Son azarosos y enmarañados los caminos por los que transita la lengua en su evolución, de tal forma que no es un simple vehículo de comunicación y comprensión para una comunidad sino uno de los archivos más importantes de la cultura y la historia de cualquier grupo humano. Hoy me referiré a una influencia de doble vía, pues implica el contacto con otra lengua, el inglés, y también con una actividad o campo específico de la experiencia, el deporte.
Las relaciones del español de Cuba con el béisbol son de naturaleza compleja, pues no solo nos sitúan ante una dinámica de convergencia lingüística en la que nos apropiamos del amplio repertorio léxico asociado a la práctica de ese deporte, sino también a un territorio que muy pronto se convirtió en parte inseparable de nuestra cultura y nuestra identidad. Muchas investigaciones han demostrado cómo, en la agitada segunda mitad del siglo XIX, la llegada del baseball desde los Estados Unidos se convirtió en un dispositivo de resistencia cultural frente a los modelos culturales hispánicos y, por lo tanto, en vía camuflada para la afirmación de la identidad del cubano.
De hecho, muy pronto el equivalente hispanizado “béisbol” o simplemente “beisbol”, generó su propia forma, auténticamente cubana: la “pelota”. Y esa pelota, que “pica y se extiende”, se ha expandido a casi todas las esferas de la vida cotidiana, lo mismo en peloteras, en peloteos, que en despelotes. Lo cierto es que el grado de contaminación del habla popular con la jerga beisbolera, habla suficientemente de su popularidad y arraigo en el imaginario colectivo.
Las últimas actualizaciones de los diccionarios del español de América recogen más de doscientas entradas léxicas cuyo origen se remite a este deporte. En el proceso de introducción y adaptación al español y a la norma cubana, algunos de ellos conservaron su grafía original (average, strike, fly, pitcher, rolling…), otros han sufrido modificaciones parciales (fields en “files”, hit en “jit”…) o se han transformado en unidades que a su vez han generado formas adjetivas o verbales. Es el caso, por ejemplo, de homerun que da “jonrón”, pero también jonronero y jonronear; field va a parar en “fildear”, pero también en fildeo y fildeador; y pitcher deriva en acciones como pichear y picheo. Aunque la mayoría de los términos tiende a asumir una forma léxica a partir de la apropiación fonética (como en strike, fly, home o hit), unas variantes pueden ser más vistosas que otras. Es el caso de “ampaya” como equivalente de umpire, o la formación de diminutivos como “flaicito”. Igualmente relajada es la formación de “tubey” como adaptación de two-base, o la búsqueda de equivalencias en la norma castellana: inning-entrada, safe-quieto, umpire-árbitro…
Sin embargo, aun cuando es numerosa la cantidad de referencias lexicales y sus derivados, es en el campo de la fraseología y las expresiones de sentido donde esta influencia se expande considerablemente, llegando a atravesar prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana y cualquier tipo de registro o situación comunicativa. Cada elemento de este deporte, ha desarrollado nuevos sentidos que aportan a la comunicación cotidiana un amplio repertorio de giros metafóricos, rodeos lingüísticos que aportan gracia a una situación comunicativa determinada.
En algunos casos, todavía es posible reconstruir el origen de la apropiación, como sucede con la expresión “ser cuarto bate”, indicativa de alguien que come mucho. En su contexto original, al cuarto bateador en la alineación se le decía alternativamente cleanup batter, o sea, el turno que podía encontrar las bases llenas y, por tanto, limpiarlas, dejarlas vacías, acción o posibilidad que se desplazó a quien siempre puede “limpiar” la mesa.
Otras asociaciones proceden de la función de un determinado rol en el juego. Así, “apagafuegos”, que hace referencia al pitcher que debe salvar una situación complicada, se extiende como denominación a aquella persona a la que se recurre siempre para resolver determinados problemas; un “bateador emergente”, alude a quien no estaba previsto para hacer algo; y un “cargabates” a quien desempeña una tarea poco útil o a un adulador. “Bate”, además de su fácil asociación figurativa con el pene, derivó en otros desplazamientos de sentido: “dar el bate”, es desembarazarse de algo, quitarse a alguien de encima, botar a una persona de un lugar; pero “dar un bateo”, es formar problema, iniciar una discusión, o que un equipo o sistema no funcione bien; y si se “forma un bateo”, es problema cuyos responsables o causas se desconocen.
La relación pitcher-bateador es una de las zonas fundamentales de atención en el juego de pelota, de ahí que aporte muchas referencias que marcan situaciones específicas del juego, de mayor o menor tensión. Así, encontramos referencias a “estar en tres y dos” como un momento climático; “poncharse” es fracasar en algún propósito (“ponché el examen”); “strike cantado” o “recta al medio de jon” es expresión de quien ha recibido una noticia o lección con asombro; quien “parte el bate” ha hecho algo sorprendente o increíble. Si algún asunto no nos convence o algo que se nos ofrece no nos gusta, pues al igual que el bateador no se le “hace swing”; y si deseamos evitar un asunto o situación, pues al igual que el pitcher, “damos curva”.
Una salida o solución inadecuada a un problema es un “fao a la malla”; si se comete un error que seguramente terminará en castigo pues eres “out por regla”; si una situación se torna incómoda “se complicó el inning”; y si se es sorprendido realizando algo indebido, te cogieron “fuera de base”. Una persona que llega inesperada o inexplicablemente a un lugar o posición, “cayó de fly”; si un asunto no se soluciona, la bola “pica y se extiende”; y quien cree cualquier cosa, se va con la “bola mala” o con “la de trapo”. “Jugar en las dos novenas”, es ser bisexual, al igual que “meter pa dobleplay”; y “batear por la banda contraria”, ser homosexual. Quien es “banco” o “calienta el banco”, es un inútil; y quien “esconde la bola”, no da información sobre algún asunto. Si nos toca estar muy atrás en un teatro o un concierto, estamos “en los files”, y si la situación lo amerita, por compleja o por peligrosa, hay que estar “quieto en base”. Una persona despistada o que siempre se entera de último, está “más atrás que el ampaya”.
Muy famosas son en Cuba las llamadas “esquinas calientes”, alusión a la complejidad de defender la tercera base y que se ha preservado como referencia al sitio donde se polemiza arduamente, sea de pelota o de cualquier otro asunto. Muy graciosa me ha resultado siempre la expresión “irse del parque”, que es una variante nominal para sustituir al jonrón. La noción de superar el límite del terreno, de trascender el espacio del juego, ha motivado que se asocie con diferentes tipos de situaciones. “Irse del parque”, por ejemplo, puede equivaler a morir (“Fulano se fue del parque”); pero también a una situación de éxtasis o pérdida de la conciencia (“Anoche me fui del parque con dos tragos”), o a una persona a la que se excluye de participar en algo o de estar en algún lugar (“ponte pa esto o te vas del parque”).
Sin dudas, son muchísimos los aportes del imaginario beisbolero a nuestra variante del español, con matices que distinguen esa influencia de otros contextos hispanoparlantes en el Caribe y América. Y aunque se trate del universal béisbol, para nosotros siempre se tratará de la pelota, una forma muy nuestra de coger “tamaño de bola”.