Bryana Alfonso, cubana de 12 años, logra desde un tablet que su muñeca Bárbara gesticule gracias a unos comandos que ella misma ha aprendido a escribir en un taller de computación y que le han valido dos premios nacionales de robótica.
Bárbara, la clásica muñeca de plástico y melena rubia, gira con decisión la cabeza de izquierda a derecha, habla y mueve los brazos, cumpliendo con las órdenes que su dueña le da desde la pantalla táctil.
Bryana también puede hacer que a su muñeca se le ilumine el ojo derecho con una brillante luz azul.
“Bárbara tiene componentes que le permiten realizar acciones: dos módulos Bluetooth, uno para controlarla desde la aplicación y otro conectado a una prótesis que recoge un pequeño vaso plástico”, explica a EFE con algo de timidez la niña, del humilde barrio habanero de Víbora Park.
Lo primero que hizo Bryana fue automatizar la muñeca, luego le agregó la prótesis. “Porque a mí me gusta mucho la Biología y me gustaría ayudar en un futuro a otros en algún momento”, cuenta.
Bárbara tiene también una pequeña cámara incrustada en el pecho, porque el proyecto no está concluido. Es “para practicar la inteligencia artificial en un futuro y que reconozca a las personas”, avanza la niña.
La muñeca le ha dado unas cuantas alegrías a Bryana. Entre las mayores están los premios que ha logrado en las dos ediciones online de las competencias de robótica auspiciadas por el Gobierno cubano.
Esta estudiante de secundaria descubrió la robótica en un taller comunitario impartido en el Joven Club de Computación de Víbora Park de su barrio. Allí conoció a otros niños de su edad y con sus mismas inquietudes.
Cartonbot
Porque Bárbara no está sola. A su lado está Cartonbot: un rústico robot azul de apariencia de androide clásico, con componentes de “una impresora en desuso” y un recubrimiento “totalmente hecho de cartón”, detalla Abel Robago, de 13 años, su orgulloso creador.
“Tiene tres motores de paso con los que mira hacia la izquierda, derecha; sube y baja los brazos y controla a ‘ratonbot’, un mouse con dos rueditas plásticas”, agrega.
Este proyecto, que también obtuvo un premio en la segunda competencia nacional de Robótica, puede “avanzar, parar, retroceder, girar a la derecha o a la izquierda a través de una voz de mando”.
“Incluso puede ser controlado a una distancia determinada con el tablet”, explica Abel.
Bárbara y Cartonbot se han fabricado con materiales exclusivamente reciclados, software libre como Scratch, Mblock y Arduino, y la aplicación App Inventor.
Los componentes de robótica provienen, por su parte, de unos kits aportados por la Unesco, el brazo de Naciones Unidas dedicado a la infancia.
Robótica educativa
Bryana y Abel forman parte del taller “Info-Robotizando”, que imparte en Víbora Park el ingeniero Francisco García con su negocio privado “Automática Valle”.
“Los niños programan juegos y animaciones con Scratch, le indican a los robots a través de aplicaciones para móviles y tablets con App Inventor y le dan indicaciones con sonido y luz utilizando la herramienta UnoArduSim”, explica a EFE.
La idea echó a rodar el 20 de noviembre de 2020, en plena pandemia de la COVID-19, “con el propósito de desarrollar aplicaciones más importantes desde la robótica educativa”, dice García.
Los buenos resultados de este pequeño equipo y su entrenador han dado alas a la iniciativa, que se está extendiendo a otras áreas de las afueras de La Habana, como al municipio de Regla.
Según datos oficiales, de los cerca de 600 Joven Club de todo el país, 26 cuentan ya con su laboratorio de robótica.
El propósito, según García, es fomentar los conocimientos en robótica desde edades tempranas, para que los niños encuentren la vocación en carreras de ese tipo y así ayudar al desarrollo de las nuevas tecnologías en el país.
Regla y Víbora Park son barrios periféricos, obreros y populosos que, con la grave crisis que sufre el país, están atravesando serias dificultades.
Miles de niños y adolescentes cubanos han participado ya en talleres como el de Bryana y Abel en La Habana y otras provincias de Cuba.
Laura Bécquer / EFE