Un fotógrafo consagrado, Desmond Boyland, falleció ayer en La Habana, donde radicaba desde hace años con la familia que formó. Desde que se conoció la noticia, las redes se han llenado de mensajes de dolor, gratitud y, sobre todo, de muchas de sus magníficas fotografías.
Boylan, nacido en Irlanda en 1964, reportaba desde Cuba para Associated Press, y en los últimos años su trabajo construyó una imagen muy particular de la Cuba del cambio.
Su cámara captó negocios emergentes, la renovada cercanía con Estados Unidos, turismo, pobreza… Su mirada buscaba –y encontraba– por igual la Cuba tomada por las celebrities y la Cuba que habita los muros donde estas se fotografían.
Cubro noticias –decía– deportes o cualquier cosa de interés que esté sucediendo; “cuando sea, donde sea”. Sus redes dan fe de que, además, entre noticia y noticia, no escapaban a su lente el atarceder habanero en el retrovisor de un carro, la alegría limpia del niño o el perro que juegan bajo el aguacero, un colibrí, una tendedera, el manicero, el lado amable de la autoridad o la tristeza feroz de un grafiti, siempre con una marca de autor que hacía su trabajo reconocible como pocos.
“El fotoperiodismo es una forma de vida”, afirmaba Boylan, quien aseguraba que no pasaba un solo día sin que tomara fotos.
“(El fotoperiodismo) es mostrar lo que sucede de la forma más directa, clara y honesta posible, para una audiencia global que observará y comprenderá a través de esas fotografías. (…) Intento tomar fotos con contenido que sea apreciado y comprendido por cualquiera que las vea, sin importar raza, ingresos, nacionalidad o ubicación”, dijo a Reuters.
Nieto de un fotógrafo que solía mostrarle su trabajo y estimular su curiosidad, recordaba jugar con la cámara de sus padres cuando tenía 5 años. “Era una Werlisa”.
Creció en la España franquista y luego en la efervescencia de la transición. “En esa época estaba muy asustado como para tomar fotos, pero descubrí que tenía una creciente atracción por ser testigo de eventos noticiosos en primera fila; eventualmente me di cuenta de que la forma perfecta de hacerlo era tomando una cámara y convirtiéndome en fotoperiodista”.
Atento siempre y discreto, como “una mosca en la pared”, Desmond Boylan entendió que “una buena imagen permanece en el tiempo, se sostiene sola y es fuerte por sí misma para siempre”. Así las suyas lo sostendrán a él.