Ante el desabastecimiento del comercio mayorista y minorista, el gobierno cubano ha recurrido —también tardíamente— a la inversión extranjera en esta área, después de argumentar enfáticamente que no se permitiría. Lo pragmático es que se dieron cuenta de que no eran “armas melladas”. Entonces es un paso positivo. Se trata de un peldaño más en la necesaria transformación estructural que debe ser el final de todos esos “deseos” o medidas.
En marzo de 2020 escribí: “Otra posibilidad es dar licencias a cadenas de tiendas internacionales (tipo Carrefour, Auchan/Alcampo, Mercadona, etc.) para que establezcan tiendas en Cuba, con la obligatoriedad de que un porcentaje de las ventas vayan al Estado como impuesto de circulación. Por ejemplo, cuando hoy un producto que cuesta 100 unidades, se vende en 240, multiplicando el costo de compra por un coeficiente de 2.4 (140 por ciento sobre el costo; o 58.3 por ciento de margen sobre venta: 140/240*100), un por ciento estaría cubriendo costos operativos de las tiendas (salarios, insumos para la comercialización, depreciación, transportación, almacenamiento, pérdidas/mermas, etc.) y otra parte cubriría el costo del producto. El resto quedaría como la utilidad neta, que en definitiva es lo que podría obtener el Estado como dueño de la tienda”.
En un ejercicio imaginario, planteaba entonces que “la utilidad neta sobre las ventas totales de las cadenas de tiendas estatales CIMEX y TRD podría estar entre el 40% (o más) por encima de los costos de los productos. Bajo este supuesto, si una cadena de tiendas internacional vende un producto por 100 USD y se le establece que debe pagar al Estado el 40% de impuestos sobre ventas, el Estado estaría recibiendo prácticamente lo mismo que hoy recibe como dueño de CIMEX, TRD u otras cadenas. Lógicamente, las ventas no podrían ser en CUC porque se estaría ante las mismas dificultades actuales para lograr la convertibilidad a MLC de los CUC obtenidos en las ventas y mantener el reabastecimiento de las tiendas.
Las ventas tendrían que ser por tarjetas en MLC, nacionales o internacionales, pero también se sumaría la experiencia y alcance de estas cadenas internacionales para comercializar sus productos por internet. Ello le permitiría al Estado desprenderse de las complicaciones de la logística, administración y otros problemas que debería enfrentar como gestor y administrador de las tiendas. Digo esto por no mencionar los ingresos adicionales que pudieran obtenerse por el alquiler de las tiendas ya funcionando o por el derecho de uso de la tierra si esas cadenas internacionales decidieran construir sus propios locales. O la posibilidad de que el Estado se quede con un porcentaje de las acciones de las empresas mixtas que se pudieran crear en Cuba conjuntamente con las cadenas de tiendas internacionales.”
Cuba permite la inversión extranjera en comercio mayorista y minorista
A pesar de estas ideas, se mantenía la rigidez a la hora de no aceptar capitales externos en la comercialización mayorista y minorista. Pero lo que está sucediendo actualmente en el mercado minorista en divisas en Cuba no podría haberse imaginado ni en las peores predicciones de meses atrás. Factores internos y externos lo han provocado: desde el recrudecimiento del bloqueo estadounidense a Cuba hasta las bajas producciones nacionales, que incluyen ineficiencias productivas e institucionales, entre otros aspectos organizativos, y hasta factores ideológicos y políticos.
Resulta interesante ver cómo el propio ministro de Economía, Alejandro Gil, en el Foro Empresarial de Inversión Extranjera celebrado a comienzos de septiembre de este año, decía: “Una de las vías en las que necesitamos avanzar con mayor prontitud es el incremento de las ofertas mayoristas. El objetivo es que los inversionistas extranjeros pongan productos en el país y aprovechen su experiencia, sus facilidades financieras, su tecnología”.1
Fueron también interesantes las opiniones de la viceministra primera de Comercio Exterior y la Inversión al mencionar una nueva visión sobre el apoyo a los nuevos inversionistas: se había valorado un nuevo esquema financiero diferenciado para esas nuevas modalidades de inversión extranjera —es decir, que los negocios operarían en divisas—, por lo que se realizarían todos sus cobros y pagos con respaldo total de liquidez en divisas y se registraría su contabilidad en moneda extranjera. Dijo, asimismo, que operarían con cuentas reales en divisas, desde las que ordenarían libremente los pagos al exterior.
De cumplirse como se expresaron, estas medidas pudieran viabilizar el camino para la llegada de los necesarios capitales externos a la economía cubana. Pero la realidad es que cuando se intercambia con directivos extranjeros, de negocios constituidos con inversión extranjera en Cuba, se escuchan una y otra vez los mismos razonamientos sobre los problemas que padece en el país. Se debe tener en cuenta que un potencial inversionista siempre se acercará a sus compatriotas o a sus colegas del ramo para intercambiar experiencias y recoger opiniones antes de tomar la decisión de invertir o no en un nuevo mercado, desconocido hasta ese momento por ese empresario o empresa.
Si se mantienen en vigor muchos de los obstáculos que han enfrentado las empresas ya constituidas, o se manifiestan de manera recurrente, indiscutiblemente entorpecerán el ritmo de captación de nuevas inversiones extranjeras.
¿Qué dificultades mencionan continuamente los empresarios extranjeros?
El artículo 9.1 de la Ley No. 118 de Inversión Extranjera expresa que se garantiza la libre transferencia al exterior de los dividendos o beneficios que se obtengan por la explotación de la inversión. Sin embargo, durante los últimos años, debido a la crisis económica el país no ha otorgado suficiente liquidez externa para que los socios extranjeros puedan expatriar sus beneficios, acumulándose por este concepto varios millones de dólares pendientes de ser transferidos al exterior.
Insatisfecho el gobierno cubano con la captación de inversión extranjera
En otro sentido, los empresarios extranjeros están acostumbrados a crear empresas que no desaparecen a menos que quiebren u ocurran imponderables. Pero las leyes de la inversión extranjera en Cuba han exigido que las licencias para explotar un negocio con inversión extranjera tengan una caducidad.
No hay costumbre internacional de crear un negocio, preparar personal, inaugurar mercados, establecer marcas, etc., para que todo ese esfuerzo solo sirva para amortizar la inversión al cabo de unos años y recibir dividendos por otros contados años. Posteriormente el inversionista debe desprenderse y olvidarse del negocio creado. Por ahí se escapa otro porcentaje de posibles inversionistas. Bajo esas reglas del juego no desearían participar.
Por ley, los negocios con inversión extranjera deben contratar la fuerza laboral cubana mediante entidades empleadoras. Aunque fuese necesaria la existencia de estas entidades para seleccionar el personal y otros fines, los empresarios extranjeros no pueden entender, o estar de acuerdo, con que la mayor parte del salario a pagar por el negocio en MLC vaya a parar a la entidad empleadora y que luego los trabajadores reciban un equivalente en moneda nacional a un tipo de cambio fijado por el Estado.
Para los empresarios, el tratamiento a la fuerza laboral, su preparación y su compromiso con la entidad resultan aspectos importantísimos, en correspondencia con el criterio de que los trabajadores son el activo principal de cualquier negocio. En los negocios aprobados bajo la Ley de Inversión Extranjera tampoco se ha permitido que los socios foráneos paguen gratificaciones a los trabajadores cubanos aparte de lo que el negocio conjunto desembolse a la entidad empleadora.
Los economistas han planteado algunas dudas sobre la viabilidad de estas nuevas modalidades que se pretenden implementar. Una consiste en la siguiente pregunta: ¿habrá empresas dispuestas a invertir en el sector comercial cubano? Siempre va a haber inversionistas, y en el mercado cubano hay muchas oportunidades porque falta de todo. Me imagino que habrá propuestas. Por eso lo comentado por la viceministra primera es vital para la atracción de los capitales que se requieren.
No puede desconocerse que hoy el Estado cubano presenta una elevada insolvencia. Le debe varios miles de millones de dólares a los proveedores. Por eso precisamente estos han dejado de suministrarle productos y se observa en los anaqueles de las tiendas carencia de productos de primera necesidad.
No menos importante es el serio problema monetario que hoy tiene Cuba: una elevada hiperinflación, una economía cada vez más dolarizada, su moneda local (el peso) carece de valor internacional y ha reducido su valor respecto al billete estadounidense en el último año y medio. La tasa de cambio del peso por dólar está acercándose a los niveles de los años 90 de 160 pesos cubanos por un dólar.
El éxito o fracaso de la medida no se podrá determinar a corto plazo. Durante los próximos meses no habrá muchos resultados porque se trata de medidas que precisan de un tiempo. Hay que esperar a que pasen algunos meses a ver cuántas empresas llegan. Y ahí el tiempo se acabó. No es lo mismo esperar a que se pueda comprar un efecto electrodoméstico que comprar los alimentos necesarios para vivir, no para sobrevivir.
Pero existe la voluntad gubernamental de quitar barreras que entorpecen la llegada de los ansiados capitales externos para volver a repostar los anaqueles vacíos en el comercio. Habrá que confiar en que así podría ser. Las cifras de los negocios que se aprueben podrán inferir si lo que se está haciendo da sus frutos o si habrá que profundizar en nuevos factores que las potencien.
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Nota
1 “Acelerar con la inversión extranjera la recuperación del comercio nacional”, Granma., La Habana, 5 de septiembre de 2022, p. 3.
Desde ya se avizora un fracaso rotundo, el gobierno cubano no puede seguir metiendo las narices en todo y controlando.