Iba yo por un camino
cuando con la muerte di.
¡Amigo! Gritó la muerte,
pero no le respondí,
pero no le respondí.
Nicolás Guillén
Si bien en Cuba no tenemos un culto a la muerte de la magnitud del que podemos encontrar en países como México, tampoco es este un campo que haya escapado a la jocosa creatividad lingüística del cubano. El acto mismo de morir, el sujeto que muere o la acción de ocasionar la muerte, son todos ámbitos en los que ha florecido la imaginación isleña, alimentando nuestra variante del español con no pocas notas de auténtica cubanía.
Entre las más curiosas formas de referir la muerte de una persona en Cuba está, sin dudas, la frase “guindar el piojo”. Guindar entre nosotros, en su acepción de colgar, ha sido incorporada en frases muy populares como “guindar la quijá de un clavo” (cuando se tiene mucha hambre), o “guindar por los huevos” (a quien se quiere castigar ejemplarmente). Por eso resulta tan enigmática la idea de colgar a un piojo, siendo esa una entidad tan diminuta. Pero así de caprichosas son las asociaciones que registra el lenguaje.
Son muchas las soluciones en nuestra variante del español para referirse a la muerte, más allá de los clásicos eufemismos heredados de la liturgia cristiana: nos dio el último adiós, se despidió, pasó a mejor vida… Existen varias construcciones, por ejemplo, con la idea de irse, de desplazamiento hacia otro lugar. Algunas más concretas, como “irse” o “mudarse al reparto bocarriba” (en alusión al cementerio); y otras más abstractas, como “irse del parque”, “irse del aire”, “irse al hoyo” (o al hueco), “irse de circulación”. Podemos recurrir también a frases cortas como “se partió”, “se ñampió” o “se fumó”, donde se resemantizan palabras con otro significado primario. Otras fórmulas aluden a acciones de culminación o vencimiento de la voluntad: “guardó el carro”, “lo cogió la rueda”, “se le botó el refresco” o variantes con el verbo colgar: colgó el sable, los tenis, el macramé, los guantes, los patines… Por supuesto, no faltan las de carácter metonímico, en alusión a la rigidez del cuerpo: “quedarse tieso”, “estirar la pata” y, según la región de la isla “darle la patá a la lata”, al tibor o a la yagua. A quien se va a destiempo “se lo llevó la Pelona”, quien se suicida o muere por negligencia propia “murió como Chacumbele” y, evocando a clásicos de nuestra tradición musical, también se puede “cantar El Manisero” o la Guantanamera.
Pero la muerte no es solo estado que se padece, sino que puede infligirse como daño a otros. Matar, asesinar o saldar deudas de honor mediante el homicidio, tienen en los territorios más populares de la lengua diversas realizaciones. Hace unas semanas habíamos mencionado la frase “pasar la cuenta” como relativa a tener relaciones sexuales con alguien. Curiosamente sirve también como referencia a quitarle la vida a una persona. Idéntico matiz pueden adquirir las formas “echarse”, “romper”, “cepillar”, “ñampiar”, “arrancársela”, “rajar”, “abrir al medio” o “bailarse”.
Menos terribles son otras derivaciones del muerto y el morir para los cubanos. “Ser un muerto”, por ejemplo, es no ser bueno en el desempeño de una función o en una actividad específica (viene a batear Fulano que es un muerto). “Estar muerto”, sin embargo, es o estar muy cansado (voy a acostarme que estoy muerto/matao) o estar enamorado (estoy muerto con la flaca esa). Esa noción de estar puede tener modificadores, como es el caso de “estar más frío que un muerto”, muy usada cuando se retira la fiebre o cuando se tiene una fatiga. “Quedarse muerto” o que te “dejen muerto”, no implica una muerte real sino sorpresa extrema, incredulidad: “me has dejado muerto con esa noticia”, “me quedé muerto cuando la vi”. Tampoco alguien que dice matarnos tiene necesariamente que quitarnos la vida, pues “te maté” es indicador de acción sorpresiva: “te maté con ese regalo” (de ahí frases incorporadas a la música popular como “te maté con el dato, te maté con el detalle”). No obstante, enfocado el asunto desde la perspectiva del hablante, un “me mataste” puede indicar decepción profunda, desengaño, malas noticias. Carácter interjectivo tendría el muy popular “¡muérete!” que suele anteponerse a la comunicación de una noticia o evento extraordinario.
No son pocas las frases del español de Cuba que coquetean con la idea de la muerte o del muerto. Muchas se han incorporado con significaciones muy específicas a nuestra comunicación cotidiana, desde los tradicionales “el muerto al hoyo y el vivo al pollo”, “hacerse el muerto a ver el entierro que le hacen —o las flores que le ponen—” o “el muerto alante y la gritería atrás”, hasta “no mata ni a una mosca”, “hacerse la mosca o la mosquita muerta”, “primero muerta que sencilla” o “salgo de aquí con los pies por delante”. “Ni muerto” es fórmula equivalente a “por nada del mundo” en muchas situaciones comunicativas: ni muerto me como eso, ni muerto me tiro al agua, etc.
Más alejadas de la idea original de la muerte como fin de la vida estarían otras frases del tipo “odiar a muerte” (que expresa un odio visceral, irrefrenable) o “cargar con el muerto” (cuando se ha de asumir la culpa o la responsabilidad por la falta de otro). Incluso existen entre nosotros formulaciones en positivo como “estar de muerte”, que expresan beneplácito, agrado, satisfacción: “esta pizza está de muerte”, “esta playa está de muerte”. No tan positivo, sin embargo, es el uso relativo a desamparo, a un grado máximo de lo malo: “coger un taxi aquí —o a esta hora— es la muerte”. Igualmente negativa es la noción de demora o lentitud que resume la expresión “contigo se puede mandar a buscar la muerte”.
Por último, tenemos también usos perifrásticos con la forma verbal “matar”, indicando no un crimen sino resolución o gestión de algún proceso o tarea. Esas perífrasis se caracterizan por su franca polisemia, razón por la cual la idea del “matar” está completamente desprovista de un sentido negativo. Tomemos por caso “matar jugada”, que puede significar, indistintamente, tener relaciones sexuales, masturbarse, practicar el voyeurismo o, en un sentido mucho más genérico, resolver cualquier urgencia o asunto. En este último caso se especifica “matar una jugada ahí”, con equivalencias en “matar un asunto”, y si se trata de empresa pequeña o sin gran relevancia “un asuntico”. Mucho más metafísica, pero no por ello menos popular, es la idea de “matar el tiempo”. Contra todas las leyes de la física, el cubano ha encontrado la fórmula para liquidar no a una entidad del mundo concreto, sino a la noción más abstracta del universo. Desde aquel “tiempo muerto” en que no había zafra, y en el que los jornaleros debían procurarse de formas variadas el sustento, hasta nuestros días, en esquinas, portales, recibidores de centros de trabajo y oficinas, cubanos y cubanas damos muerte al tiempo, ese implacable señor que quiere arrebatarnos la vida. Quizás en la hora final, cuando llegue la Pelona, le cantemos en venganza aquel popular estribillo: “si tú no sirves pa matar, entonces deja que te maten”.
Otro artículo muy instructivo y simpático sobre nuestra manera de hablar el español. A propósito del tema de hoy, menciono otras dos expresiones: «irse para Honduras» y «muerto el perro, se acabó la rabia».