Foto: Iroko Alejo
Se llama Jean Stubbs. En su ciudad se movieron los primeros herrajes de la revolución industrial. De familia obrera, desde luego. Y hereje, como buena egresada de la universidad inglesa de los 60. Su historia con Cuba no es nada del otro mundo. Una isla en el centro del Caribe, una revolución joven, una Europa decadente, una historiadora en ciernes y una tesis doctoral sin tema. Lo alucinante es el cómo. Del otro lado de la puerta, Eric Hobsbawm, la gran figura de la intelectualidad europea que en octubre pasado evocaron las esquelas, y la idea de que la historia de los tabaqueros cubanos estaba por escribir. Desde 1968 hasta la fecha, Cuba ha estado en la vida de esta mujer en periodos de veinte o de dos años, algunos meses o un par de días; y en la mesa familiar, donde aún la acompaña el otro motivo de tanta y tan celosa permanencia.
Vivió en La Habana casi dos décadas y desde 1987 ha estado yendo y viniendo. En Inglaterra fundó un Centro de Estudios del Caribe, como espacio de irradiación intelectual hacia Europa. Los cursos sobre Cuba eran su materia; pero desde 2008 no pisaba la Isla. Ha “sabido de los cambios”, dice, pero no los ha vivido. “Y no es lo mismo”. De alguna forma, lo ha hecho a través de otros: los amigos que conoció en sus primeros ejercicios de campo como investigadora en Cuba, historiadores y académicos ─algunos han fallecido, lamenta Jean, pero otros están y son los que la han traído de vuelta─.
La ha convocado el Centro Marinello al primer coloquio internacional que se propone homenajear a su maestro, el autor de La era de los extremos. Y aunque este regreso, garantiza, nada tiene que ver el impacto de la vuelta a Cuba en el 92 y aun en el 95, el reencuentro la llena de preguntas: “¿cómo va a ser el futuro de Cuba, cuáles son los caminos? No tengo pronóstico, soy historiadora, pero la Historia, si me ha servido, es para explicarme cómo y por qué caminos llegamos al presente. Y como soy historiadora social, lo pienso desde la gran masa de la población cubana”.
De todo ese entramado analítico le interesan, sobremanera, las relaciones de los cubanos con su diáspora. Especialmente, lo que ha dado en llamarse “la nueva diáspora”: aquella migración cubana que desde los años dos mil ha tomado como destinos Canadá y Europa Occidental.
Hasta ellos llegó “la dama del tabaco” ─así le dicen a Jean Stubbs, cuya tesis doctoral sobre los tabaqueros cubanos, asesorada por Hobsbawm, es considerada un clásico de la historiografía cubana─ en la ruta del Habano por el mundo. Desde los años 90, le ha estado siguiendo la pista a la producción del commodity cubano fuera de la Isla, aunque en Cuba esas indagaciones la hicieran lucir hereje… ¿cómo que Habano?, le decían, aun cuando aquellos se produjeran con las semillas, el conocimiento y el propio arte del campesino cubano. Solo faltaba la tierra, explica Jean, y ese esquema de pensamiento ha sido, justamente, el dilema del “dentro” y el “fuera” en las relaciones con la diáspora cubana.
Hasta Europa Occidental y Canadá llegaba también el Habano not made in Cuba y, con él, el imaginario de una Cuba a la medida. Pero en la última década, recuerda Jean, y a diferencia de los flujos anteriores, sobre todo a los Estados Unidos, ha ido tomando cuerpo una comunidad muy sólida. Como investigadora, le interesan los imaginarios que se han ido tensando en torno a la Isla en estos lugares, el establecimiento de redes comerciales y culturales, y las especificidades de los habitantes de estas nuevas diásporas. “La mayoría de ellos no quieren que se les identifique, digamos, con el estereotipo del cubano migrante. Hablamos de estudiantes y profesionales muy jóvenes, que han llegado a estos países, en gran medida, por programas que privilegian su inserción en la sociedad”.
Junto con colegas canadienses, Jean Stubbs se propuso en 2011 entrevistar a cubanos de muchas de estas comunidades, y trazó un proyecto que debería extenderse hasta 2015. Pero el mundo, otra vez, ha cambiado: por un lado, se ha agudizado la recesión económica; y por otro, Cuba ha cambiado su política migratoria. “Así, aunque hay más apertura en la Isla, mucho depende de cómo evolucione la economía; no obstante, es evidente que hay cubanos fuera que han perdido sus trabajos, y es hora de calcular hasta qué punto las remesas seguirán siendo un factor económico de peso. Son relaciones informales, difíciles de cuantificar, pero se hace. Y se ve: cuando uno camina por Cuba las ve, cuando hay una casa arreglada y al lado, otra que no, aunque es un fenómeno común a todo el Caribe. De las comunidades del Caribe anglófono en Inglaterra, por ejemplo, hay muchos retornados en los últimos años. El debate que creo más interesante ahora, entonces, es el que vincula migración y desarrollo: ¿lo vemos positivo o negativo? Desde la diáspora, claro, se ayuda a sobrevivir a las familias y se estimula la economía del país emisor; pero se crean divisiones y dependencias, porque se espera que el dinero venga de fuera. No obstante, se maneja también desde otro punto de vista según el cual es preferible que sean los nuestros, y no otros, los que aporten de esta manera al desarrollo. En Cuba sé que hay relativamente pocos retornados, aunque el retorno se expresa de maneras diversas. El punto es: ¿cómo lidiar con eso, como canalizar eso y cómo verlo en función de un proyecto de país? No pretendo recomendar soluciones, pero me fascina el momento si se ve en el contexto de las últimas décadas, y desde ahí, hacia el futuro”.