Entre todos los monumentos de figuras ilustres que adornan la capital cubana, el del dominicano Máximo Gómez ocupa, sin dudas, un sitio especial. Y lo hace no solo por su lugar de privilegio, a la entrada de la bahía habanera, sino también por sus reconocidos valores artísticos y por la trascendencia del propio homenajeado.
El Generalísimo es un hombre imprescindible en la Historia de Cuba, uno de los más grandes estrategas y jefes militares que han pisado el suelo antillano y alguien que, aun sin haber nacido en la Isla, hizo como pocos por su independencia de España y supo ganar la gratitud y el respeto eterno de los hijos de esta tierra.
Gómez merecía, por tanto, un monumento a la altura de sus cualidades y hazañas, y para ello se convocó a un concurso internacional en 1916. La idea era erigir la obra en La Habana y a la convocatoria respondieron importantes artistas de la época. Finalmente, con polémica y apelación judicial incluidas, se impuso el proyecto del joven italiano Aldo Gamba, el cual sería inaugurado oficialmente el 18 de noviembre de 1935, una década después de lo previsto.
El monumento fue emplazado en la Avenida del Puerto, entre las calles Montserrate y Zulueta, en el aniversario 99 del natalicio de Máximo Gómez. Años después, debido a la construcción del Túnel de La Habana, el parque que lo rodeaba fue eliminado parcialmente y la obra se ha visto rodeada desde entonces por varias avenidas que dificultan un tanto el acceso, pero que no han podido opacar su belleza y majestuosidad.
Adscrito a los cánones del neoclasicismo europeo, el monumento cuenta con una composición piramidal que combina grupos en mármol blanco y bronce. Su principal cuerpo arquitectónico se apoya sobre una plataforma, con tres gradas escalonadas que ascienden a ella y con tres partes bien definidas: el zócalo, la base del templo y el propio templo, encima del cual, rematando el conjunto, se halla la estatua ecuestre del Generalísimo.
Escenas en bajorrelieve y altorrelieve, figuras monumentales que representan a la Victoria y a la Patria, y la cripta con los restos del notable guerrero, son otros de los componentes de la obra, pletórica de detalles y significados, que la hacen resaltar en el entramado citadino. No obstante, el monumento no puede desligarse ya de su contexto. Y ―ya sea en la cercanía o en la distancia― dialoga con otras esculturas y edificaciones de su entorno, y regala a la ciudad una vista única, espléndida, fundamental.
Ahora que La Habana va retomando poco a poco su vida, con la mejoría de sus indicadores sanitarios, el monumento a Máximo Gómez y sus alrededores vuelven a ser punto de encuentro, de paseo, de práctica deportiva, de tránsito cotidiano. Puede que su ubicación no sea la más céntrica, ni la más concurrida, pero el tributo en piedra y bronce al ilustre jefe independista tendrá siempre un sitio especial en la ciudad que lo acogió en sus últimos años y entre sus habitantes.
Muy hermoso recordatorio. Le pedí al Historiador de La Habana Dr.Eusebio Leal se rescatara la casa en el Vedado donde vivió y murió el Generalísimo Máximo Gómez. Nuestro Movimiento Literario e Histórico Internacional Ernest M. Hemingway ( MLHIEH ) ha otorgado una Medalla de Honor (post mortem ) a Máximo Gómez la cual será entregada a la Dirección de la Oficina del Historiador cuando las condiciones de viajes lo permitan.Acd.Alfredo A. Ballester, fundador-presidente MLHIEH
Bello recordatorio coincido con usted, el monumento al Generalísimo y todos los monumentos en nuestra Habana son hermosos, es una desgracia para todos los cubanos el fallecimiento de nuestro Eusebio Leal, ojalá y permita Dios que se continúe su obra y dedicación a nuestra Habana querida. God willing!!!!!