago Feliu <cancionarte@hotmail.com> escribió:
> > …hermano revísame la ortografía, etc…..te mando las letras en otro correo …abrazon.
El diario Juventud Rebelde, donde yo trabajaba por entonces de periodista y el querido José Luis Estrada Betancourt, el editor del apartado de cultura del periódico, me concedieron una página completa para aquella anhelada entrevista. Yo estaba eufórico.
Entre las respuestas hay un par que ahora reproduzco porque describen un poco la filosofía de Santiago Feliú:
K: ¿Cómo has tenido que amañártelas para que tus producciones discográficas y tu carrera sean coherentes con lo que tú quieres y no con lo que requiere el mercado o los medios de difusión?
S. F: Sin hacer concesiones. Nunca pasaré de moda porque nunca estuve de moda. Aspiro a ser como el vino, mientras más viejo mejor. El mercado me da igual, solo quiero que me escuche quien me necesite.
K: La vida es motivo reiterado de tus canciones…
S. F: Debe ser por la muerte.
Después de esa entrevista nos vimos en Argentina varias veces. Asistí a todos sus conciertos desde el 2010. Siempre muy amable y familiar. Lo fotografié y me deleité viéndolo tocar de muy cerca. Tanto me emocionaba que por ratos apagaba mi cámara para prestar toda la atención que podía prestar a lo que estaba escuchando y viendo.
Hasta tengo la dicha de haberlo acompañado en 2012 a un concierto de Silvio Rodríguez en el Luna Park, ese mítico escenario por el que en 1985 entró el autor de “Iceberg”, siendo muy joven, en este país y de la mano, justamente, del autor de “Ojalá” en aquella célebre gira con AfroCuba.
En su última visita al país suramericano, en 2013, Santiago me soltó en un camerino, antes de subir al escenario: “Avísame cuando estés por La Habana, quiero que me hagas unas fotos descargando en El Malecón, a la tardecita. ¿Puede ser?”
Y yo me puse muy nervioso y hasta creo que tartamudeé más que él de la emoción cuando le respondí: “por supuesto”.
Un par de meses después, me fui en un viaje de dos meses a recorrer de mochilero Latinoamérica. El final de ese periplo terminó aterrizando en La Habana, en febrero de 2014 y con la noticia de que dos conciertos, uno de Silvio y otro de Santiago, se sucederían para inaugurar la Fábrica de Arte Cubano (FAC).
En la madrugada del 12 de febrero, a los 51 años, en el momento más feliz de su vida, frente a un piano, se desplomaba Santiago y muchos nos quedamos un poco huérfanos.
Ocho años después, se le sigue extrañando mucho.
En todo este tiempo lo pienso constantemente. Me tatué con su letra, en mi antebrazo derecho, su verso “Ay, la vida”. Y lo hice un poco porque creo que hay que vivir y aferrarse al Santy con la intensidad de sus canciones y su credo, sin hacer concesiones, aunque este mundo no sea el mismo desde que se nos fue.
La canción y yo
(Santiago Feliú)
Vieja luz, me enamora versos en mi voz.
Nueva quietud, amanéceme
desde mí hasta donde quiera que no está
la claridad, la mismísima verdad.
Un nuevo cantar,
un ser del azar,
una libertad,
una canción milagrosa
que en mi voz se queja.
Una demente paz,
una obsesionada cruz,
un eclipse de ira,
una canción que no nace
y otra que se me muere.
Nueva luz, desamora versos del adiós.
Vieja quietud, anochéceme
sin final, imaginándolo,
pura canción, que me encuentra, que me olvida.
Ningún dolor supo terminar
la fatalidad, la sincera subida.
Ningún dolor se quedó sin amor:
lejos de doler, me devolvió el corazón.
Ningún dolor supo terminar
la fatalidad de los sueños perdidos.
Ningún dolor se quedó sin morir:
me volvió en canciones la razón de vivir.
Notas:
1 Diferencias con la versión original de Mezo Bigarrena, editada en su disco Viaje de ida, 1990:
* y al llegar otro febrero.
** Sueño tras sueño quedaban allí.
*** otro se hizo marino mercante.
**** buscando hembras para el levante.
***** a esta vida no hay quien la aguante.
****** Cambia esta estrofa por: Miguel preñó a una rockera, Andrés se casa mañana en la iglesia. Julio está en Formentera, dicen que vive de una inglesa.
******* Estrofa añadida por Santiago.
(Letra y detalles de los cambios tomados del sitio www.cancioneros.com)