Yo te amo, ciudad, porque te veo lejos de la muerte, / porque la muerte pasa y tú la miras con tus ojos de pez, / con tu radiante rostro de un pez que se presiente libre; porque la muerte llega y tú la sientes cómo mueve sus manos invisibles, / cómo arrebata y pide, / cómo muerde y tú la miras, / la oyes sin moverte, la desdeñas…
Gastón Baquero “Testamento del pez”
El Teatro Martí, precisamente uno de los inmuebles afectados un año atrás por la trágica explosión en el hotel Saratoga en la que perdieron la vida 47 personas, acogió la presentación de Habana Fénix, bajo la dirección de Lizt Alfonso (La Habana, 1967).
La admirada coreógrafa y profesora cubana lanzó al mundo un mensaje tan poderoso como necesario en los tiempos que corren: es posible renacer de las cenizas si se suman las voluntades, poniendo amor y coraje en todo lo que se haga por Cuba.
Habana Fénix, que llega seis años después del último estreno de la compañía fundada en 1991, inicia evocando al hombre que “recordarán las piedras”, según las proféticas palabras de Fina García Marruz sobre el Historiador de la Ciudad. La inconfundible voz de Eusebio Leal regresa, mientras un numeroso grupo de bailarines de distintas edades se desplaza sobre el escenario.
“Yo la he visto salir de las ruinas y levantarse como Ave Fénix”, repite una y otra vez Leal, artífice de impecables obras de restauración como la del propio Teatro Martí, reabierto al público en 2014 después de años de labor.
Ahí comienza todo.
Cada coreografía arranca los aplausos del público. Es difícil retratar Cuba en casi cincuenta minutos, y sin embargo LADC ¡lo logra! Si el derroche de color y el ímpetu de los bailarines no fuera suficiente para atrapar al espectador, la banda sonora seleccionada para la ocasión condensa de manera exquisita lo que se desarrolla sobre la escena. Los músicos en vivo, dirigidos por Carmen Souto, dan un toque de distinción.
Aun cuando el título de la obra reverencia la capital cubana, nadie podría acusarla de habanocentrista: las coreografías de Diana Fernández, Claudia Valdivia, Laura Abreu, Daira Jay, Yohara García y la propia Alfonso constituyen un tributo a la gracia criolla toda y a la mezcla que heredamos de raíces africanas y españolas.
“En Habana Fénix lo étnico, lo histórico y lo cotidiano que nos conforma se pronuncia, se separa y se funde”, escribió en su blog Silvio Rodríguez a propósito del estreno.
Por la obra, apunta el trovador, “pasan Roldán, Lecuona, Simons, Fariñas, Brouwer, Valera, Lucía Huergo, Guido y Aldo López Gavilán. Y el misterio de la voz de Geydi Chapman, acompañada por cuatro buenos músicos, nos revela a Sindo, a Liuba María, a Gerardo Alfonso”.
Es que cuando casi todo parecía dicho a través de los cuerpos en movimiento, entró al escenario del Martí una intérprete de grandes quilates como Geidy Chapman para regalar temas de Sindo Garay, José Antonio Quesada, Gerardo Alfonso…
La Chapman conoce y domina bien el espectáculo. Camina con elegancia, controla el tiempo y sus gestos. Es ella y su portentosa voz. No se necesita más.
La creatividad de LADC no tiene límites y se separa de todo cliché. Sus referencias a la emigración dejan al descubierto las heridas de la crisis. El atrevimiento sobre la escena es la meta: ¿una rumba con castañuelas? Sí, desde la danza todo es posible. ¿Es “Habana Fénix” una película? También, de una narrativa no lineal; aunque su orden cronológico esté bien definido.
Los cuadros coreográficos no parecen buscar una esmerada formalidad en el movimiento, sencillamente porque La Habana, Cuba toda, es un “desenfreno” de emociones diarias. En cualquier esquina de la ciudad se escucha un toque de tambor, se baila salsa o música de reparto. De todo ello se nutre la compañía.
Habana Fénix, estrenado el viernes 5 de mayo y en cartelera durante todo el mes, conmueve al mismo tiempo que hace reír y reflexionar sobre aquellas tres preguntas que se hacía Paul Gauguin: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?
Antes del minuto final, los muchachos gritan. Retorna la voz de Leal para recordarnos desde su erudición que esta ciudad (entiéndase este país) se levanta como Ave Fénix. Hay mucha emoción en el Teatro Martí. Los bailarines bajan del escenario, interactúan con el público. Saben que su mensaje ha calado.
Desde el balcón Lizt Alfonso levanta el puño y sobre los aplausos llega a escucharse su grito: ¡Por Cuba!