Hablar de la crisis energética en Cuba es llover sobre mojado. Una lluvia que no da señales de cesar, mes tras mes, semana tras semana, y que, por el contrario, ha ido convirtiéndose en un aguacero interminable, un temporal funesto y paralizante para la deprimida economía nacional, y una población disminuida en número de habitantes y envejecida.
De los últimos años, 2024 ha sido el más oscuro. A pesar de los sucesivos planes gubernamentales para paliar la crisis, largos y constantes cortes eléctricos han azotado los días y las noches de los cubanos, y han provocado constantes críticas, y también protestas callejeras.
Lastrado por la antigüedad y la sobreexplotación de sus plantas generadoras, el crónico déficit de combustible, y la incapacidad financiera del Estado para revertir el escenario, este año el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) ha visto retroceder su capacidad de generación y ha colapsado en varias ocasiones.
La situación, descrita ante la Asamblea Nacional por el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, es calamitosa. Según el De la O, en 2024 la disponibilidad del sistema “alcanzó sus niveles más bajos desde el 2019”, en los últimos años se han perdido 5 unidades —equivalentes a la tercera parte de la demanda— y la generación distribuida solo produce el 37 % de su capacidad.
Si fuera poco, la infraestructura eléctrica sufrió el embate de fuertes fenómenos naturales. Se entronizó la oscuridad en las zonas afectadas e, incluso, en todo el país, debido a otra desconexión general provocada por los vientos del huracán Rafael.
Ante esta abrumadora realidad, el Gobierno ha debido modular su discurso y reconocer que el fin de los apagones es prácticamente imposible en las circunstancias actuales, y trasladar su promesa de posible mejoría a planes de mediano y largo plazos con un proyectado incremento de las energías renovables.
A las puertas de 2025, año en que las autoridades prevén un avance gradual en el escenario electroenergético del país —aunque, han advertido, no sería inmediato—, OnCuba propone un acercamiento a lo sucedido en los últimos 12 meses en un sector reconocido por el Gobierno como “estratégico y sensible”.
Sistema Electroenergético de Cuba: los derroteros de una crisis
Un año de apagones
Los cortes de energía eléctrica no han dado tregua a los cubanos en 2024. Aunque los últimos días del año previo y los primeros de este trajeron un leve respiro, desde enero el déficit de generación comenzó a crecer rápidamente hasta alcanzar cifras inéditas en la actual crisis. Las afectaciones de más de 1000 MW han sido cotidianas, con picos sostenidos de más 1500 y récords por encima, incluso, de los 1700 MW.
Las cifras no solo se han traducido en gran parte del país apagado en los horarios de máxima demanda, sino en apagones prolongados por 15 y hasta 20 horas seguidas en distintas zonas de la isla, y crecientes cortes eléctricos en La Habana, que en años anteriores había sufrido menores afectaciones. La situación ha golpeado a las familias y naturalmente la producción y los servicios, las actividades docentes y los eventos culturales; la vida en Cuba en sentido general.
Por demás, lejos de mejorar con el avance del año, el escenario ha ido a peor. Si en marzo las autoridades reconocían jornadas “muy tensas”, y en mayo se hablaba de una situación de “contingencia”, tras un agosto “extremadamente tenso” el déficit siguió escalando hasta obligar al Gobierno a declarar una “emergencia energética” a la que siguió, casi de inmediato, la primera de las desconexiones del SEN. Después de otros colapsos y récords negativos, diciembre tampoco ha tenido mejor cara.
Averías y mantenimiento: la historia sin fin
Las averías de las longevas termoeléctricas cubanas fueron el pan de cada día en 2024. Algo similar podría decirse de los años previos, solo que ahora las añejas unidades —casi todas con más de dos o tres décadas de uso y una gran deuda de mantenimientos capitales— acumulan una mayor explotación en sus ferrosas armaduras, además de cada vez más cicatrices, reparación tras reparación.
A estas alturas sería ocioso hacer la cuenta de cuántas veces se han roto las termoeléctricas en la isla. En el año que termina no hubo prácticamente días sin alguna —o incluso sin varias— fuera del sistema por roturas, mientras otras paraban durante días, semanas o meses por mantenimientos programados o “inaplazables”. Una vez reincorporadas, volvían a quedar fuera del sistema más temprano que tarde. Para no ir lejos, a día de hoy siguen siendo varias las que no generan electricidad.
A esta epidemia de roturas y reparaciones, que ha contagiado lo mismo a la Guiteras y la Felton que a las más estables unidades de Cienfuegos —ambas hoy de baja hasta 2025—, se unen el deterioro progresivo de los motores de la generación distribuida, la partida, por falta de financiamiento, de la mayoría de las centrales flotantes turcas que operaban en el país, y el cada vez más inestable suministro de combustible.
Uno, dos y tres colapsos del SEN
Apenas horas después de que el primer ministro, Manuel Marrero, declarase una “emergencia energética” y anunciara medidas para enfrentar la situación —entre ellas, la paralización de todas las actividades no “estrictamente imprescindibles”— el SEN sufrió su primer colapso del año. Era el 18 de octubre y una “salida imprevista” de la Guiteras apagó por completo al país.
No se trató de un escenario desconocido, pues en septiembre de 2022, post huracán Ian, había ocurrido una situación similar. Esta vez, luego de esa primera desconexión total —que se extendió por casi cinco días, con otras caídas mientras se trabajaba en el restablecimiento—, en apenas dos meses han ocurrido otros dos colapsos generales hasta el día en que se publica este resumen: uno, durante el paso del huracán Rafael, y otro, el 4 de diciembre.
Aunque las autoridades han celebrado como un éxito la recuperación del SEN después de esos eventos y han ponderado la rapidez con que se ha conseguido —en particular en la última caída, cuando se logró el restablecimiento en un día—, estas desconexiones —y otras parciales, como la sufrida por Santiago de Cuba y Guantánamo— ponen en evidencia la fragilidad del sistema y anticipan la posibilidad de nuevos colapsos. Además, dejan secuelas en redes y plantas generadoras.
Éramos pocos; el golpe de la naturaleza
“A perro flaco todo son pulgas”, apunta un conocido refrán y la situación del SEN en 2024 parece darle la razón. Justo en uno de sus peores momentos, cuando sufría la primera desconexión total del año, el huracán Oscar atacó con furia imprevista el extremo oriental de Cuba y, además de víctimas, inundaciones y daños en viviendas, dejó a oscuras a más de 60 mil familias en Guantánamo.
Según detalló el ministro del sector durante las últimas sesiones parlamentarias, se necesitaron 15 días para restablecer el servicio y hacer frente a los daños en la infraestructura eléctrica. No obstante, esas afectaciones palidecerían ante el destrozo causado, dos semanas después, por el huracán Rafael. Más de un millón de clientes quedaron sin electricidad en el occidente cubano, sin contar el apagón general en el país producto de un nuevo colapso del sistema.
Más de 600 transformadores, casi 2500 postes y 6 torres de alta tensión fueron dañados por el huracán en La Habana, Mayabeque y, sobre todo, Artemisa, donde debieron extenderse por alrededor de un mes las labores de recuperación con brigadas provenientes de todo el país.
Encima, dos fuertes sismos el 10 de noviembre dejaron a más de 14 mil clientes sin electricidad en Granma y Santiago de Cuba, aunque esta afectación, al menos, no fue duradera.
Un nuevo (y polémico) decreto
Ante el decrecimiento sostenido de la generación y la subida en paralelo de la demanda, el Gobierno puso en marcha primero un aumento en las tarifas eléctricas para quienes sobrepasan los 500 kW/h en el mes — medida que, reconoció Marrero, no ha tenido “el impacto deseado”—, y a fines de noviembre publicó un polémico decreto para los diferentes actores económicos.
La normativa, en vigor antes del fin de año, establece la obligatoriedad para los actores estatales y privados existentes y considerados “grandes consumidores”, y para los nuevos negocios e inversiones, de producir parte de su consumo de electricidad a través de fuentes renovables. Además, regula el funcionamiento de los Consejos Energéticos, y abre la puerta a la declaración por las autoridades de “contingencias eléctricas”, un aspecto que ha motivado las mayores controversias.
Según el decreto, este régimen puede ser declarado cuando “es necesario afectar el servicio eléctrico de forma planificada y sostenida por más de 72 horas” debido al déficit de generación. Lo anterior ha sido interpretado por no pocos como la “legalización” de apagones continuos por tres o más días en el país, algo que el Gobierno ha negado.
No obstante, al margen de las medidas y sanciones enlistadas, persisten dudas y opacidades sobre la aplicación práctica de la norma.
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Mirando al sol y a 2025
Frente al panorama actual —del que responsabilizan en gran medida a las sanciones estadounidenses—, las autoridades cubanas han presentado un plan de recuperación del SEN con protagonismo para las energías renovables. Aun cuando el aporte de estas es de apenas un 4 % de la generación, un ambicioso programa para la instalación de parques solares promete cambiar la exigua cifra.
A la par de una recuperación prevista en los grupos electrógenos y las termoeléctricas, el plan gubernamental contempla el montaje de 92 parques solares fotovoltaicos hasta 2028, los que aportarían en su conjunto unos 2000 MW, según se anunció el pasado marzo. Una parte de ellos se construye a contrarreloj en distintas zonas de la isla y para el próximo año deben sincronizar 55, lo que se presume inyectará más de 1000 MW al sistema, refieren las proyecciones oficiales.
Lo anterior se prevé a pesar de que el ministro del sector reconoció días atrás la existencia de un retraso en la llegada de componentes para este proyecto, que también atribuyó a los efectos del embargo/bloqueo. Aun con este obstáculo (que presumiblemente se acentuará con Donald Trump en la Casa Blanca), para 2025 se anunció el arribo de 30 mil sistemas fotovoltaicos con acumulación y otras inversiones para reducir los apagones, al menos en teoría.
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