Los resultados de sucesivas encuestas de la FIU Cuba Poll —realizada desde 1991—han sugerido que la “nueva migración cubana” está ayudando a impulsar una progresiva “transición política-ideológica” en la comunidad cubana en EEUU. Según los datos más recientes (2018), la comunidad cubana en el sur de la Florida es más plural hoy en cuanto a sus preferencias políticas, sus posiciones sobre la política de EEUU hacia Cuba, así como sus relaciones con la Isla (viajes, remesas, inversiones, etc.).
En la primera parte de esta reflexión, hemos visto cómo, en efecto, se trata de una emigración numerosa, pero más diversa en cuanto a su composición sociodemográfica, dinámicas migratorias (transnacionalización, circularidad e incipiente retorno) y motivaciones. Perdura el sustrato político, aunque se presente de manera entremezclada o resignificada a través de la familia, como referente aglutinador de sentido.
En esta oportunidad, profundizaremos en las opiniones emanadas de las discusiones grupales que sostuvimos con cubanos pertenecientes a las oleadas más recientes (post 1995) arribadas a Miami, entrevistados para un estudio realizado en septiembre de 2019, respecto de tres puntos:1 las visiones sobre sí mismos y las distintas oleadas migratorias de cubanos, la participación política y las relaciones Cuba-Estados Unidos.
Vale aclarar que este análisis refiere a las percepciones de los participantes, sus relatos de sentidos y significados acerca de su experiencia migrante e integración social, política y económica en Miami. Procuramos comprender el punto de vista de quienes pertenecen a estas “nuevas oleadas”, sabiendo que las percepciones no siempre coinciden con sus actos concretos o las estadísticas sobre la realidad bajo análisis. No obstante, el desafío está en considerar que esas percepciones son también constructoras y moldeadoras de la realidad social y tienen la capacidad de movilizar a los sujetos, con independencia de su veracidad.
Tensiones grupales y estereotipos que se reproducen
La tendencia a diferenciarse entre oleadas de migrantes cubanos no es nueva. Los emigrados de los últimos 25 años, incluidos los más recientes, no ven a su comunidad como monolítica.
Reconocen un patrón, “la búsqueda de la libertad económica, política, de expresión”, pero no siempre ese deseo se manifiesta de forma coherente con el accionar, especialmente en las oleadas más recientes. Emerge de las conversaciones un consenso en el reconocimiento de diferencias y divisiones entre las oleadas migratorias de cubanos y cubanas a los Estados Unidos.
Las diferencias se sitúan especialmente entre las oleadas más recientes y el llamado “exilio histórico” (1959-1973), pero sin hacer distinciones específicas entre las diferentes etapas de la migración posterior al triunfo de la Revolución.2
Se manifiesta un reconocimiento y una deuda social con dichas generaciones y los representantes políticos que de ellas han resultado, en tanto habrían facilitado para los cubanos de las recientes oleadas un conjunto de privilegios que otros grupos migratorios no poseen en los Estados Unidos. “Estamos aquí gracias a ellos”, reconocen.
A esas generaciones se las representa como portadoras de una definición política más clara. Surgen algunas voces que les asocian con el ideario político conservador y la lealtad política al Partido Republicano.
¿Renace la intolerancia cultural entre los cubanos de Miami?
La percepción generalizada que existe hacia las oleadas post 1995 es negativa, tanto por las características personales y culturales que se les atribuyen como por sus estrategias de inserción en la sociedad estadounidense.
A los “recién llegados” —una categoría otra vez difusa en su uso popular— se les percibe adoctrinados políticamente, pero carentes de conocimiento y cultura política. Se les achaca una relativización moral en sus formas de pensar y proceder, lo que los participantes llaman “no tener valores o principios”.
Se les asignan un conjunto de atributos actitudinales negativos ante el trabajo. Son considerados menos esforzados y comprometidos con este, al tiempo que se les acusa de aprovecharse del sistema de ayudas y beneficios que reciben por ser inmigrantes cubanos.
Lo llamativo, otra vez, es que ese discurso se presenta entre algunos que han sido acusados de los mismos males, que también llegaron hace poco tiempo y participan de manera significativa en las redes transnacionales que conectan la Isla con su diáspora.
La suma de esos comportamientos y actitudes sustenta la imagen negativa que se comparte en los grupos sobre la “nueva migración” cubana en los Estados Unidos, responsabilizada por la pérdida de privilegios adquiridos para los cubanos por las generaciones previas. “Aquí, antes, decir cubano era una cosa más respetada, ahora estamos al mismo nivel que todos los demás”.
Pareciera repetirse el mismo patrón que Portes y Puhrmann3 identifican en los exiliados más antiguos y mejor establecidos hacia las oleadas del Mariel y posteriores. Para ellos, los recién llegados eran diferentes: “Criados bajo la Revolución, carecían de la ética de trabajo y la postura política anticomunista de principios de sus predecesores. No se podía confiar en ellos”.
Participación política: entre la “burbuja mediática”, el déficit de cultura política democrática y la preocupación por los temas sociales
La desmotivación o el desinterés con la política que experimentan los “nuevos migrantes” —sobre todo al principio de sus experiencias en Miami— es atribuible en parte a un rasgo de la política mundial y, al mismo tiempo, a una particularidad del tipo de socialización política experimentado en Cuba.
Los efectos negativos de un sistema altamente politizado (“venimos de un país político”) y la saturación que ello conlleva (“de la política ya estamos hasta aquí”) se suman al déficit de conocimiento sobre el sistema y los partidos políticos en los Estados Unidos, así como sobre sus representantes locales. Se traducen en apatía o baja participación política. Pese a este lastre, reconocen la importancia de la política y del voto para la integración social e incidencia política en el país de acogida.
Las vías de información utilizadas para llenar ese déficit de conocimiento sociopolítico son fundamentalmente medios locales en español, con una creciente importancia de las redes sociales.
El líder de opinión que más se menciona es el influencer Alex Otaola, con su programa Hola Ota-Ola. Aunque recibe opiniones diversas, la mayoría de los entrevistados lo conoce o lo sigue. En las opiniones puede interpretarse que con su programa (y campañas) está movilizando la opinión política de un grupo considerable de las recientes oleadas migratorias de cubanos en Miami.
En términos políticos, hasta se le reconoce un rol “educativo”, en la medida en que perciben que los motiva a “hablar de política”. Otros consideran que, en ocasiones, está tomando posiciones extremistas, cuando propone campañas que pueden afectar a las familias en Cuba (como el llamado boicot de remesas a la Isla del mes de enero, conocido como “el parón”).
Las preferencias políticas discursivas hacia los partidos políticos en Estados Unidos están divididas, con una leve primacía del criterio de la independencia política, según lo demande la oportunidad coyuntural de la convocatoria electoral en cuestión.
Aun así, la mayoría no se identifica verbalmente, de manera explícita, con un partido en particular. Otros declaran cambiar de identidad partidista con cierta frecuencia, mientras que los menos se declaran fieles a un partido, sin importar propuestas o accionar coyuntural. En esta última situación, se encuentran quienes se declaran republicanos y manifiestan haber tenido motivaciones políticas más explícitas para migrar.
Por último, vale la pena mencionar la emergencia de los temas sociales como una de las principales preocupaciones manifestadas en las conversaciones. La salud sobresale como el tema más acuciante. En segundo lugar, aparece el costo y la calidad de vida, en relación con el empleo. Dentro de la agenda social, también se mencionan las pensiones, la atención a las personas mayores, el medioambiente y el control de armas.
La relación Cuba-Estados Unidos
La relación Cuba-EEUU es fuente de preocupación para la mayoría consultada, debido a las repercusiones que pueden tener las medidas que tome el gobierno de los Estados Unidos sobre las familias que permanecen en la Isla.
Las opiniones sobre la política de EEUU hacia Cuba son altamente contradictorias, y a veces parecen ir en contra de la preocupación manifestada por las familias.
Por un lado, al igual que viene mostrando la FIU Cuba Poll, las opiniones muestran consenso sobre la ineficacia del embargo. Varios entrevistados sugieren su eliminación como una estrategia plausible para descartar la justificación del inmovilismo del Gobierno cubano, lo que permitiría evidenciar su responsabilidad en la situación actual en Cuba.
Por otro lado, hay quienes apoyan las medidas de la administración Trump para fortalecer las sanciones, aun cuando estas —como la restricción de vuelos y las remesas— terminan afectando a sus familias. La idea de que las sanciones se justifican por el apoyo cubano al gobierno de Nicolás Maduro, en Venezuela, recibe bastante apoyo.
En resumen, el aumento de políticas y medidas que contengan sanciones al Gobierno cubano recibe una opinión mayoritaria favorable, aunque con matices según los grupos.
Quienes son ciudadanos —que, por regla, llevan más tiempo en los EEUU— resultan más proclives al endurecimiento de las políticas, cualquiera que sea el costo, como vía para debilitar al Gobierno cubano y presionar por el cambio de régimen (sin cuestionarse o argumentar por qué serían efectivas esta vez, en comparación con ocasiones anteriores). Los residentes van moderando esos comentarios, y enfatizan que el recrudecimiento afecta a las familias, no al Gobierno.
Por su parte, los de más reciente llegada plantean un desacuerdo claro con el aumento de sanciones al Gobierno cubano, argumentando que siempre terminan afectando al pueblo.
Entran en vigor restricciones a las remesas y otras sanciones de EEUU a Cuba
La política migratoria de EEUU hacia los cubanos también provoca opiniones encontradas. La Ley de Ajuste Cubano es valorada de manera positiva, en general.
Sin embargo, muchos de los que se beneficiaron de ella, irónicamente critican su uso y efecto como “válvula de escape”. Al respecto, muchos sugieren que se deben revisar y considerar los requisitos para obtener y mantener la condición del asilo, mostrando una falta de comprensión de que la Ley de Ajuste en realidad no otorga “asilo” como tal. También alegan que regresar a Cuba con demasiada frecuencia constituye un “abuso”.
Igualmente, las opiniones sobre la eliminación de la política de “pies secos/pies mojados” están divididas, pero existe consenso en que era un beneficio que estaba siendo mal utilizado por muchos cubanos de llegada más reciente, quienes “manifestaban no venir por problemas políticos”.
En todo caso, la mayoría aboga por mayor claridad en la política norteamericana hacia Cuba, eliminando el tratamiento ambivalente, bien sea hacia un fortalecimiento total de las sanciones o hacia su eliminación completa. También hay consenso en que la responsabilidad que puedan tener las distintas administraciones norteamericanas sobre la situación en Cuba es menor a la que, en su conjunto, tiene el propio Gobierno cubano.
Para finalizar, los resultados de esta indagación preliminar, aunque tentativos, nos invitan a ser más escépticos respecto de la posibilidad o actualidad de una “transición política-ideológica” en la comunidad cubana y cubanoamericana en Miami.
Si bien se percibe una mayor diversidad de criterios políticos, en comparación con migraciones previas de cubanos, los discursos de los participantes sugieren que no se trata de un proceso lineal. Es más, las diferencias entre ciudadanos, residentes y recién llegados parecen apoyar la tesis de que, mientras más tiempo los migrantes cubanos pasan en Miami, más se va imponiendo el discurso hegemónico respecto a la política hacia Cuba (apoyo para más sanciones) y la visión sociopolítica más afín a los republicanos en cuanto a cuestiones domésticas.
Notas
- Cabe recordar que, tras los sucesos de agosto de 1994, se produjo un cambio de gran importancia en el patrón migratorio cubano, resultado del diálogo establecido entre los dos Gobiernos, que concluyó con la firma de los acuerdos migratorios de 1994 y 1995. En los documentos firmados, Washington asumía la obligación de otorgar un mínimo anual de 20 000 visas de inmigrantes a cubanos. Como complemento, el entonces presidente W. Clinton introdujo la política de “pies secos/pies mojados”, según la cual los migrantes interceptados en el mar serían devueltos a Cuba, y los que llegasen a suelo estadounidense, por cualquier vía, serían aceptados. Jorge Duany ha identificado varios patrones básicos en el flujo migratorio desde Cuba desde entonces. Entre ellos la reducción significativa de la migración indocumentada (desde 1994); la estabilización de la migración legal; el aumento discreto de la migración temporal y el uso de otros países para llegar a Estados Unidos como destino final. Ver Duany, J. (2005). “La migración cubana”, Revista Encuentro de la Cultura Cubana (36): 164-180.
- Jorge Duany realiza una clasificación de las etapas previas a la década del noventa, identificando cinco etapas de la migración internacional cubana en el periodo postrevolucionario. La primera es el llamado Exilio Histórico (1959-1962), la segunda se identifica con los llamados Vuelos de la Libertad (1965-1973), la tercera corresponde al éxodo por el Mariel (1980), la cuarta fue producida por la llamada crisis de los balseros (1994) y la quinta, denominada migración postsoviética, se sitúa desde mayo de 1995 a enero de 2017, con el establecimiento de la política de “pies secos/pies mojados” hasta su término en enero de 2017, con la administración Obama.
- Portes, A. y Puhrmann, A. (2015). “A Bifurcated Enclave: The Economic Evolution of the Cuban and Cuban American Population of Metropolitan Miami”, Cuban Studies (43): 40-63.
A mi me resulta curioso que, incluso cubanos que emigraron en los 90’s (y nacieron bien entrados los 70’s o los 80’s) se refieren a los emigrados mas recientes como “Los Hombres Nuevos”. Esto implicitamente, con una connotacion negativa. Y me pregunto si esto se lo endilgan a todo al q nacio despues de 1959. Y quien se abroga el rol de “clasificador”.
Dice un viejo refrán que “no hay peor cuña que la del mismo palo”, es lo que siento al leer este interesante análisis de la Dra. Elaine Acosta. Generalizar es fácil porque no discrimina. Sé de cubanos denominados “recién llegados” a Miami que son tan respetables y esforzados como los de cualquier otro grupo. Y no importa la ciudad del país que sea. Lo que al parecer “molesta” es su desinterés hacia la política ( sobre todo relacionada con los de grupos de poder en el exilio). La juventud cubana de la Isla es hoy mucho más heterogénea que hace veinte o más años. Entiendo que son muchos los factores a considerar: 1) la globalización en todos los aspectos de la vida 2) la saturación del discurso político en ambas orillas 3) el agobio ante problemas que se creían superados y hoy regresan, quizás con más fuerza 4) la desconfianza creciente de los jóvenes (y su rechazo) hacia políticas y políticos. Y 5) la falta de liderazgo juvenil que tome en cuenta sus deseos. Quieren, ante todo, ser y comportarse como jóvenes. Pero no son tan manipulables, y quizás sea eso también lo que molesta a algunos. Todo ello encaja en esa apatía “atribuible en parte -como señala la socióloga- a un rasgo de la política mundial”.
La desconfianza que unos cubanos experimentan hacia otros puede esconder muchas cosas. Puede que en el fondo no sean más que miserias e intereses de todo tipo. Y que lo político resulte sólo una excusa.