El ministro de Salud Pública de Cuba, José Ángel Portal Miranda, lo ha expresado sin rodeo: la cifra de decesos maternos en el país en los últimos años aún está lejos de los resultados deseados e incluso esperados. Especialistas coinciden en que los logros más evidentes se alcanzan en la mortalidad infantil, pero no se obtienen los efectos esperados en la mortalidad materna. La tendencia general del indicador en la isla apenas cambia en el tiempo.
Para la investigadora Maydeé Vázquez, del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana, el indicador progresa lentamente y se resiste a entrar en un proceso de declinación sostenida.
Después de la notable contracción de las cifras en las décadas de los 80 y 90, cuando se lograron tasas inferiores a 40 por cada 100 000 nacidos vivos, el comportamiento en las dos primeras décadas de los 2000 ha tendido a la estabilización en un promedio de 43,3 por cada 100.000 nacidos vivos; o, más bien, al estanco.
Los números suponen el incumplimiento de uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) propuestos por la Organización de Naciones Unidas para 2015 y de los que Cuba es signataria.
La quinta de las metas planteaba la reducción en tres cuartas partes (75 %) de la tasa de mortalidad materna de 1990 en el período 1990-2015; implicaba alcanzar en 2015 una tasa de 10,5 a partir de la reducción de nuestras estadísticas de 1990 (31.6) como fue reconocido en el Informe sobre Cuba a la XI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
En 2015, la isla registró 41.6 muertes maternas por cada 100 000 nacidos vivos. La meta no se logró entonces, y no se logra todavía.
Un paréntesis para las cifras del 2021
Cuba cerró 2021 con 175 muertes maternas, cifra sin precedentes desde la década del 50. En 1959 la tasa de mortalidad materna global fue de 137,8.
Los números de 2021 superaron en amplio margen todos los registros del periodo revolucionario y revirtieron la tendencia histórica a la estabilidad, aun en cifras no precisamente bajas.
En 2021 murieron en Cuba 175 gestantes. De acuerdo con la información oficial, 93 de ellas fallecieron debido a la neumonía provocada por el nuevo coronavirus y otras complicaciones asociadas.
Aunque Cuba comenzó en julio de 2021 la vacunación masiva de embarazadas y madres lactantes en un intento por contener, si no la infección, al menos el avance de la enfermedad a estadios críticos y la muerte, no fue posible impedir el aumento de los contagios. Los meses de julio, agosto y septiembre mostraron los mayores picos de infecciones en gestantes y también de fallecimientos.
En todo el año, 6 947 embarazadas y puérperas fueron diagnosticadas con la enfermedad.
Más de la mitad del total de fallecidas se registraron a cuenta del contagio de la COVID-19. En tal sentido, resulta innegable que el impacto de la pandemia contribuyó al disparo definitivo de los números.
Sin embargo, al margen del aumento debido a la pandemia, el país contabilizó 82 muertes maternas por causas que no se relacionaron con el coronavirus.
El número equivalía a una tasa de mortalidad de más de 80 frente a los 99 093 nacidos vivos que tuvo Cuba en el año previo. Es evidencia ineludible de que, en el contexto del enfrentamiento a la pandemia, el estrés del sistema sanitario tuvo un reflejo directo en el incremento en la pérdida de gestantes.
En la Isla no se reportaban cifras de mortalidad materna superiores a las 80 anuales desde hacía 50 años. Entre las causas fundamentales —no asociadas a la pandemia— que incidieron en el aumento del indicador en 2021 estuvieron las hemorragias obstétricas y las sepsis, en palabras del ministro de Salud. Ninguna de las dos causas es nueva.
Al cierre del primer semestre del año en curso, Cuba registra una tasa de mortalidad materna de 34,8, según el ministro salud. La disminución de los números vuelve a situarnos en el rango estadístico previo a la pandemia.
Muertes maternas, ¿el ciclo sin fin?
Entendemos como muerte materna el fallecimiento de una mujer mientras está embarazada o en los 42 días posteriores al término de su embarazo, por cualquier causa vinculada o agravada por la gestación o por su manejo, pero no por causas accidentales o incidentales. En la literatura médica se dividen las muertes maternas u obstétricas en directas e indirectas.
Durante las dos últimas décadas han prevalecido en Cuba las causas de muerte directa. De las 829 muertes maternas ocurridas en el periodo 2005-2018; un poco más de la mitad fueron por muertes directas (463), seguidas por las indirectas (247) y por otras (119).
Se subrayan entre las principales causas directas de muerte las hemorragias obstétricas, las complicaciones tromboembólicas y la sepsis.
Estas son, en lo fundamental, causas que resultan de complicaciones del embarazo, parto y puerperio; de intervenciones, de omisiones, de tratamiento incorrecto o de una cadena de acontecimientos originada en cualquiera de las circunstancias mencionadas. Estas muertes son, por definición de los expertos, evitables.
La importancia de reducir el indicador quedó plasmada en uno de los objetivos de trabajo del Minsap para el año 2020. El objetivo 1.6 del documento planteaba como meta una tasa de mortalidad materna directa inferior a 15 por cada 100 000 nacidos vivos.
Se incumplió. Y, con ello, las muertes maternas evitables han aportado la mayor cantidad de pérdidas de vidas a la tasa. En las últimas dos décadas no se ha logrado que el indicador sea inferior a 20.
En el caso de las causas indirectas, en Cuba estas se relacionaron en lo fundamental con afecciones de los aparatos circulatorio y respiratorio de las gestantes.
Por otro lado, se entienden por causas indirectas de muerte materna aquellas que resultan de una enfermedad existente desde antes del embarazo o de una enfermedad que evoluciona durante este; se excluyen causas obstétricas directas, y se considera que son agravadas por los efectos fisiológicos de la gestación.
Reducir los números de muerte materna en Cuba depende de factores diversos. Dentro del sistema sanitario, en lo referente al Programa Materno Infantil (PAMI), entre los principales problemas identificados se hallan el desempeño de algunos cuadros y equipos de dirección y el funcionamiento de los grupos básicos de trabajo en el escenario comunitario, su completamiento y preparación, que no siempre logran ser todo lo eficientes que se requiere.
Fallas en distintos eslabones de la cadena de atención del Programa, desde el área de salud hasta los cuadros de dirección, se han identificado como factores que atentan contra el control de la mortalidad materna y también infantil.
Tampoco logran cumplirse a cabalidad prioridades del PAMI como el aprovechamiento de los hogares maternos; la garantía del cumplimiento de normas y procedimientos higiénico-sanitarios que condicionan la aparición de infecciones asociadas a la asistencia médica, la ocurrencia de brotes y la solución de problemas estructurales en instalaciones y servicios de atención a embarazadas y bebés, por mencionar algunos.
No obstante, la reducción de las cifras no solo depende del sistema de salud. En el escenario cubano, además de las causas clínicas existen determinantes sociales que generan y agravan la resistencia al descenso de la mortalidad materna en Cuba.
Las asimetrías sociales históricamente heredadas, así como las desventajas no resueltas pesan en la variable de sobrevida materna, según el profesor Juan Carlos Albizu-Campos, del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, cuyo estudio demuestra que existe mayor mortalidad prematura en las mujeres racializadas que en el resto y, por tanto, mayor pérdida de capacidad de supervivencia ante complicaciones del embarazo, parto o puerperio.
Mujeres afrodescendientes en Cuba y la Tarea Ordenamiento (I)
El enfrentamiento al problema en la isla, en palabras del investigador, exige prestar mayor atención aun a factores sociales y económicos que desfavorecen a las mujeres y deterioran su salud.
En tal sentido, como definiera el Dr. Evelio Cabezas, para disminuir los números se necesita acción coordinada del entorno cultural, social, económico, político y del sistema de salud. En términos individuales, la responsabilidad de cada gestante cuenta; y puede inclinar de forma definitiva la balanza.
Una mortalidad materna cada vez menor se logra vida a vida. Hemos logrado mucho, pero queda el reto más difícil: romper la inercia. Las muertes maternas pueden y deben evitarse.