El debate digital ha comenzado a oxigenar progresivamente el anémico panorama de la participación ciudadana en Cuba. Si tenemos en cuenta que según el Anuario Nacional de Estadísticas (ONEI, 2015) el porcentaje de penetración de Internet en la Isla es inferior al 30 por ciento –uno de los menores de Latinoamérica–, que la cifra incluye los datos de navegación en redes nacionales y que muchos de nosotros aún andamos en etapas fetales en torno al conocimiento sobre el uso de la web; no cabe duda de que hablamos de una oxigenación lenta, condicionada, incompleta si se quiere, pero de una oxigenación al fin.
No es algo con lo que podamos estar particularmente satisfechos. La sociedad virtual que debate temas sobre Cuba se construye –por ahora– desde una tímida cuota de virtud, pero sobre todo, con una significativa dosis de anomalías. Me explico:
En la mayoría de los casos el ciudadano virtual que hoy somos –repito, en términos de participación en el debate sobre temas de Cuba– no surge como una prolongación del ciudadano “real”, sino que es el ciudadano todo. En consecuencia, el primero carga con todas las cicatrices, iras, frustraciones y analfabetismo cívico-ciberespacial de la entelequia en la que, a falta de participación, se ha convertido el segundo. Esa es demasiada carga. Al desembarcar en la web el recién estrenado ciudadano virtual –cubano– choca con posibilidades de expresión –y de libre confrontación– que en muchos casos no está preparado para gestionar. Siente, casi siempre, que ha llegado al lugar donde podrá pasar la factura por tanto silencio. Por tanta no participación. Y estalla. Solo que de estallidos, lo sabemos, está minado el campo del entendimiento, de la buena comunicación.
Por otro lado –condicionado por los bajos niveles de penetración de Internet aquí referidos– y el elevado índice de emigración temporal o definitiva, Cuba es en la actualidad uno de los pocos países donde la ciudadanía virtual está compuesta fundamentalmente por una ciudadanía de la diáspora.
No me malinterprete. Que la diáspora sea parte activa del diálogo, del debate virtual, es una excelente noticia; que sea, de forma abrumadora y en términos de composición, la parte mayor, no. Cuba necesita con urgencia salir de la hora eterna de los desconectados. Necesita con urgencia equilibrar esta balanza, pluralizar cada vez más la composición de su ciudadanía virtual. Y ya que estamos, necesita que su voz digital desde la Isla no sea –mayoritariamente– la de unos cuantos elegidos, soldadotes de la dignidad nacional que desde el beneficio de la conexión gubernamental, subvencionada, se pretendan portavoces de toda la nación.
Debido a estas anomalías anatómicas –que como en la biología se traducen en funcionales– la participación ciudadana 2.0 en los debates sobre la realidad de la Isla, todavía hoy, suele pasar muchas veces –y a gran velocidad– del “ciberdiálogo” a la confrontación, de la confrontación a la agresión y de la agresión a la ruptura.
De esta manera, el espacio virtual, que podría instituirse como una novedosa y alternativa mesa de entendimiento, termina muchas veces por convertirse en una auténtica zona de guerra. Y como en toda guerra, las partes no establecen como prioridad el consenso o el diálogo con el oponente, sino el uso de todos los medios que permitan su eliminación –si no física, al menos virtual. Intelectual y moral. Para garantizarla, no pocos apuntalan sus estrategias con un lenguaje de épica y una taxonomía de autor del patriotismo que les sirvan en la misma medida para validar la autoridad ¿moral? propia, como para descalificar la ajena.
Lo interesante, además, es que este modus operandi no se aplica solo entre “enemigos” históricamente posicionados en los extremos de la confrontación. Las posiciones de blanco y negro con las que no pocos ideólogos del neopavonismo político de un lado, y del anticastrismo del otro, continúan describiendo a Cuba, no conciben el surgimiento de un tercer actor. Un actor que dialoga. Que reniega tanto de los cantos de sirena, de que le merienden el pasado, como del permanente estado de alarma de combate. Ante su entrada a la escena virtual, los sargentos ideológicos actúan de inmediato a golpe de fuego de mortero para demostrar la imposibilidad de que ese tercero, con sus ideas y razones, incluso sus errores, exista. Y donde digo ideólogos, digo también una considerable dosis de ciudadanos digitales comunes que comandados –o no– por ellos, disparan contra todo lo que no quepa en el cuadrado que pone fronteras a su diseño de sociedad, de país.
Hace algunos días leí una sentencia de David Trueba que reza: “No podemos entregar la libertad a quienes en su delirio ven gigantes donde solo hay molinos”. La tomo y parafraseo al escribir que no podemos entregar las posibilidades de participación y diálogo renovado que abre el espacio virtual (desafortunadamente otros continúan herméticamente cerrados) a quienes en sus delirios, como paródicas versiones de Quijote, quieren continuar sobrefacturando gigantes para que no podamos comenzar a distinguir ciertos molinos.
No todos son sombras, claro está. En principio porque la sombra siempre es consecuencia de alguna forma de luz. Y luces hay. En tres fechas calientes que tuvo el escenario virtual durante este último año –la Cumbre de las Américas en Panamá (2015), la crisis migratoria provocada por los cubanos en la frontera costarricense y la visita del presidente Barack Obama– asistimos a interesantes debates en la comunidad de la web, y se produjeron valiosísimos análisis de intelectuales y ciudadanos comunes, dentro y fuera de Cuba. Estos análisis nos permitieron reflexionar y digerir situaciones que son novedosas para cada uno de los actores de la nación. Para la nación toda. Durante el último año, adicionalmente, hemos asistido al surgimiento de nuevos espacios digitales (El Estornudo, Periodismo de Barrio, Cachivache), que ponen al ciudadano y no al Estado o a históricos conflictos como centro de su labor. También a un considerable aumento de la circulación en los blogs nacionales, o con temáticas relacionados con Cuba. Eso es luz. Oxigenación.
Pero hoy he preferido hablar de ciertas sombras. Tal vez en un intento de llamar la atención sobre la necesidad de evitar que pasemos de la anémica participación ciudadana en el ámbito de las organizaciones o instituciones nacionales, a la obesidad improductiva alimentada por pseudoépica, frustraciones e ira, en el espacio virtual. Tal vez porque siento que tenemos en este último, la novedosa oportunidad de usar un canal de comunicación que no se base en el derecho al odio y el deber de la eliminación del otro. Que promueva el desarme, no de ideas, no de Historia, sino del espíritu de conflagración. Que desde el diálogo plural una y no erosione aún más a la nación.
Es imprescindible que la gente de a pie en Cuba tenga acceso a la Internet y que se puedan expresar en la blogosfera de forma libre. Los criterios de la diaspora son sumamente utiles y necesarios para ir creando sino un concenso si un entendimiento entre diferentes formas de ver la vida, pero para eso hay que darle mas facilidades al cubano de adentro y no solo a los privilegiados que con tal de mantener esos privilegios son los primeros en atacar cualquier opinion diferente que aparezca y que pueda afectar su condicion.
Buen articulo. Pero lo mas básico. Para que exista el ciberdiálogo lo primero que tiene que tener el ciudadano es la computadora y el dinero para comprarla. Lo segundo; que esta computadora pueda comunicarse con el ciber espacio. Tercero; pagar por la Internet, y por ultimo el ciberdiálogo. Estamos poniendo la carreta delante de los bueyes. Buena o mala, la POCA PARTICIPACIÓN es productos de estos factores. Es necesario “empoderar” al mayor numero de ciudadanos para que esto se cumpla. Hay que Democratizar y para que esto suceda y no sea privilegio de una minoría que ya por acceso estatal, ocupacional o de entradas de moneda fuerte, interna o externa, sean los únicos que se beneficien. Esto de promover la Internet sin tener la computadora, es como le dieran a todo el mundo permiso de conducir, pero muy pocos tuvieran carro. Por lo que no veo ningún interés por parte del gobierno en promover ningún “ciberdiálogo”.
Desde la invención del transistor, la electrónica es probablemente la industria mas revolucionarias de la época actual. El radio, la televisión, etc y ahorra la computadora son de uso masivo en cualquier país mínimamente desarrollado. El problema principal en Cuba es que el acceso a la compra de las computadoras esta bloqueado por el estado en los precios, en altísimas tarifas arancelarias tanto a las mismas como a sus los componentes o a cualquier cosa relacionada con la electrónica, así como los precios prohibitivos en las tiendas estatales. Bastaría que se dejaran entrar al país componentes electrónicos que actualmente tiene precios ridículos, con mínimas tarifas, (o sin ellas) para promover una industria de ensamblaje. en la isla. Muchachos sobran. Esto permitiría a cientos de miles de cubanos entrar al mundo modero y al ciberdiálogo.
Cuando mi madre notaba entre sus hijos alguna actitud egoísta, como quererse comer todo el postre, siempre nos decía; “Dale a tu hermano que no tiene la boca vira”.
muy buenas intenciones,pero….mientras los que nos gobiernen por la voluntad Divina,tegan la misma orientacion que Iroel sanchez,o viceversa,que podemos hacer??? digamelo usted,por favor!!!!
Muy bueno el artículo, sobre todo por la inclusión a la Internet de la que hablas y las formas… lo tiene todo, el qué el cómo y ojalá aparezca el cuándo…!!
¿Alguien sabe que ha pasado con el Taller de Internet y Ciberseguridad que se realizo en Febrero del año pasado en la isla? Ya hace tiempo y no me acuerdo bien, pero a lo mejor alguien se acuerda. Concluía diciendo algo así como; “Existe la voluntad y disposición del Partido y el Gobierno de …………… “
excelente artículo. hay que eliminar el ciberchancleteo. y cuando se plantea un problema o se critica algo, criticar las actitudes o hechos que rechacemos, no a las personas. muchos prefieren etiquetar a quien defiende una posición o tema, sin tener argumentos sobre el tema. es una forma de manipular y presionar para que la gente tenga que asentir o reaccione mal. realmente es necesaria una cultura del diálogo virtual, empezando también por eliminar la censura absurda en algunos sitios.