Un par de semanas atrás desandaba La Habana Vieja y, al cruzar la esquina de Obrapía y Aguiar, donde se levanta el Oratorio San Felipe Neri, me detuvo un pequeño cartel en la puerta: “Niurka González junto a la Academia Juvenil de la Orquesta del Lyceum de La Habana. Jueves 13 de junio. 6:00 p.m.”.
Casualmente, era el día indicado y faltaban 10 minutos para las 6. Me asomé por las puertas entreabiertas de la otrora iglesia fundada en 1693, reconvertida en banco a principios del siglo XX y, finalmente, devenida sala de concierto en 2003. Una persona muy amable me dio la bienvenida y me invitó a pasar. Cuando le pedí instrucciones para pagar la entrada, respondió que tanto la visita al conservatorio como el concierto eran gratuitos, y me entregó el programa.
Atravesé en silencio los gigantes arcos y columnas de la sala y me ubiqué en una fila al fondo, detrás del público presente. A la espera, comencé a leer qué nos deparaba la velada. Para mi sorpresa, no se trataba de un mero concierto de música de cámara, sino de una presentación única: estaba asistiendo al cierre del primer curso de la Academia Juvenil de la Orquesta del Lyceum de La Habana, fundada en septiembre de 2023.
Hace un año doce talentosos y jóvenes músicos cubanos, estudiantes del Conservatorio Amadeo Roldán, la Escuela Nacional de Arte (ENA), el ISA – Universidad de las Artes y otras instituciones fueron seleccionados tras una rigurosa audición.
Durante meses recibieron clases de interpretación cameral y orquestal de figuras nacionales y extranjeras, referentes en este arte.
La música de cámara es un género íntimo que se ejecuta con un grupo pequeño de intérpetes. Su práctica representa la materialización del espíritu de grupo, una instancia de formación en la que no hay protagonistas, sino que cada instrumentista tiene peso propio y es parte imprescindible del conjunto. La colaboración cercana y en detalle permite a los músicos desarrollar una comunicación profunda y precisa, tanto musical como emocional.
El alma de esta iniciativa es el Maestro José Antonio Méndez, director titular de la Orquesta del Lyceum de La Habana y de la Academia Juvenil. Pepe, como cariñosamente le llaman todos, es uno de los más relevantes y queridos directores de orquesta de Cuba.
La experiencia, además, ha sido posible gracias al apoyo del Fondo de Arte Joven, la colaboración del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas (Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana) y la Cátedra de Música Sacra del Centro Cultural Padre Félix Varela.
El concierto de cierre tuvo lugar terminada la última semana de clases. Subieron a escena profesores y alumnos, junto a la anunciada Maestra Niurka González (flauta) y el propio Méndez (clave).
Durante algo más de dos horas y en diferentes formatos, el público reunido disfrutó de obras como el cuarteto No.1, Opus 5 de Ridolfo Luigi Boccherini (1743-1805), los London Trío III y I de Joseph Haydn Rohrau (1732-1809), el Saine para Orquest No. 2 en Si Menor de Johann Sebastian Bach y del cuarteto W.B. 58 del menor de sus veinte hijos, Johann Christian Bach (1735-1782).
El auditorio se colmó de un virtuosismo inusitado. Los jóvenes músicos, aún estudiantes, con una destreza sorprendente, demostraron que no solo son el futuro prometedor de la música clásica en la isla, sino también el presente.
Aun a tan corta edad, los intérpretes lograron transmitir la esencia de las composiciones clásicas con profundidad y madurez. La precisión técnica y la pasión en sus ejecuciones hicieron que cada pieza cobrara vida, desde los sutiles matices hasta los pasajes más intensos, manteniendo a la audiencia en un estado de fascinación.
A poco de comenzar el concierto, mientras las melodías se elevaban y llenaban la sala, una señora entró sigilosamente. Se sentó detrás de todos. La rodeaban algunas butacas vacías. Supuse que quizá era una vecina del barrio que, como yo, pasó por casualidad, entró y quedó encantada.
Aquella espectadora, por momentos, cerraba los ojos y danzaba discretamente con su cabeza y sus manos al compás de las piezas. O quedaba con la mirada fija en el escenario, sin pestañear, como para no perderse ni un segundo.
No era la única que reaccionaba de forma tan intensa. A mi alrededor vi que otros del público, muchos jóvenes, también estaban conmovidos. El talento de los músicos había creado un espacio de comunión, uniendo a desconocidos en una experiencia de belleza compartida.
Al finalizar el concierto, los aplausos resonaron con una intensidad que expresaba el reconocimiento al talento de los músicos y sus maestros, y además el orgullo, en medio de las adversidades, por el futuro de la música clásica en Cuba.
Para la maestra Niurka González, la experiencia de trabajo con los jóvenes integrantes de la Academia juvenil de la Orquesta del Lyceum de La Habana fue, ante todo, “muy divertida”.
“Se trabajó muy duro, pero llegamos a esa esencia de la música que es jugar, divertirse y crear. Para mí es lo primordial —dijo a OnCuba la flautista y clarinetista, merecedora de importantes lauros nacionales e internacionales. En lo particular, me estimula y aprendo mucho con esta posibilidad de trabajar con esos jóvenes y verlos crecer. Es muy gratificante”, confiesa.
“Montamos este repertorio exigente que presentamos, con una seriedad y un profesionalismo tremendos; buscando la creatividad, el momento divertido. Logramos una complicidad entre los músicos, tanto alumnos como estudiantes. Es lo que sucede en una formación de cámara donde no hay un músico más importante que otro”, añadió.
Niurka González anuncia además la buena nueva de que “ya está la iniciativa de ampliar el programa a instrumentistas de viento, porque en esta oportunidad fueron solo de cuerdas”.
Ana Gabriela León tiene 18 años y toca la viola. Cursa 4to año en la Escuela Nacional de Arte y fue una de las estudiantes de la Academia:
La Academia ha sido una introducción constante al mundo de la música clásica profesional. Ha sido invaluable la posibilidad de desafiarme continuamente al montar más programas y trabajar en conjunto con solistas, así como horas orquestales, todo en un tiempo limitado. Además, intercambiar con profesionales de nuestro país y de otras partes del mundo ha cambiado mi perspectiva sobre la música clásica. Agradezco la oportunidad de compartir con otros alumnos. Es increíble cómo nuestra forma de pensar la música se ha profundizado y nos emocionamos con cada nuevo detalle. Definitivamente, la academia es lo más cerca que muchos de nosotros hemos estado al mundo profesional. Espero que continúe renovándose durante muchos años para que más generaciones puedan disfrutar de este privilegio.
Diego Pis, de 19 años, toca el violín. Está en 4to año del Conservatorio Amadeo Roldán:
La Academia Juvenil ha tenido una influencia increíble en mi desarrollo, como músico y como persona. Hemos aprendido a tocar como individuos y como parte de un conjunto, sea en formato pequeño o grande, siempre escuchando al otro y disfrutando cada compás como si fuera propio. La experiencia también me ayudó a controlar los nervios y a entender la mentalidad que debo tener para una actuación y una audición. Durante estos meses cada maestro ha sido un descubrimiento, y hemos aprendido maneras de acercarnos al instrumento que, de no ser por el programa, ni siquiera habríamos imaginado. Ha sido un año de arduo trabajo que nos ha permitido crecer. Mi agradecimiento es infinito por esta oportunidad de compartir, intercambiar y aprender con músicos profesionales.
Alexia González, de 20 años, toca el violín. Cursa el 1er año del Instituto Nacional de Arte de La Habana:
Este último año y gracias a este programa he tocado muchísima música, tanto sinfónica como de cámara, y repertorios que antes sólo había escuchado en clases de apreciación musical o historia de la música.
Hace un año me gradué del conservatorio Amadeo Roldán y acto seguido fui escogida para este programa. Me he enriquecido ayudándome a crear habilidades tanto interpretativas como técnicas que, quizá, no terminé de desarrollar en la escuela. Mi generación tuvo un nivel medio acotado por la pandemia y otras cuestiones.
Fue vital intercambiar con los diferentes profesores y ver el espíritu con que transmitieron sus conocimientos y la música. Es una experiencia que debería ampliarse a más estudiantes como nosotros.
Muchas veces interpretamos repertorios variados de violín que requieren horas de práctica y enfrentamos dificultades técnicas e interpretativas. Sin embargo, ayuda a la interpretación conocer la historia y el contexto en el que el compositor escribió la obra. El maestro José Antonio Méndez nos habla mucho sobre esto durante los ensayos. Nos explica el contexto en el que la música fue creada, por qué la articulación debe ser de una manera y no de otra, y cómo debe interpretarse correctamente.
Por último, poder tocar con una orquesta como la del Lyceum, que muchos de nosotros —yo particularmente— vi desde niña en mi casa, sentada en un sillón frente a la televisión; es un sueño hecho realidad. Nunca imaginé compartir escenario con músicos tan talentosos, además excelentes personas y maestros. Siempre han estado dispuestos a enseñarnos, fortalecernos y brindarnos su valiosa experiencia. Trabajar, además, con un director como el maestro José Antonio Méndez y la maestra Niurka González es un honor, una alegría y una gran suerte.