Toda una constelación de jugadores de béisbol estadounidenses estuvo en Cuba, ya fuese para jugar en la respetable Liga Cubana como Joshua Gibson, Oscar Charleston, Talúa Dandridge, Satchel Paige, para efectuar partidos de exhibición como Babe Ruth, Ty Cobb, Yogi Berra y otros, o simplemente en viaje de cortesía como Hank Aaron y los que hace poco nos visitaron. Pero poco se sabe que Ted Williams venía hasta acá para practicar la pesca deportiva, uno de sus hobbies favoritos, que lo elevó al Salón de la Fama de la Pesca.
Theodore Samuel Williams, fallecido en 2002, estuvo en 19 campañas con los Medias Rojas de Boston y acumuló un average de 344 con 521 jonrones y 1839 carreras impulsadas. Consiguió la triple corona en par de ocasiones (1942 y 1947) y fue el último player en batear sobre 400 en las Grandes Ligas, cuando logró average de 406 en la temporada de 1941. No por gusto fue elegido entre los 20 primeros atletas del siglo XX en los Estados Unidos. Miembro, por supuesto, del Templo de la Fama de Cooperstown, compiló estos numeritos a pesar de que fue llamado a filas dos veces, durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, lo que le obligó a estar alejado del terreno por un buen tiempo.
Ted visitó Cuba en tres ocasiones durante la segunda mitad de la década de los años 50, la última de ellas en 1958.[1] Viajaba directamente desde Miami hasta Camagüey. Ya en la ciudad de los tinajones se trasladaba en auto hacia la parte meridional de la antigua provincia para embarcar por Playa Florida, y emprender jornadas de pesca por los excelentes sitios del Laberinto de las Doce Leguas o Jardines de la Reina, a unas 23 millas de la costa sur. Luego enrumbaba de regreso por el golfo de Ana María para finalmente desembarcar por Boca Grande, a pocos kilómetros del central Baraguá, hoy Ecuador.[2]
Él fue uno de los primeros extranjeros en percatarse de las magníficas condiciones naturales que estas aguas poseen para la práctica de la pesca deportiva, y que son en la actualidad coto codiciado por el turismo internacional que acude a Cuba, y específicamente a Ciego de Ávila. Cabe destacar que algunas marcas de nivel mundial en dicho deporte han tenido como escenario estos lugares.
Múltiples son las anécdotas que se recopilaron entre personas que compartieron con el afamado pelotero, entre ellas las de Enrique Medinillas, cocinero del barco “La Victoria” donde Willliams siempre navegó. Esta embarcación tenía matrícula del puerto de Júcaro y contaba con una tripulación integrada por Medinillas, un maquinista, el patrón, dos ayudantes y el gallego Félix García, alias “Bimba”, pescador experimentado y conocedor de todos los vericuetos de la zona.
Ya en el área de pesca, Williams partía temprano en la mañana en un bote, solo o, en ocasiones, acompañado del “Gallego”. Iba pertrechado de varias cañas de pesca de distintas líneas y carnadas artificiales. También llevaba agua, naranjas y su bebida predilecta, el “Matusa”, nombre con el que bautizó en su chapurreado español al Matusalén añejo.
Como buen pescador deportivo, tenía predilección por la captura del zorro plateado o macabí, debido a la lucha feroz que establece este pez con el hombre. Los especialistas de pesca afirman que si esta especie fuera de mayor peso no habría quien la pudiera atrapar.
También eran pródigas las jornadas en la captura de otros peces como el serrucho y el pargo. De regreso al barco, ya al atardecer, Williams pesaba personalmente la pesca obtenida, la cual reflejaba a manera de “scores” por nombre, longitud y peso. Las noches transcurrían entre las canciones del gallego “Bimba”, las anécdotas sobre la faena diaria y, por supuesto, también hablaban de pelota, pero sobre todo, primaban los chistes y cuentos populares, mientras que como antídoto para las frías brisas marinas estaba el “Matusa”; ron que tenía bien ganado su lema: hoy alegre y mañana bien.
Concluidos los períodos de pesquería, que fluctuaban entre los doce y quince días, el pelotero se hospedaba en el hotel Sevilla de Ciego de Ávila, en espera del vuelo de regreso hacia su país en el itinerario que tenía por entonces la Pan American Airways, Miami-Camagüey-Jamaica y viceversa.
Son muchas las memorias que aún perduran de Williams entre los avileños de mayor edad y que han quedado grabados en la tradición oral. Lo rememoran en los portales del Sevilla o comprando en los distintos comercios de la calle Independencia, especialmente en La Casa Blanca –donde fuera atendido por Manolo Toledo, uno de los dueños del establecimiento. También se hospedó alguna vez en la vivienda de un importante propietario de la localidad, de apellido Robaina, con quien cultivó una buena amistad.
En Ciego de Ávila todos recuerdan con mucho cariño al “tipo grandón” que prefirió pasar sus temporadas de asueto rodeado de la naturaleza cautivadora de Cuba y de humildes hombres de mar, como el entrañable y pintoresco “Bimba”.
Notas:
- Este trabajo se sutenta en los testimonios orales como los de Enrique Medinillas, Manuel Toledo Díaz y Antonio García Portal recogidos en “Míster Béisbol en Ciego de Ávila”, de José G. Quintas y Manuel Toledo Alejo. Revista Imago. Año 4. Número 4. Ciego de Ávila, octubre-diciembre de 1999.
- El central Baraguá era el décimoquinto en capacidad de producción del país (1958) y pertenecía a la Punta Alegre Sugar Corporation, consorcio norteamericano, que poseía, además, el Florida y el Macareño, todos en la antigua provincia de Camagüey. Véase Las Empresas en Cuba. 1958, de Guillermo Jiménez Soler.
tengo entendido que en los años 90 Ted volvió a Cuba, específicamente a La Habana
Cuando fui relacionista público del Hotel Plaza en Camagüey también me dieron un testimonio de que Ted se hospedó allí, algo que no es descabellado teniendo en cuenta que está justo frente a la terminal de ferrocarriles y en el comienzo de la avenida que lleva hasta el aeropuerto